A tan sólo seis meses de las elecciones presidenciales, es cuando de forma responsable debemos poner en el tapete y en la mayoría de las mesas de discusión en las que participemos, la importancia de subirle el nivel a las conversaciones que se relacionan con nuestro escenario político. Castigados por un abstencionismo que seguirá creciendo, ya sea por decepciones electorales pasadas o un desinterés generacional cada vez más común, es nuestro deber cívico argumentar de forma más pensada y crítica las motivaciones que nos empujan este próximo febrero, “a ponerle el dedo” a algún candidato presidencial.
El índice de calidad de vida de un ciudadano costarricense es bueno, sin embargo, ha sido impactado de forma negativa en las últimas décadas. Indicadores que nos decían en la primaria eran motivo de orgullo, como la seguridad ciudadana, educación, cultura, salud, empleo, democracia, economía y gobernanza, han sido sujetos de un retroceso considerable del cual pareciera no podemos salir fácilmente, y lo más grave de toda esta situación, es que la percepción ciudadana al respecto de estos indicadores, no es la que se encuentra definiendo la balanza electoral de las últimas administraciones.
Recientemente hemos visto, como discursos de corte populista e irrespetuoso, o como decían nuestros abuelos “corriente”, pretenden atentar con principios y valores muy marcados de las familias costarricenses, si hacemos una reflexión de la idea principal detrás del mensaje nos instan a dejar la empatía, el consenso y la solidaridad, por justificaciones viscerales o sin argumento, que sólo han marcado una profunda polarización de la población costarricense, en estos momentos donde deberíamos estar en una misma sintonía para salir adelante, de lo que esperamos sea un pequeño bache de nuestra historia reciente.
Si bien es cierto, en esas mesas de conversación no todos los participantes deben saber de economía, empleo público, contratación administrativa y administración pública, compartimos las mismas inquietudes; corrupción, narcotráfico, profesionales en medicina y especialistas que no dan abasto, temor de salir a la calle, niveles de desempleo e informalidad que atetan con el futuro de un país y una educación pública que pese a ser gratuita y universal a nivel constitucional, ya no es la opción que buscan las familias costarricenses.
Costa Rica y su ciudadanía representan actualmente una de las democracias más sólidas de toda América Latina, y es momento para que nuestro perfil ciudadano se ponga a la altura de esa trayectoria histórico-democrática y permita discusiones productivas sobre nuestras expectativas del próximo gobierno y las realidades actuales de los verdaderos logros del gobierno de turno, si es que los tiene. Es nuestro deber cívico estar informados y determinar qué datos de los que nos han proporcionado se encuentran incompletos o son falsos, e independientemente de círculo social en el que nos desenvolvamos familiar, laboral, académico o recreacional, promovamos con respeto discusiones de buen nivel, sobre lo que requiere nuestro país para el próximo período constitucional.
Uno de los desafíos más grandes que tenemos para adquirir ese perfil ciudadano que necesita la Costa Rica de nuestras hijas e hijos, es el auto control y el sentido crítico, si bien algunos acudirán con gritos y aplausos al llamado de: ¿dónde están los jaguares? algunos otros podrán sentir emociones de desilusión y repudio, ahora bien, lo que tenemos que siempre priorizar en la identificación o no de estas afiliaciones políticas, si así las podemos llamar, es que quizás contraria a nuestra forma de pensar tenemos a algún familiar, amigo o compañero de trabajo, aferrado a la idea de que, el cambio que necesita el país, requiere de la escalada de un discurso violento o populista, que pondrá fin a desilusiones electorales o la falta de oportunidades que han afectado a la población en los últimos años.
No tengo la edad suficiente, como para decir que extraño el bipartidismo y las fiestas electorales que se vivían de niño, pero tampoco soy tan joven como para desinteresarme de una Asamblea Legislativa tan fraccionada que no permite un adecuado control político y el diálogo respetuoso en función del mejoramiento normativo del país, que resulta ser el fin último que debe promover el gobierno: “condiciones de vida idóneas para todas y todos los costarricenses”.
Pero cómo diría mamá: Set aterrice la idea, ¿cuál el mensaje que quieres transmitir?
Costa Rica se encuentra en un punto de inflexión, donde la tolerancia y conciencia cívica es fundamental para poder argumentar de mejor forma y escoger a un equipo de gobierno estructurado, capaz y apto para hacerle frente a los retos que enfrenta nuestro país, hemos llegado al momento en el que todas y todos los costarricense nos debemos ver como hermanos y proyectemos a futuro el país que queremos, un país con un índice de calidad de vida muy bueno y tomando de forma democrática decisiones responsables, las cuáles cuatro años después, no despierten arrepentimientos.
Hace poco una subalterna que se encontraba en campaña, hacía uso de un slogan donde indicaba que la fórmula correcta era el “amor con rigor”, lo importante de este eslogan político es que no sea de la boca para afuera. Debemos ser reflexivos y saber que el cambio empieza en nosotros mismos y que el perfil ciudadano que adoptemos en esta carrera electoral, logre propiciar un cambio positivo, del perfil ciudadano de las personas que nos rodean, donde el aporte de las ideas se realice con amor, un amor basado en el respeto que debemos sentir por nuestro compatriota y un rigor que no escale a la violencia verbal de los últimos 4 años, sino basado en la objetividad de la información con la que contamos para hacer un buen uso de ese derecho democrático que nos cobija.
El sentido crítico, o como le diremos en medio de esta carrera electoral que ya inició “la malicia indígena” debe aflorar en cada uno de nosotros, especialmente cuando nos compartan o simplemente nos aparezca un video en redes, de algún medio de comunicación nacional, que aún dedique tiempo para dar seguimiento al vulgar refrito del programa “Aló presidente”, que es actuado los miércoles en Zapote y lamentablemente se ha convertido en tendencia en algunas dictaduras de LATAM. Dedicar tiempo a esas personas que amamos, para compartirles indicadores y resultados objetivos, o simplemente explicarles el limitado alcance jurídico de la figura del presidente y su gabinete que tiene como contraparte, el gran poder del control político y la soberanía del pueblo, promoverán una participación en las futuras elecciones que resulte en votos cívicamente informados, esta debe ser nuestra meta de los próximos seis meses.
Pese a que, de entrada, debemos tener claro en palabras del Sr. Jorge Vargas Cullell “que muchos de nuestros problemas requieren reformas estructurales” la afirmación no debe ser interiorizada como sentencia lapidaria de imposibilidad, sino como una oportunidad de mejorar al país con resultados integrales y sin parches, pero en efecto esta oportunidad de mejora requerirá del esfuerzo y la paciencia de todas y todos, y es lo mínimo que podemos ofrecerle al país que nos vio nacer.
Producto de una reciente experiencia laboral, es importante destacar que existen elementos básicos que no podemos obviar en nuestra decisión electoral del próximo año, y es que la lectura del plan de gobierno y el conocimiento y experiencia del equipo de trabajo que integrará el gabinete, no puede ser improvisado.
El nombramiento de todos estos futuros jerarcas del gabinete no puede ni debe ser el canje de un favor político de campaña, o el simple reclutamiento de un amigo/vecino, al que el candidato le tiene confianza. Estamos claros que esa idea romántica de un jerarca de cartera, sostenido por todo un período constitucional no es algo usual, especialmente si lo extrapolamos con todas las responsabilidades y el escrutinio público al que se encuentra sujeto, sin embargo el desmantelamiento y cese de más de un 80% del equipo de gobierno con el que inicia se inicia un período constitucional son “red flags” de que algo anda muy mal y que no se puede repetir, (recordemos que las segundas partes siempre son más malas que las primeras, especialmente si hablamos de la política costarricense).
Ahora bien, no dejemos de lado la cuota de realidad que nos persigue, y es que debemos promover un cambio, un cambio responsable, cívico y participativo que impacte de forma positiva a toda la población, iniciemos en nuestras casas aportando ideas al respecto de lo que necesita Costa Rica, propongamos un cambio generacional que contemple variaciones en la visión y la estrategia de los partidos políticos tradicionales y su forma de actuar durante una contienda política, busquemos ser ciudadanos que apoyen ese control político durante el actuar de la administración. Si tenemos el perfil y la experiencia adecuada para aportar, participemos activamente para formar parte de ese equipo de gobierno, sin pensar con indiferencia y erróneamente, que nada de lo que ocurra a nivel electoral nos afectará.
Promovamos la construcción de un perfil ciudadano que se informe e investigue sobre los índices y estadísticas de mejora o deterioro de nuestra calidad de vida, así como la acción o la inacción impulsada por el gobierno de turno, tomando en cuenta competencias jurídicas delegadas de forma democrática en este grupo de profesionales, seamos capaces de compartir todas estas ideas con respeto y con un impulso ciudadano que enorgullezca el estado de derecho en el que convivimos.
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