Costa Rica no puede enfrentar el siglo XXI con un sistema educativo diseñado para los desafíos del siglo pasado. Nuestro país lleva años discutiendo reformas que no llegan, parches que no alcanzan y excusas que ya nadie cree. Mientras tanto, los estudiantes salen al mundo laboral sin las herramientas que realmente necesitan.
Hoy tenemos un sistema que no responde ni al presente ni al futuro. La cuarta revolución industrial —con inteligencia artificial, automatización, energías limpias y nuevas formas de producir— ya está aquí. Y no estamos listos. No se trata solo de infraestructura o de presupuesto, se trata de dirección, de visión.
¿Queremos jóvenes competitivos? Enseñemos programación, pensamiento crítico, ciencia aplicada, liderazgo, inteligencia emocional, y dejemos de tratar estas habilidades como “lujos”. Tenemos que cambiar el paradigma o seguir condenando a las nuevas generaciones al atraso.
Empecemos por flexibilizar el currículo, adaptado a los cambios del mundo y las necesidades del país. Modernizar los contenidos, formar habilidades reales y construir ciudadanía desde la escuela. Eso incluye liberar al Ministerio de Educación de su maraña burocrática y convertir al INA en un verdadero motor de desarrollo: con aulas móviles, conexión directa con el sector productivo y carreras técnicas alineadas con lo que las empresas —y los emprendedores— realmente demandan. Y, sobre todo, necesitamos un Estado que no continúe obstruyendo y empiece a facilitar.
La educación tiene que formar ciudadanos, no solo empleados. Personas con criterio, con capacidad de diálogo, con respeto por las reglas y sentido de comunidad. Y sí, necesitamos bilingüismo, conectividad universal, pensamiento computacional desde una edad temprana, pero también jóvenes que sepan cuidar un río, coordinar un proyecto, resolver un conflicto.
La revolución educativa que Costa Rica necesita no empieza con una nueva ley. Empieza con decisión política, con voluntad para hacer que las cosas pasen. No se trata de prometer más planes o más rutas, sino de ejecutar con sentido común y visión de futuro.
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