En el nuevo orden mundial, la agricultura digital está dejando de ser un tema estrictamente técnico para posicionarse como un activo geoestratégico clave. Así como el petróleo o los microchips marcaron el pulso de la competencia internacional en el siglo XX, el control de datos agrícolas, plataformas digitales y tecnología agrotech definirá las nuevas relaciones de poder entre países.
Hoy, Estados Unidos, China y la Unión Europea lideran una carrera silenciosa pero determinante en torno a la agricultura del futuro, con implicaciones directas sobre la seguridad alimentaria global, la geopolítica de los datos y la soberanía tecnológica.
Estados Unidos: plataformas abiertas, IA y big data
Estados Unidos mantiene su liderazgo en la agricultura digital mediante una fuerte articulación entre empresas privadas, universidades y fondos federales. Corporaciones como John Deere, Microsoft, IBM o The Climate Corporation desarrollan plataformas integradas con inteligencia artificial, sensores de campo y sistemas predictivos para la toma de decisiones en tiempo real.
En 2023, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) destinó más de $5.000 millones a programas de innovación agroalimentaria y agricultura de precisión, según su informe oficial sobre inversiones tecnológicas (USDA, 2023).
Su modelo promueve plataformas abiertas y colaborativas, pero enfrenta críticas por la alta concentración empresarial y la vulnerabilidad frente a tensiones comerciales con socios estratégicos como China.
China: soberanía alimentaria y control estatal de datos
Por su parte, China ha declarado que pretende ser autosuficiente en alimentos para 2035, y su estrategia combina tecnología, planificación estatal y digitalización masiva del agro.
En 2023, el Ministerio de Agricultura chino lanzó el programa “Agricultura Inteligente 2.0”, con una inversión de más de $10.000 millones para un período de cinco años, centrado en IA, drones, blockchain y edición genética (MARA, 2023).
El modelo chino apuesta por el control estatal de los datos y la integración vertical de sistemas productivos, lo que le permite escalar soluciones rápidamente en zonas rurales. No obstante, enfrenta retos de confianza internacional, especialmente en lo relacionado con la transparencia de sus estándares tecnológicos y las tensiones crecientes con Estados Unidos en materia digital.
Unión Europea: sostenibilidad, ética tecnológica y trazabilidad
La Unión Europea, más que apostar por la cantidad, ha enfocado su política agrícola digital en la sostenibilidad, la trazabilidad y la reducción de químicos. Bajo el marco del Pacto Verde Europeo y la estrategia “De la Granja a la Mesa”, impulsa una transformación tecnológica verde con fuerte respaldo normativo y ético.
A través del programa SmartAgriHubs, la UE ha digitalizado más de 6 millones de hectáreas hasta 2023, con una meta de superar los 10 millones para 2025, de acuerdo con el último reporte de la Comisión Europea.
Aunque lidera en normativas y certificaciones ambientales, su principal desafío es la fragmentación entre países miembros y una menor inversión privada en comparación con EE. UU. y China.
¿Qué está en juego?
La competencia no es solo por tecnología, sino por poder global. Tres dinámicas geopolíticas emergentes podrían definir el rumbo:
- “Guerra” por el dato agrícola: quien controle los datos del clima, suelo, consumo y productividad agrícola podrá anticipar crisis alimentarias y manipular mercados globales. Según un informe de la FAO y la OCDE, el dato se convierte en un recurso estratégico equiparable al petróleo o al litio.
- La agricultura como soft power: Las potencias usarán su tecnología agrícola como herramienta diplomática, ofreciendo plataformas digitales, sensores, drones o paquetes de biotecnología a países del Sur Global a cambio de influencia política y acceso a mercados.
- Bifurcación tecnológica: Podría surgir una división tecnológica agrícola, similar al conflicto por las redes 5G:
- Sistemas “occidentales”, abiertos y ambientalmente regulados.
- Sistemas “orientales”, centralizados y de control estatal.
El reto para países pequeños: ¿ser usuarios o protagonistas? Dejar de pensar en “pequeñito”.
Países como Costa Rica enfrentan una encrucijada estratégica. Sin una inversión decidida en ciencia, innovación y talento humano, corren el riesgo de quedar atrapados entre tecnologías extranjeras, sin capacidad de negociación ni autonomía. Se debe actuar y dejar de pensar en “pequeñito”.
Costa Rica enfrenta desafíos significativos en términos generales de inversión en investigación y desarrollo (I+D). Actualmente, solo destina el 0.34% de su PIB a este rubro, una cifra que contrasta con países líderes como Israel y Alemania, que invierten el 4.9% y 3.1% de su PIB, respectivamente (Banco Mundial). Esto puede implicar también riesgos de dependencia tecnológica, pérdida de soberanía productiva, y exclusión de los beneficios económicos del nuevo agro digital. El país debe revisar sus condiciones básicas y propicias para el desarrollo digital en la agricultura, así como impulsar sus planes de reforma educativa, implementación de 5G, ciberseguridad e inteligencia artificial.
No obstante, existe también una gran oportunidad: Costa Rica puede posicionarse como un actor diferenciado, proveedor de soluciones verdes, sostenibles y éticas, gracias a su prestigio ambiental y la calidad de su capital humano.
Según datos del Banco Mundial, la región latinoamericana puede ganar competitividad si apuesta por la digitalización del agro con enfoque local y sostenible.
En Costa Rica ya existe un creciente ecosistema comercial en agricultura de precisión con interesantes oportunidades laborales para los nuevos perfiles profesiones agro 4.0.
Por ejemplo, Costa Rica ofrece una combinación única de talento, entorno estable, incentivos fiscales (zonas francas y parques industriales) y visión país con programas de atracción para la inversión extranjera que ha convertido al sector de dispositivos médicos en el principal exportador nacional. Sería interesante reconsiderar esta historia de éxito para analizar si este mismo modelo podría adaptarse a otros sectores tecnológicos como la agricultura de precisión. En este sentido se podría plantear la producción local de sensores inteligentes (IoT agrícola), microcontroladores y chips embebidos, módulos de comunicación y energía, componentes para drones agrícolas, componentes para plataformas de georreferenciación, módulos integrados para maquinaria agrícola y equipos de laboratorio portátil.
Conclusión
La agricultura digital ya no es solo una cuestión de eficiencia o productividad. Es una nueva dimensión del poder global. Quien la domine, dominará parte importante de los mercados, la seguridad alimentaria y la diplomacia tecnológica del siglo XXI.
Costa Rica tiene la posibilidad de decidir si quiere ser solo un usuario de tecnología ajena, o convertirse en un actor con voz propia, capaz de innovar, exportar soluciones y proteger su soberanía agrícola.
La hora de invertir en agricultura de precisión, política tecnológica y formación de capacidades es ahora.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.