Costa Rica se encuentra en un momento decisivo, a las puertas del 2025, enfrentando una serie de desafíos cruciales para garantizar un futuro próspero y sostenible. El final del gobierno de Rodrigo Chaves representa una oportunidad única para redefinir las estrategias económicas y sociales que conducirán al país al progreso. Con una visión clara y acciones concretas, Costa Rica puede avanzar significativamente en áreas clave como la educación, la economía y el agro. Sin embargo, es fundamental que todos los sectores de la sociedad, más allá de la política, se involucren activamente en la construcción de un futuro mejor.
Uno de los pilares para lograr este cambio es la educación. El sistema educativo de Costa Rica, que ha sido históricamente un referente en la región, enfrenta hoy el reto de adaptarse a un mundo en constante transformación. Si bien se cuenta con una base sólida en términos de acceso a la educación, el sistema debe orientarse hacia la formación de empresarios, no solo de empleados. En lugar de preparar a los estudiantes únicamente para insertarse en el mercado laboral como asalariados, debemos capacitarlos para que sean creadores de su propio futuro, fomentando el emprendimiento desde la secundaria.
Este enfoque no solo debería promover habilidades técnicas, sino también la mentalidad empresarial necesaria para iniciar y gestionar proyectos. Como parte de mis investigaciones doctorales sobre los Spin off en las universidades de Costa Rica, he observado cómo la colaboración entre el sector académico y el empresarial puede ser una de las claves para el crecimiento económico del país. Las universidades, más allá de ser centros de enseñanza tradicional, deben convertirse en motores de innovación. El fomento de los Spin off, empresas nacidas de ideas innovadoras de investigadores y estudiantes, es una vía eficaz para crear nuevas industrias, generar empleo y contribuir al desarrollo tecnológico de Costa Rica.
De hecho, si las universidades costarricenses integran a los estudiantes en procesos de innovación desde las etapas más tempranas de su formación, y apoyan la creación de Spin off con el respaldo de incubadoras de empresas, acceso a financiamiento y alianzas con empresas del sector privado, estaríamos formando no solo empleados, sino futuros empresarios capaces de transformar el país. Esto debe ser una prioridad para la educación superior en Costa Rica, creando un ecosistema donde la academia, la investigación y el emprendimiento estén estrechamente conectados.
En cuanto a la economía, Costa Rica enfrenta una serie de retos. Aunque en 2024 el país el Banco Central proyecta un crecimiento del 4%, el porcentaje de personas ocupadas es de tan solo 52,6%. Además, los sectores tradicionales como el turismo y la manufactura enfrentan dificultades para sostener el crecimiento económico en el largo plazo. La clave para reactivar la economía en el corto plazo es diversificar las industrias y apostar por sectores emergentes como la biotecnología, las tecnologías digitales y las energías renovables. Aquí también juega un papel crucial la labor de las universidades y las empresas que surgen a partir de ellas, las cuales pueden innovar y generar nuevos productos y servicios con alto valor agregado.
A través de una política más activa de apoyo a las pequeñas y medianas empresas (Pymes), el gobierno debe facilitar el acceso a financiamiento y recursos para que estas empresas puedan crecer, crear empleos y competir en mercados internacionales. El Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) es una herramienta con gran potencial para cumplir con este objetivo. Sin embargo, es necesario que los recursos se distribuyan de manera más eficiente y lleguen rápidamente a aquellos emprendedores que realmente los necesiten. Las Pymes generan casi la mitad de los empleos en Costa Rica, pero además son el motor de la innovación en muchas áreas, desde la tecnología hasta la agricultura.
Este enfoque debe ir acompañado de un esfuerzo por mejorar el entorno empresarial en general, simplificando trámites burocráticos, reduciendo impuestos y ofreciendo incentivos fiscales a aquellas empresas que inviertan en sectores clave para la economía nacional. Si bien el gobierno tiene un papel importante en la creación de este entorno favorable, es esencial que el sector privado también se involucre, ofreciendo colaboración, innovación y el compromiso necesario para construir una economía más dinámica y resiliente.
El sector agropecuario es otro ámbito que necesita una transformación urgente. Aunque sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la economía costarricense, la agricultura enfrenta grandes retos, como el cambio climático, la escasez de mano de obra y la baja rentabilidad de algunos cultivos tradicionales. Sin embargo, el agro tiene un enorme potencial para generar empleo y mejorar la competitividad del país, si se logra modernizar y adoptar nuevas tecnologías. Los modelos de países como Israel, que ha logrado una revolución agrícola a través de la innovación tecnológica, pueden ser un ejemplo a seguir.
Costa Rica tiene el talento y los recursos para aplicar modelos como el riego de precisión, los cultivos en invernaderos y el uso de sensores para monitorear el estado de los cultivos, lo que permitiría optimizar el uso del agua y aumentar la productividad. Este tipo de tecnologías no solo beneficiaría a los grandes productores, sino que también puede ayudar a los pequeños agricultores a mejorar la eficiencia de sus procesos, haciéndolos más competitivos tanto en el mercado local como internacional. Al mismo tiempo, esto podría abrir nuevas oportunidades de empleo en las zonas rurales, fomentando el desarrollo económico en áreas que históricamente han sido marginadas.
Por otro lado, es importante que el agro no solo se enfoque en la modernización de sus procesos, sino también en la sostenibilidad. La agricultura ecológica y regenerativa está ganando terreno en todo el mundo, y Costa Rica podría aprovechar este mercado para posicionarse como líder en la producción de alimentos sostenibles. Esto no solo fortalecería el sector agropecuario, sino que también aumentaría las exportaciones de productos que cumplen con estándares internacionales de sostenibilidad.
La combinación de tecnologías innovadoras, el fomento del emprendimiento y el apoyo a las Pymes tiene el potencial de transformar profundamente la economía costarricense. Sin embargo, esto requiere que tanto el sector público como el privado asuman la responsabilidad de impulsar estas iniciativas. Las universidades tienen un papel crucial en este proceso, no solo como centros de enseñanza, sino también como incubadoras de nuevas empresas que pueden marcar la diferencia. Mi investigación sobre los Spin off en las universidades de Costa Rica ha demostrado que cuando las universidades se convierten en motores de innovación, no solo generan conocimiento, sino también oportunidades económicas reales para el país.
El 2025 debe ser el año en que comencemos a poner en práctica estas estrategias. Con voluntad, cooperación y acción, Costa Rica puede alcanzar el crecimiento económico que necesita, sin importar los obstáculos políticos o las dificultades externas. Es hora de actuar. El futuro está en nuestras manos. Las cosas sí se pueden hacer.
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