Costa Rica necesita una nueva estrategia para salir del estancamiento económico que golpea con más fuerza a las zonas rurales, y esa estrategia no pasa únicamente por atraer inversión extranjera o depender de los vaivenes del mercado global. La verdadera transformación debe partir desde adentro, desde nuestras comunidades, desde nuestra gente. Y uno de los caminos más sólidos y subutilizados para lograrlo es el cooperativismo, no como modelo tradicional de negocios, sino como pilar para la creación de nuevas empresas, nuevas oportunidades y nuevos liderazgos emprendedores.
Durante años hemos enfocado el cooperativismo en la provisión de servicios, financiamiento y educación financiera. Pero ha llegado el momento de que este modelo dé un paso más: convertirse en una plataforma estratégica para incubar emprendimientos, desde la gestación de ideas hasta su puesta en marcha. Las cooperativas tienen lo que muchas startups desearían: redes territoriales, legitimidad social, experiencia administrativa, capital humano comprometido y un principio solidario que promueve el bien común. Con ese potencial, pueden jugar un papel decisivo en la formación de empresas que no solo generen empleos y autoempleos, sino que contribuyan al desarrollo territorial con un enfoque sostenible y participativo.
Imaginemos un país donde un joven en Coto Brus, en Buenos Aires de Puntarenas o en Los Chiles pueda acercarse a su cooperativa local no solo para solicitar un crédito, sino para exponer una idea de negocio, recibir acompañamiento técnico, desarrollar un modelo de negocio, obtener capital semilla y, eventualmente, formalizar su emprendimiento. Un país donde las cooperativas no solo capacitan, sino que creen empresas junto a sus asociados. Ese país es posible. Solo requiere visión y voluntad.
Desde mi experiencia como investigador, docente y promotor de la innovación en zonas alejadas del país, he sido testigo del talento, la resiliencia y el deseo de surgir que existe en nuestras comunidades rurales. Creo firmemente que las cooperativas pueden ser el puente entre las ideas y las oportunidades reales de desarrollo. Y desde mi conocimiento, espero seguir contribuyendo con propuestas concretas que apoyen a quienes hoy sueñan con emprender, pero no encuentran el respaldo necesario para hacerlo.
Otros países ya lo están haciendo. En Italia, las cooperativas sociales no solo generan empleos, sino que crean empresas en comunidades vulnerables a través de modelos solidarios altamente efectivos. En España, el ecosistema de Mondragón ha demostrado que es posible combinar eficiencia empresarial con principios cooperativos, escalando modelos innovadores que nacieron en entornos rurales. En Canadá, varias cooperativas rurales funcionan como verdaderas aceleradoras de negocios comunitarios, impulsando economías locales con una visión global. Costa Rica no tiene por qué quedarse atrás. Tenemos el marco legal, tenemos la red de cooperativas y tenemos una generación joven con ideas y hambre de oportunidades.
El cooperativismo costarricense necesita modernizar su enfoque sin perder su esencia. No basta con repetir que somos un país cooperativo; hay que demostrarlo con acciones concretas que traduzcan la solidaridad en innovación, el mutualismo en desarrollo y la educación cooperativa en oportunidades reales de generación de riqueza local. La incubación de emprendimientos desde el cooperativismo debe formar parte de una estrategia nacional articulada con el INA, el MEIC, el MEP, las universidades públicas y privadas, CENECOOP y el INDER. Porque cuando una cooperativa ayuda a crear una empresa, está ayudando a sostener a una familia, a revitalizar una comunidad y a generar valor compartido.
En lugar de seguir esperando que el empleo tradicional regrese, tenemos que formar a nuestros jóvenes para que construyan su propio futuro desde sus territorios. Y las cooperativas pueden ser las mejores aliadas para lograrlo. No solo tienen los recursos. Tienen el compromiso con la comunidad. Tienen el propósito.
La Costa Rica del futuro debe nacer desde las ideas que se gestan en nuestras comunidades. El cooperativismo, como expresión organizada de la solidaridad y la productividad, puede ser el gran arquitecto de esa transformación.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.