En estos días la colectiva a la que pertenezco, Feministas en Resistencia ha dialogado sobre los femicidios consumados durante los primeros 40 días del año. Quiero compartir en este artículo el principal argumento esgrimido, creo que nos ayudará a entender mejor la situación en la que estamos inmersas.
El uso de la violencia ha sido un elemento central en la historia humana y en nuestro país con especial énfasis en los últimos años. Todas las formas de violencia se han incrementado, desde el sicariato hasta la doméstica.
El Poder Ejecutivo ha declarado también una guerra al régimen democrático y a nuestro estado social de derecho, estructurado mediante las instituciones, este ha sido el principal caballito de batalla de un mandatario que parece usarlo como estrategia para instaurar un orden político contrario al sistema democrático. Avasallar las voces que difieren desde el “púlpito” cada miércoles ha sido de antología, no voy a repetir las puestas en escena porque son de sobra conocidas. Este comportamiento sirve de modelo autoritario y triunfalista para las masculinidades tóxicas que fácilmente encuentran dónde descargar la ira y el poder. La violencia atraviesa y destruye los cuerpos femeninos, esa es su principal venganza.
Dominar y someter a los colaboradores, a la prensa y a la población ha sido un claro derrotero. Por eso grita, emite sonidos, gesticula de forma grotesca. Según las encuestas de opinión esta escuela tiene sus seguidores, donde destaca un sector de hombres que lo aplaude con satisfacción.
Se utiliza y atiza el descontento popular, (un conflicto más grande) para sostener el poder, y se utilizan medios nada ortodoxos para asegurarse la victoria a futuro.
Las anteriores características son propias de un régimen de terror de baja intensidad. Afirmamos que es de baja intensidad en el sentido de que no está expresamente organizada como una fuerza militar, por ejemplo, sino que participan diferentes actores que actúan para tener dominio y afirmación del poder masculino y dominar y disciplinar a las mujeres hasta llegar a la muerte misma, escalando en el camino todas las formas de violencias conocidas.
El uso del terror es siempre de alto impacto porque afecta de forma directa la vida de las mujeres, puede ser en la reducción del ámbito de la libertad, de la autonomía o en la pérdida del sentido de la seguridad y el respeto, hasta llegar a la pérdida de la integridad de las víctimas que mueren en manos de sus parejas o exparejas.
Los cambios sustanciales que se promueven desde la dirección del Inamu son parte del escenario. Los puntos violeta son atendidos por personas que no son funcionarias públicas y que no tienen la capacitación necesaria para atender a las víctimas en los territorios, esto lo afirmo porque lo he constatado personalmente. ¿Por qué cambiar y restructurar todo? ¿Por qué no mejorar la organización principalmente en zonas complicadas?, ¿y en los territorios donde hace faltan profesionales formadas y con experiencia? ¿Por qué descartar la Política Nacional para la Atención y Prevención de la Violencia contra las Mujeres (Planovi) en lugar de fortalecerla?
Lo cierto es que la embestida contra las mujeres va en aumento de forma estrepitosa y la Ruta de Género parece no dar las respuestas necesarias. Los femicidios no son casos aislados, sino que debemos leerlos dentro del sistema como un todo. El estado ha fracasado en la defensa y garantía de la vida de las mujeres. Ha sido débil, complaciente y omiso.
Lo inaudito es que ante las críticas y reclamos de las mujeres el poder culpa a las feministas, cosa nada nueva, esto ha sido la costumbre en los sectores tradicionales y aliados del patriarcado. Las feministas no somos las responsables de esta situación, sino que la señalamos desde la firmeza organizada, donde por años hemos atendido a las víctimas porque el estado no lo ha hecho por desatención o por falta de programas adecuados.
Las mujeres asesinadas bajo este régimen de terror de “baja intensidad” son: Ingrid Espinoza Lanza, Tamara Centeno Murillo, Meribeth Mondragón, Sandra Oporta Salazar, Miriam Fernández Hernández, Sofía Eugenia Calvo Rojas, María Julia Dittel Dittel, Katherine Tatiana López Murillo. Y estamos dispuestas a honrar su memoria.
Nuestra voces y acciones seguirán por siempre en honor a ellas, en cada pálpito, en cada despertar, en cada en cada barrio, en cada pueblo, desde los territorios, cada día con más fuerza. Así lo manifestamos desde la Alianza de Resistencia por la Vida de la Mujeres, donde personas de todas las edades y de todo el país nos hemos organizado para enfrentar la muerte.
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