¿Requieren las empresas incrementar la productividad y tener colaboradores más felices?
En un mundo hiperconectado y competitivo, donde la innovación marca la diferencia entre sobrevivir o desaparecer, la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser una tendencia tecnológica a convertirse en un componente esencial de las estrategias empresariales. Su impacto no solo redefine la productividad, sino que transforma profundamente la experiencia laboral. Y, lo más relevante: nos devuelve tiempo, ese recurso finito e irrecuperable que ninguna tecnología —hasta ahora— había logrado optimizar.
Se sostiene que “la inteligencia artificial tiene el potencial de automatizar tareas rutinarias, optimizar la toma de decisiones y liberar a los empleados para que puedan concentrarse en actividades de mayor valor, lo que, a su vez, incrementa la productividad organizacional”.
Es usual que, al implementar nuevas metodologías de trabajo en las organizaciones, las personas suelen atravesar diferentes fases: comienzan con la negación, luego enfrentan la resistencia, hasta que la curiosidad los impulsa a explorar, y finalmente alcanzan la aceptación.
La buena noticia es que, si aprendemos a utilizar adecuadamente las herramientas de inteligencia artificial, podemos ser mucho más productivos. Actualmente, los principales desafíos no son técnicos, sino humanos y de procesos. Antes dedicábamos alrededor del 20 % del tiempo a definir y el 80 % a la gestión documental. Hoy, esa proporción puede invertirse: es posible destinar el 80 % del tiempo a definir y solo el 20 % a documentar. Trabajamos de manera simultánea, sinérgica, colaborativa y con trazabilidad. Con el mismo equipo, se puede duplicar o incluso triplicar la capacidad de trabajo.
La inteligencia artificial tiene el potencial de incrementar la productividad laboral en hasta un 40% de acuerdo con estudios realizados por Accenture, lo que representa una transformación significativa en los modelos de negocio y competitividad.
Hoy en día, la inteligencia artificial se ha convertido en un nuevo factor de producción que puede impulsar el crecimiento desde múltiples frentes.
En primer lugar, permite la creación de una fuerza laboral virtual, lo que se conoce como “automatización inteligente”, capaz de ejecutar tareas repetitivas, administrativas o técnicas con alta eficiencia. En segundo lugar, la IA no reemplaza a las personas, sino que complementa y potencia las capacidades de la fuerza laboral existente, liberándonos de tareas rutinarias para enfocarnos en actividades de mayor valor estratégico o creativo.
En otras palabras, la inteligencia artificial no es un sustituto del talento humano, sino una herramienta poderosa para optimizar procesos y recuperar el recurso más valioso que tenemos: el tiempo.
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