El 71 % de las organizaciones ya utiliza inteligencia artificial generativa de forma regular, pero solo el 21 % ha rediseñado sus procesos para aprovecharla realmente (McKinsey, 2025). Esta realidad no es ajena al mundo de los agronegocios.
Mientras lee estas líneas, muchas personas (especialmente jóvenes) están usando herramientas como ChatGPT, Gemini o DeepSeek para resolver un problema agrícola, resumir documentos técnicos o construir presentaciones para clase. La mayoría lo hace en silencio, sin que nadie se lo haya enseñado, y muchas veces sin el criterio que solo la experiencia puede dar.
Lo preocupante no es que lo hagan. Lo preocupante es que, en demasiados espacios educativos, todavía estamos discutiendo si “se permite” o no el uso de la IA, como si pudiéramos ponerle pausa a una tecnología que ya está cambiando la forma en que pensamos, aprendemos y trabajamos.
Desde hace más de quince años me dedico a formar profesionales del agro en América Latina. Y puedo decir, con conocimiento de causa, que el modelo educativo ha cambiado poco frente a los desafíos reales que enfrentamos en el sector. Aún se prioriza la transmisión de contenidos por encima del desarrollo de competencias clave como el pensamiento crítico, la resolución de problemas o la capacidad de innovar.
A esto se suma una tensión que se hace más visible cada día: estudiantes que no caminan, sino que corren en el uso de herramientas digitales; y docentes que, por múltiples razones, no logran acompañar ese ritmo.
En la Maestría en Gestión de Agronegocios y Mercados Sostenibles (GANEMOS), que coordino en el CATIE, hicimos un ejercicio sencillo pero revelador: observar. Y lo que vimos fue claro. El estudiantado ya usa IA para organizar ideas, mejorar la redacción, generar presentaciones y preparar informes. Pero también se evidencia la brecha: muchos la usan sin criterio, otros la rechazan sin conocerla, y casi todos navegan en medio de una formación que no siempre está lista para acompañarlos.
En uno de los cursos que imparto (Gestión de Cadenas de Valor Sostenibles) les dije sin rodeos: “Usen IA en mi curso… no hay problema. Pero úsenla tan bien que ni yo me dé cuenta.” No es una provocación. Es una invitación a usarla con responsabilidad, ética y propósito.
“Profe… ¿Sabía que muchos usan IA sin cuidado, y aun así sacan 100? Eso, profe, no solo desmotiva… hace que todo esto pierda sentido”.
Esa fue la frase de una alumna que me dejó pensando. No solo por lo que implica en términos de evaluación, sino por algo más profundo: la sensación de que la educación está perdiendo sentido cuando usamos herramientas como ChatGPT de forma superficial, sin criterio, sin alma.
No sé si le ha pasado, pero al leer un texto generado por IA sin propósito ni cuidado, se siente hueco. Sin conexión. Y eso es lo contrario de lo que la educación debería ofrecer: un espacio para intercambiar experiencias, generar reflexión y construir conocimiento con sentido.
¿Por qué esto es especialmente relevante para los agronegocios? Porque este sector no necesita un parche digital. Necesita un replanteamiento completo. No basta con incluir una aplicación o un taller sobre tecnología. Necesitamos docentes con herramientas actualizadas, instituciones que promuevan el cambio pedagógico, y entornos de formación que respondan a los desafíos del mundo real.
Le comparto algunos datos del último informe de McKinsey (marzo, 2025) que nos deberían hacer reaccionar:
- El 71 % de las organizaciones ya usa IA generativa de forma regular.
- Solo el 21 % ha rediseñado sus flujos de trabajo para aprovecharla a fondo.
- El 63 % la emplea para generar texto, el 36 % para imágenes y el 27 % para código.
- Solo el 27 % revisa todo el contenido generado por IA antes de usarlo.
- El 17 % de las organizaciones atribuye al menos el 5 % de sus ingresos operativos al uso de IA generativa.
- Menos del 30 % aplica buenas prácticas para escalarla de forma efectiva.
Por eso también impulsamos espacios como el Bootcamp virtual gratuito “Tres claves para transformar los agronegocios de América Latina y el Caribe”, una iniciativa que nace del mismo proceso de reflexión que inspiró AGROMIRA, la plataforma internacional de agronegocios sostenibles del CATIE.
Queremos abrir esta conversación con más personas, desde técnicos hasta emprendedores rurales, sin importar si están en una finca o en una oficina. Porque el acceso a la IA y su uso responsable no debe ser un privilegio. Y ese es también el principio que guía a la maestría GANEMOS.
La inteligencia artificial ya está en las aulas. Lo que falta es acompañamiento, criterio y visión. No podemos seguir formando profesionales agropecuarios con modelos que ignoran el presente.
La pregunta no es si vamos a usar IA en la educación, sino ¿cuál es la mejor manera de usarla? Con propósito, con ética, y como herramienta real para construir soluciones, especialmente en este contexto complejo y cambiante que vivimos.
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