La Fila Costeña, también conocida como Fila Brunqueña, es un sistema montañoso que se extiende paralelamente a la costa del Pacífico Sur de Costa Rica. Esta zona posee un valor ecológico y social incalculable: alberga una gran biodiversidad, constituye un corredor biológico esencial, resguarda fuentes de agua vitales y es hogar de comunidades rurales que, entre la pesca, la agricultura y la ganadería tradicionales, han buscado durante décadas mejores condiciones de vida. Hoy, estas mismas comunidades enfrentan los impactos del turismo masivo y la gentrificación.
Los conflictos socioambientales que atraviesa la región no son nuevos. Desde hace décadas, se ha denunciado el avance del turismo inmobiliario, impulsado por intereses externos que poco consideran la fragilidad ecológica del territorio. Un caso paradigmático se documentó en 2007, cuando el biólogo Jorge Lobo, de la Universidad de Costa Rica, reveló en un proceso de destrucción del bosque, la apertura de caminos, el movimiento de suelos y la construcción de plataformas sin medidas adecuadas de conservación. Estos hechos ocasionaron una fuerte sedimentación en quebradas cercanas, afectando nacientes, ríos y ecosistemas marinos como los arrecifes.
La Fila Costeña presenta pendientes pronunciadas y una alta pluviosidad, entre 3.000 y 4.500 mm anuales, lo que la convierte en una zona de gran fragilidad ecológica. De sus montañas nacen ríos como el Barú, Uvita, Hatillo y Coronado, cuyas cuencas son fundamentales para el equilibrio socioambiental de la región.
En 2008, ante la gravedad de los impactos, la Universidad de Costa Rica solicitó públicamente una moratoria al turismo inmobiliario en esta región. El llamado subrayaba la urgencia de replantear los modelos de desarrollo turístico, exigiendo enfoques sostenibles que respeten tanto al ambiente como a las culturas locales.
Entre 2005 y 2014, se registraron 2.247 permisos de construcción solo en el cantón de Osa. En 2008 se evidenció un pico significativo, seguido por una caída debido a la crisis inmobiliaria de ese mismo año. Sin embargo, a partir de 2013 la tendencia se revirtió, mostrando nuevamente un crecimiento acelerado en el otorgamiento de permisos.
En este contexto, es crucial mencionar el proyecto de construcción de un Aeropuerto Internacional en las comunidades de Finca 9 y Finca 10 de Palmar Sur de Osa. Este megaproyecto ha generado gran preocupación entre comunidades y organizaciones ambientales, dada su cercanía con el Humedal Nacional Térraba-Sierpe, un sitio Ramsar de importancia internacional, y con el sitio arqueológico de Finca 6, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Se teme que el aeropuerto consolide un modelo de desarrollo similar al de Guanacaste: basado en el turismo de masas, la especulación inmobiliaria y la exclusión de las comunidades locales. Esto podría agudizar aún más los problemas ya existentes en la Fila Costeña.
La pregunta de fondo sigue siendo: ¿quién decide qué se hace en el territorio? ¿Qué voces son escuchadas? ¿Qué entendemos por desarrollo y para quién se construye?
Hoy más que nunca, urge hablar de la Fila Costeña, de sus montañas y sus ríos, del agua que nace en estas tierras y da vida a decenas de comunidades. Urge hablar del turismo inmobiliario y de su impacto, pero sobre todo, urge hablar de las luchas que muchas personas gestan día a día para proteger estos territorios frente a la lógica extractiva y especulativa del capital turístico.
En defensa de la Fila Costeña, debemos escuchar las voces de quienes habitan y cuidan el territorio. Porque lo que pasa en la Fila Costeña no es un caso aislado, sino un espejo de muchas otras luchas que se libran en nuestro país.
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