En el actual escenario global, la política arancelaria de Estados Unidos ha retomado un papel protagónico, no solo como mecanismo de protección económica, sino también como herramienta de presión geopolítica. Si bien las guerras comerciales suelen centrarse en Asia —particularmente en China—, América Latina ha comenzado a sentir los efectos colaterales y directos de estas decisiones. La reciente imposición o amenaza de aranceles a productos como el acero, el aluminio, el azúcar y productos agrícolas provenientes de países latinoamericanos ha generado preocupación entre analistas, empresarios y gobiernos.
Esta política arancelaria no solo afecta las cifras de comercio exterior, sino que también tiene profundas consecuencias económicas y sociales para las economías de la región. El aumento de los costos, la reducción de exportaciones, el freno a las inversiones y el desempleo asociado representan un desafío multidimensional para los países latinoamericanos, especialmente aquellos con mayor dependencia del mercado estadounidense.
Es de gran importancia tomar en consideración los siguientes puntos, que son clave, para dar un direccionamiento, sobre la búsqueda de nuevos socios estratégicos y comerciales, pero ante promover modelos de economía social, que les permitan a los países tener su crecimiento sostenible y equitativo.
Dependencia comercial histórica
Estados Unidos es el principal socio comercial de muchos países de América Latina. De acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), más del 40% de las exportaciones totales de países como México, Honduras, Guatemala y El Salvador tienen como destino los Estados Unidos (BID, 2023). Esta dependencia genera una fuerte vulnerabilidad frente a cualquier modificación en los términos de intercambio, incluyendo cambios arancelarios.
Cuando Estados Unidos impone aranceles más altos, los productos latinoamericanos pierden competitividad en ese mercado. En el corto plazo, esto se traduce en menores ingresos para las empresas exportadoras y una contracción del empleo en sectores clave como la agroindustria, la manufactura y el sector textil.
Casos específicos: México y Centroamérica
México ha sido uno de los países más afectados por la política arancelaria bajo distintas administraciones. En 2018, bajo el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos impuso aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio provenientes de México, lo que impactó severamente a la industria siderúrgica mexicana. Si bien luego se retiraron tras negociaciones del T-MEC, el episodio dejó una lección clara: la política comercial estadounidense puede cambiar abruptamente con motivaciones políticas, no solo económicas (Office of the United States Trade Representative, 2019).
En Centroamérica, los posibles aranceles a productos agrícolas como el café, las frutas tropicales o el azúcar representan un golpe a sectores sensibles que emplean a miles de trabajadores en zonas rurales. Esto no solo implica un impacto económico directo, sino que puede aumentar la migración hacia Estados Unidos, generando un ciclo perverso donde las mismas políticas que buscan contener flujos migratorios terminan agravando sus causas estructurales.
Consecuencias sociales más allá del comercio
Los efectos de las políticas arancelarias no se quedan en las estadísticas macroeconómicas. El desempleo y la caída de ingresos familiares en sectores exportadores afectan directamente el tejido social de las comunidades. En países con alta informalidad y poca protección social, la reducción de ingresos derivados del comercio exterior puede derivar en aumento de la pobreza, inseguridad alimentaria y migración forzada.
Un estudio del Brookings Institution advierte que los shocks arancelarios pueden amplificar desigualdades regionales dentro de los países, afectando desproporcionadamente a regiones dependientes de una sola actividad exportadora (Brookings, 2022). Además, la reducción de la inversión extranjera directa, que muchas veces está atada a cadenas de suministro integradas con Estados Unidos, limita las posibilidades de crecimiento a largo plazo y generación de empleo de calidad.
¿Hacia una diversificación urgente?
Las consecuencias de estas políticas han reactivado el debate sobre la urgencia de diversificar mercados. América Latina necesita reducir su exposición al mercado estadounidense sin romper los lazos comerciales. Mercados emergentes en Asia, la Unión Europea y África ofrecen oportunidades, aunque requieren estrategias de integración más sofisticadas, estándares internacionales más altos y mejoras logísticas y tecnológicas.
El fortalecimiento del comercio intrarregional es otra vía. Según la CEPAL, menos del 20% del comercio de América Latina ocurre entre sus propios países, frente al 60% en Europa. Superar barreras arancelarias internas, facilitar la logística y promover acuerdos de integración regional como la Alianza del Pacífico o el Mercosur puede ser clave para mitigar la dependencia de Estados Unidos (CEPAL, 2023).
La política de aranceles de Estados Unidos hacia América Latina representa mucho más que una fricción comercial: es un factor de desestabilización económica y social que exige respuestas estratégicas. Las naciones latinoamericanas deben repensar sus modelos de inserción en la economía global, fortaleciendo su capacidad de negociación, diversificando sus socios comerciales y fomentando la innovación productiva.
Al mismo tiempo, es imperativo que Estados Unidos comprenda que las decisiones comerciales unilaterales no solo afectan a gobiernos, sino a millones de personas en su región inmediata. La interdependencia entre América Latina y Estados Unidos debe ser gestionada desde una lógica de cooperación, no de imposición. Solo así se podrá construir una relación comercial verdaderamente sostenible y equitativa.
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