Costa Rica está de fiesta musical. Se cumplen 180 años de la fundación de nuestras queridas Bandas de Concierto, la única institución cultural que ha estado presente desde la época en que el país tenía ejército, y que se consolidó aún más tras la abolición del ejército en 1948. No es casualidad que, mientras las armas se silenciaron para siempre, la música de banda siguió sonando con más fuerza. Aquella decisión histórica de cambiar fusiles por instrumentos musicales simboliza la esencia pacífica de nuestra patria. Hoy, al celebrar este aniversario, hacemos una pausa reflexiva pero festiva para aplaudir el legado de estas bandas sonoras de nuestra identidad nacional.
Pienso en 1845, el año en que el gobierno de José María Alfaro firmó el decreto que dio vida a la Dirección General de Bandas. Imagino a aquellos primeros músicos militares, ensayando marchas bajo el sol con sus uniformes gastados, sin saber que estaban inaugurando una tradición de casi dos siglos. Gracias a esa visión temprana, Costa Rica contaría años después con la música que acompañaría sus momentos más importantes. Por ejemplo, fue un director de bandas –Manuel María Gutiérrez– quien compuso la música de nuestro Himno Nacional. Y fue precisamente una banda, la Banda Militar de San José, la que estrenó por primera vez las notas de ¡Noble patria, tu hermosa bandera! un lejano 11 de junio de 1852. Desde entonces, las Bandas de Concierto han estado ahí en cada acto cívico, cada celebración y cada cambio de era, adaptándose al pulso de la nación.
A lo largo de las décadas, nuestras siete Bandas de Concierto han viajado por cada rincón de Costa Rica, llevando alegría y arte hasta en los pueblos más apartados. ¿Quién no tiene un recuerdo entrañable con la banda de su comunidad? Los domingos de retreta en el kiosco del parque, las tonadas alegres en las fiestas patronales, o esas mañanitas musicales que nos despertaban en algún feriado especial. En momentos de crisis también han estado ahí: recuerdo cómo después de una tormenta terrible en Guanacaste, la banda local organizó un concierto gratuito en la plaza para levantar el ánimo de todos y recolectar víveres de primera necesidad que ellos mismos fueron a entregar a las comunidades afectadas. Con sus instrumentos brillantes al atardecer, aquellos músicos dibujaron sonrisas donde había preocupación, probando que la música sana y une.
Resulta increíble que, pese a su invaluable aporte cultural, por mucho tiempo los músicos de banda fueron menospreciados o vistos con condescendencia. Hubo épocas en que se les consideraba “músicos de segunda”, quizás porque tocaban al aire libre en vez de elegantes teatros, o porque sus repertorios incluían desde Beethoven hasta cumbia, adaptándose a todo público. Más de una vez escuché la frase “¿Vas a terminar tocando en la banda?” como regaño a algún estudiante de música, subestimando el honor que en realidad conlleva ser parte de estas agrupaciones. Sin embargo, esos comentarios no apagaron su dedicación. Los músicos de banda son verdaderos héroes culturales anónimos: maestros de la versatilidad, capaces de animar un desfile escolar bajo la lluvia un día, y al siguiente interpretar un complejo poema sinfónico en el Teatro Nacional. Muchos de ellos recorren largas distancias para ofrecer conciertos gratuitos, cargando sus instrumentos y su pasión. Lo hacen por amor al arte y al público. ¡Cuánta entrega hay detrás de cada nota que escuchamos en el parque! Es hora de reconocer que gracias a esos esfuerzos, la cultura musical llegó a generaciones de costarricenses en todos los estratos, no solo a quienes podían pagar un boleto para la sinfónica.
En este aniversario número 180, el sentimiento que predomina es gratitud y orgullo. Gratitud hacia esos hombres y mujeres de ayer y hoy que soplaron trompetas, clarinetes y tubas, que golpearon tambores y platillos, para que la banda nunca dejara de sonar. Orgullo de que Costa Rica tenga esta banda sonora viviente, testigo de nuestra historia desde tiempos convulsos hasta días de paz. Como dijo Manuel María Gutiérrez, compositor de nuestro himno: “La música de nuestras bandas es la voz del pueblo costarricense, su latido hecho canción”. Esa frase resume el espíritu de la música de banda en nuestro país. Cada presentación de una Banda de Concierto es el corazón de Costa Rica resonando al unísono: alegre, solidario y lleno de vida.
Hoy invito a todos los ticos a acercarse un poco más a sus Bandas de Concierto. Asistamos a sus presentaciones, aplaudamos a rabiar después de un solo de saxofón o de un redoble de tambor, acerquémonos a felicitar a esos músicos que quizás nunca han salido en la televisión pero que son pilares de nuestra cultura. Celebremos con ellos este cumpleaños histórico. Al final de cuentas, esta fiesta de 180 años es de todos: de la banda y su público, porque hemos crecido juntos, compartiendo penas y glorias al compás de una marcha, un pasodoble, un himno, un bolero. Que sigan sonando las bandas muchos años más, porque mientras haya una banda tocando en algún parque o plaza de Costa Rica, sabremos que el espíritu de nuestro pueblo sigue vivo, fuerte y festivo. ¡Gracias, queridas Bandas por 180 años de música y esperanza! Gracias por ser nuestros embajadores de alegría del Ministerio de Cultura y Juventud, ustedes son esenciales para el país y el Ministerio.
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