La caída en la fertilidad se relaciona con la disminución de emparejamientos.
Durante el evento internacional del 18 de febrero pasado con el que se conmemoró las Bodas de Plata de la Ley de Protección al Trabajador hubo magníficas presentaciones de muy distinguidos académicos y funcionarios de los entes supervisores de sistemas de pensiones.
Me llamó mucho la atención la exposición sobre las causas de la caída de la fertilidad de la Dra. Alice Evans, profesora Titular de Ciencias Sociales del Desarrollo de la Universidad Kings College de Londres, una de las más antiguas y prestigiosas de Inglaterra. Ha sido profesora en Harvard, Cambridge University y London School of Economics.
La profesora Evans presentó sus conclusiones basadas en su investigación realizada en 9 regiones del Mundo que incluyen más de 60 países en América del Norte, América Latina, África Subsahariana, Asia del Sur, Asia de Sureste, Europa Occidental, Europa Oriental, Medio Oriente y África del Norte.
En apretado resumen que no hace honor a su brillante y muy vigorosa exposición puedo señalar que la profesora Evans encuentra que en todas esas regiones la tasa de fertilidad en este siglo ha caído mucho más rápido de lo que se proyectaba, en países ricos y en países o regiones pobres. Y que esa caída se acelera en la segunda década del siglo XXI en comparación con la primera.
Además, señala datos con relación a la proporción de los emparejamientos por matrimonio o por unión libre en esas diversas regiones y demuestra que caen de una manera similar a como cae la tasa de fertilidad.
También para las personas entre 25 y 34 años nos dio información de la caída entre 1990 y 2020 de la proporción de quienes viven como pareja, casados o en cohabitación, que también se acelera en la segunda década del siglo XXI. Y que solo una minoría de las personas que viven solteras en Estados Unidos en 2019 -según información de Pew Research Center- siente un poco o mucha presión por establecer una relación que los comprometa con amigos (22%), con la familia (32%) o con la sociedad (37%). Según esa misma fuente más de la mitad de los solteros adultos no comprometidos no buscan una relación estable de pareja ni una casual. Solo un 14% busca exclusivamente una relación comprometida de pareja.
Indica como los incentivos pro-natalidad en Europa no han podido revertir la tendencia.
La Dra. Evans concluye que la disminución en la fertilidad de las sociedades se produce por falta de emparejamientos.
No es una situación causada por causas atribuibles solo a los hombres ni por causas atribuibles solo a las mujeres. Ambos sexos han disminuido su interés en vivir en pareja y en tener hijos.
En Estados Unidos y en el Reino Unido las horas en que viven solos los jóvenes de 20 a 40 años ha crecido de manera significativa entre 2010 y 2023, y el aumento es mayor entre los más jóvenes. En Europa un resultado similar se da entre las personas que no socializan al menos una vez por semana.
Para jóvenes de 18 a 29 años de los Estados Unidos entre 2010 y 23 ha crecido el tiempo en que actúan solos (especialmente en juegos, entretenimiento, comiendo o bebiendo y en redes sociales) y ha disminuido significativamente las actividades que realizan junto a otra u otras personas, (especialmente en cine, Tv o videos, en compras, comiendo o bebiendo, socializando o cuidando sus hijos.
Nos dice Alice Evans que a los hombres que viven solos les basta los juegos, no quieren las responsabilidades del emparejamiento ni de los niños, están contentos. También, que por su parte las mujeres se han podido deshacer del estigma de la soltería y gozan de independencia económica con ingresos que convergen hacia los de los hombres. Además, señala que ambos sexos obtienen mayor satisfacción con su privacidad gracias a los teléfonos celulares.
La evolución en algunos aspectos es diferente entre hombres y mujeres jóvenes de 18 a 29 años. En las últimas décadas las mujeres se han tornado más liberales y los hombres más conservadores, al menos en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Corea del Sur.
Pero para todos, la soltería es más permisible, la conectividad en internet les permite mayor independencia en un mundo con mayor igualdad entre los sexos y se están refugiando a un mundo súper digital.
Los datos que nos presenta la señora Evans sobre estos cambios en la conducta de jóvenes hombres y mujeres son fundamentalmente de países desarrollados económicamente, pero la observación casual me hace suponer que de igual manera se dan en países en desarrollo donde baja la fertilidad velozmente.
Soledad, salud, esperanza de vida y felicidad
En días recientes también me he encontrado con información que relaciona la salud y la longevidad con la existencia de importantes relaciones humanas.
La primera información fue una referencia al estudio “Social Connections, Leukocyte Telomere Length, and All-Cause Mortality in Older Adults From Costa Rica” (Las conexiones sociales, longitud de los telómeros leococitarios, y la mortalidad en adultos mayores en Costa Rica) publicado en la revista Journal of Aging and Health el 10 de enero recién pasado.
Este estudio basado en seguimiento de 2827 adultos mayores de Costa Rica, de 60 años y más, que se da desde el año 2004, construye el índice SIN: “Índice de interacciones sociales”. El SIN está basado en emparejamiento, tamaño de la familia, interacción con niños con los que no se cohabita y asistencia a la iglesia. Se relaciona ese índice con la mortalidad y se concluye:
Los niveles más altos de SNI se asociaron con telómeros más largos y una reducción de la mortalidad por todas las causas durante el seguimiento. Estar casado y asistir regularmente a la iglesia se asociaron con reducciones de la mortalidad por todas las causas del 23 % y 24 %, respectivamente.”
Otra información es la publicación el 19 de febrero recién pasado en The Economist, “Do lonely people have shorter lives?” (¿Tienen las personas solitarias vidas más cortas?).
Este artículo hace referencia a un estudio en Nature Medicine de esa misma fecha basado en Biobank, una base de datos del Reino Unido que contiene para medio millón de personas información genética, médica, de ingresos, estilo de vida y educación.
La conclusión es que para determinar la rapidez del envejecimiento y en consecuencia la longevidad la genética tiene poca influencia (3%) y los factores más importantes son sexo (las mujeres son más longevas) y edad. Pero el estilo de vida influye en un 17%.
Las conexiones sociales resultaron ser un predictor sorprendentemente poderoso de una vida larga. Vivir con una pareja es tan beneficioso como hacer ejercicio. Las visitas regulares con la familia o tener a alguien en quien confiar también reducen los riesgos de mortalidad. Se sabe que la soledad es un factor de riesgo para una muerte prematura…”.
Estas informaciones me recordaron un importante estudio conducido por la Universidad Harvard desde 1938 que tiene muy importantes conclusiones sobre los efectos de vivir con buenas y cercanas relaciones humanas. Y que incluso van más allá de salud y longevidad.
El “Harvard Study of Adult Development” (Estudio de Harvad sobre el Desarrollo de Adultos) es el más prolongado de su tipo pues se ha extendido por 87 años. Inició con 268 estudiantes de Harvard, hombres blancos de unos 19 años y con 456 habitantes de barrios de Boston, entre 11 y 16 años, también hombres blancos. Se fueron agregando sus esposas, y abarca la segunda y tercera generación de esos iniciales participantes. En total se ha dado seguimiento a más de 2000 personas.
La conclusión de este estudio que sorprendió a sus investigadores en palabras del actual director del proyecto Profesor Robert Waldinger son:
Las personas que eran más felices, que se mantenían más saludables a medida que envejecían y que vivían más tiempo eran aquellas que tenían las conexiones más cálidas con los demás. De hecho, las buenas relaciones fueron el predictor más fuerte de quién sería feliz y saludable al envejecer”.
Interrogante
Los jóvenes viven más solitariamente, socialmente menos comprometidos y menos apoyados por relaciones humanas, metidos en el mundo digital y esa parece ser una de las razones de la estrepitosa caída de la fertilidad, con sus dramáticas consecuencias para la seguridad social, para la medicina, para los ingresos fiscales, para la innovación (los jóvenes son más innovadores).
¿Será que además están acortando su esperanza de vida saludable y disminuyendo su felicidad?
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