Hace unos días, en un "medio de comunicación" afín al gobierno del autodenominado "jaguar", encontré un artículo de opinión de un tal "señor Jiménez". Este individuo se mostraba profundamente indignado porque considera que el calificativo de "chavestias" —ganado a pulso por las ovejas más enajenadas y alienadas que apoyan a la pseudo secta Chávez-Cisneros— le resulta ofensivo y denigrante.

Creo que, antes de indignarse, sería conveniente hacer un análisis crítico, no solo de quienes se posicionan, con base en falacias y mentiras, al lado de un gobierno con claras ambiciones fascistas. También debemos analizar a las personas que, desde múltiples trincheras ideológicas e intelectuales, formamos parte de la oposición y que, en los últimos tres años, hemos sido víctimas, día tras día, de la violencia verbal y el acoso organizado de legiones de chupa-medias, troles y otros lamentables personajes propios de la fauna chavista.

Por más esfuerzo que haga el señor Jiménez con un texto claramente redactado con ChatGPT, es imposible, totalmente inviable, darle un barniz de intelectualidad o profundidad al "pensamiento" que desarrollan los seguidores de la secta de Rodrigo Chávez y Pilar Cisneros. Su único argumento —y esto lo sabemos quienes, en alguna oportunidad, hemos pedido, rogado y suplicado a los fanáticos del presidente que nos indiquen, por favor, cuáles son las obras, iniciativas y proyectos que justifican la ciega devoción a su "comandante en jefe"— es el odio, y nada más que odio.  Resentimiento social elevado a la enésima potencia y destilado en alcoholes que nublan la razón de muchas personas.

Decía Joseph Goebbels, infame ministro de Propaganda del régimen Nazi de Hitler: "Miente, miente, que algo queda." Esa ha sido la única estrategia del manual de manipulación del gobierno neofascista de Rodrigo Chávez y de su principal demagoga y lavadora de cerebros, la experiodista Cisneros. Por este motivo, no hay defensa posible para la administración Chávez Robles; solo un constante ataque contra gobiernos pasados, contra el Estado social y democrático de derecho al que tanto le debemos los costarricenses y, principalmente, contra las instituciones constitucionalmente establecidas propias de una República democrática. Me refiero a la Fiscalía, la Contraloría, el Poder Judicial, la Asamblea Legislativa y, lo que es más grave, contra el Tribunal Supremo de Elecciones, demeritando de antemano una posible debacle chavista en el proceso electoral de febrero próximo.

No hay argumentos, razones o motivos para su apoyo. El respaldo al gobierno se sustenta en dos vertientes emotivas, absolutamente carentes de sustento lógico. La primera es que todo gobierno anterior fue corrupto y malo, lo cual es una falacia de proporciones épicas que desconoce los enormes avances que tenía el país en materia de servicios públicos, educación, salud, protección del ambiente, derechos humanos y gobernabilidad democrática, algo que era reconocido mundialmente. La segunda es que el presidente es un hombre del pueblo que entiende al "pueblo". Sin embargo, Chávez fue funcionario de un organismo internacional por muchas décadas, devengó un salario millonario, vive en un residencial de altísimo lujo, ha recibido apoyo económico de las élites de siempre (Calixto Chaves y Bernal Jiménez), ha gobernado en función de los intereses de los grupos económicos más privilegiados y no ha dudado en utilizar la metafórica motosierra neoliberal a la hora de recortar derechos y prestaciones para los sectores socialmente más vulnerables, como con su proyecto de las jornadas laborales 4x3 o su decisión de desfinanciar importantes programas sociales. Su acercamiento al pueblo, especialmente a los sectores con menor educación y con un justo desencanto con los últimos años de gobiernos neoliberales, se fundamenta en una pose, en una máscara absolutamente populista y demagógica. En ella ha utilizado un lenguaje popular para imponer la idea de un "hombre fuerte", un "macho alfa", "lomo plateado", sin pelos en la lengua y con exceso de testosterona, que se "come la bronca", aunque nada cambie para los que realmente sufren la inequidad en la distribución de la riqueza y aunque sea cuestionado todos los días por más y más casos de corrupción.

En este contexto de polarización social, atizada todos los días desde el solio presidencial con insultos y agresiones contra todos los sectores que no le rinden pleitesía al mandatario, se han dejado sentir peligrosos síntomas de descomposición social y de subversión del orden constitucional. Algo inédito en la historia costarricense y sumamente peligroso para su futuro inmediato.

Sobre la base del odio, esos "chavestias"—seres humanos pensantes que, de manera más o menos consciente, han renunciado a pensar y se dejan llevar por la manada— utilizan un lenguaje cada vez más florido para descalificar, ofender y agredir a quienes no somos partícipes de esta orgía colectiva de tintes religiosos y sectarios. “Chancletudos”, “pericos”, “corruptos”, “comunistas”, “rojillos” y hasta “gays” (utilizando la orientación sexual como insulto)" son algunos de los epítetos que nos ganamos todos los días quienes no estamos de acuerdo con el rumbo hacia el fascismo institucionalizado que ha adoptado este gobierno.

Entre invitaciones a "ponerse cremita de rosas" y dejar de llorar "porque ahora sí hay presidente", incluso se nos insulta porque muchos de los que no caemos en las estrategias de manipulación marca Cisneros somos personas con educación universitaria y criterio propio. ¡Para los mercenarios del régimen, la educación es pecado!

Ante esta vorágine de estupidez y odio, al menos para mí, hacer esa generalización de llamar a los borregos de la secta como "chavestias" no tiene la gravedad de amenazar verbal y físicamente, por todos los medios, a las personas que rechazamos a Rodrigo Chávez Robles como mesías y salvador del pueblo costarricense.

Al señor Jiménez, a quien no tengo el disgusto de conocer y espero no tenerlo, porque no me interesa contacto alguno con un francotirador a sueldo de Zapote, solo le digo que, en lugar de indignarse porque a su rebaño se le califique de "chavestias", haga el favor de poner su pluma, o su suscripción a ChatGPT, a hacer una verdadera defensa de los "méritos" de esta administración. Pero que lo haga desde la base de presentar hechos, proyectos, iniciativas y obras, no el humo que impunemente se han dedicado a vender estos tres años con el fin de engañar, manipular y servirse de la gente humilde de este país, esos costarricenses que hoy están enajenados y alienados, a los que su jefa califica de “básicos”.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.