The Last of Us: una ficción sobre el futuro de las infecciones desatendidas.
A partir del interés por la serie The Last of Us, ha vuelto a surgir la pregunta ¿puede realmente una infección fúngica matarnos? La respuesta, lamentablemente, es afirmativa y ocurre con más frecuencia de la que imaginamos.
Para quienes aún no conocen la historia, se trata de un popular videojuego creado por el estudio Naughty Dog que posteriormente fue adaptado para la televisión por la plataforma de streaming, Max. La primera temporada de la serie, transmitida en enero del 2023, nos muestra un Estados Unidos postapocalíptico debido a una pandemia causada por el hongo Cordyceps, que evoluciona logrando infectar humanos.
Con los efectos de lo vivido durante la pandemia por el Covid19 aún presentes, las audiencias a lo largo del mundo comenzaron a preguntarse si realmente era posible que los hongos pudieran causar infecciones de esa magnitud. En ese entonces, algunos expertos fueron consultados sobre el tema y aclararon lo que ya hoy todos sabemos: el hongo que aparece en la serie solo infecta insectos y no hay ninguna evidencia, ni probabilidad de que pueda evolucionar para lograr infectar humanos; sin embargo, el interés por los hongos y su capacidad para enfermarnos sigue latente en las mentes de los espectadores, especialmente con el regreso de la segunda temporada de la serie en abril del presente año.
Normalmente, cuando pensamos en infecciones causadas por hongos nos limitamos a pensar en uñas feas y dedos de los pies escamosos. Pero, en realidad, las infecciones por hongos son un importante problema de salud que se complica cada día más. Las infecciones por hongos se clasifican en micosis superficiales, como las de piel y uñas; micosis subcutáneas, que alcanzan tejidos más allá de la epidermis; y las micosis profundas, que suelen afectar órganos vitales.
La micología médica es la rama de la microbiología que estudia las infecciones causadas por hongos en humanos, es un área que toma cada día más importancia a nivel mundial debido al constante aumento de este tipo de infecciones. En nuestro país, es una especialidad que forma parte del Programa de Estudios de Posgrados de la Universidad de Costa Rica, y se imparte en la Facultad de Microbiología.
Según esta ciencia, los hongos infecciosos para el ser humano se pueden clasificar en patógenos primarios y patógenos secundarios u oportunistas. Los patógenos primarios son los hongos que tienen la capacidad de infectar a un individuo inmunocompetente, es decir, a una persona cuyo sistema inmunológico funciona adecuadamente, un individuo sano, por lo tanto, a cualquiera de nosotros. En Costa Rica es común que se presenten infecciones asociadas a 3 patógenos fúngicos primarios: Paracoccidioides brasiliensis, Cryptococcus gattii e Histoplasma capsulatum. Los tres son hongos cuya principal vía de infección es respiratoria y la gravedad de la infección para individuos sanos va a depender de la cantidad de esporas del hongo que se inhalen. Hay evidencia de que las infecciones fúngicas, en general, han aumentado en número y rango geográfico debido al calentamiento global, los viajes y el comercio internacional.
Por el contrario, los patógenos secundarios u oportunistas van a infectar únicamente a personas inmunosupresas, es decir, con un sistema inmunológico que no funciona correctamente o está debilitado: personas con cáncer, enfermedades hematológicas, trasplante de órganos sólidos, trasplante de médula ósea, enfermedades inmunológicas y pacientes que dependen del uso prolongado de esteroides. Sin lugar a duda, los patógenos oportunistas, son el grupo de hongos que mayor morbilidad y mortalidad causan a nivel mundial. Esto se debe, precisamente, a que las poblaciones susceptibles, aquellas con el sistema inmune comprometido, están aumentado. Irónicamente, este aumento se debe, en su mayoría, a los avances médicos y clínicos. Pacientes con enfermedades que hace algunos años eran incurables, hoy se mantienen con vida gracias a la implementación de nuevos procedimientos clínicos y nuevos fármacos. El proceso de curación de muchos de estos pacientes los hace muy susceptibles a todo tipo de infecciones durante un lapso de tiempo. Por esta razón, son pacientes que deben cuidarse muchísimo y mantenerse bajo estricto control clínico. Para estos pacientes, los microorganismos, que normalmente habitan en nuestra piel o los que se mantienen flotando regularmente en el aire que respiramos, se convierten en potenciales armas mortales.
Durante la pandemia por COVID-19, muchos pacientes hospitalizados por el virus sufrieron, además, infecciones fúngicas invasivas graves y resistentes a los medicamentos, generando incluso nuevas definiciones clínicas como la candidiasis asociada al Covid19 y la aspergilosis pulmonar asociada al Covid19 (CAC y CAPA en inglés). En algunos países, la situación fue tan dramática que se generaron brotes de infecciones por hongos en las unidades de cuidados intensivos, e incluso en salones de neonatología.
Al mismo tiempo, se ha presentado un aumento en la resistencia al tratamiento de los hongos que causan infecciones comunes, como la candidiasis vaginal. Cada día más mujeres sufren de infecciones vaginales que no responden al tratamiento tradicional y se hace necesario recurrir a nuevas alternativas. Esto, sin lugar a duda, sugiere un aumento en el riesgo de que surjan infecciones más invasivas entre la población general.
Preocupada por esta eminente situación de riesgo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en octubre del 2022, un informe que incluye la primera lista de patógenos fúngicos prioritarios (FPPL por sus siglas en inglés), un catálogo con los 19 hongos más peligrosos para la salud pública. El objetivo del informe es impulsar nuevas investigaciones e intervenciones en salud pública para fortalecer la respuesta mundial a las infecciones fúngicas y su resistencia al tratamiento. El FPPL es un documento público y gratuito que se puede descargar en la página web de la OMS.
Siguiendo esta línea de acción, en Costa Rica, durante julio del 2021, el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa) creó el Laboratorio de Micología Medica (LMM) que se encarga, a nivel nacional, de la vigilancia basada en laboratorio de las infecciones fúngicas en Costa Rica. Posteriormente, con la coordinación del LMM, se creó la Red Nacional de Micología Médica, un grupo formado por microbiólogos especialistas en micología médica que desempeñan su función tanto en laboratorios públicos como privados de todo el país. A través de esta red se pretende mantener una vigilancia continua del desarrollo de todo tipo de infecciones fúngicas en Costa Rica para monitorear especies y resistencias de importancia clínica. Hasta el momento, los resultados han generado una serie de informes, alertas y publicaciones científicas que reflejan la situación de las infecciones fúngicas en el país.
A pesar de los esfuerzos a nivel internacional y nacional, las infecciones fúngicas reciben muy poca atención y recursos. Las infecciones causadas por virus y bacterias son mayores en número y morbilidad. Los virus, además, tienen enorme potencial para causar epidemias. Por estas razones, es común que los recursos se destinen en su mayoría al estudio, control y atención de infecciones causadas por virus y bacterias. Pero lo que la OMS está tratando de alertar, a través del FPPL, es que no debemos perder de vista lo que está ocurriendo en el mundo con las infecciones fúngicas.
Los hongos, al ser organismos eucariotas son mucho más complejos y conservados que los virus y bacterias, no mutan ni adquieren información genética a la misma velocidad que estos. Sin embargo, la presión selectiva a la que están siendo expuestos por cambios ambientales, pero especialmente por el calentamiento global, ha permitido a los hongos adaptarse para infectar más eficazmente al ser humano y a otros animales.
¿Qué podemos, entonces, aprender de la serie “The Last of Us” que pueda ser útil para nuestro sistema de salud?
Lo primero es tener claro que, como todo ser vivo, los hongos evolucionan y se adaptan a su entorno. Esa capacidad de adaptación es una de sus mayores cualidades. Por lo tanto, es de esperar que en el futuro desarrollen nuevas habilidades para infectar y para defenderse de los tratamientos que utilizamos contra ellos. Es necesario invertir en investigaciones que nos permitan conocer mejor sus mecanismos de acción e invertir en investigación para el desarrollo de nuevos fármacos.
Segundo, no es necesario esperar el apocalipsis para actuar. Hay mucho trabajo que podemos realizar hoy para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones susceptibles a las infecciones fúngicas y para prevenir las infecciones graves en personas sanas.
En Costa Rica, por ejemplo, las enfermedades fúngicas no son de notificación obligatoria; esto es grave, porque lleva a una escasez de datos de calidad sobre la distribución de las infecciones y los patrones de resistencia al tratamiento. Como consecuencia, se desconoce cuánto debe invertir el Estado, tanto para aliviar estas infecciones y para prevenirlas. La inclusión de estas patologías en el Reglamento de Vigilancia de Salud es urgente.
Debemos, además, mejorar el diagnóstico y la vigilancia de las infecciones fúngicas, generar más y mejores datos. En los hospitales públicos y privados se necesita más laboratorios especializados en micología y más infectólogos que levanten las alertas ante la aparición de signos y síntomas compatibles con una infección fúngica.
Tengamos claro que en materia de salud el futuro distópico es prevenible.
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