Nací y crecí en Costa Rica, nación que reconozco como mi patria. También he vivido en México, Grecia, el Caribe y Estados Unidos. En este último país por bastantes años y por eso la constante de vivir traduciendo palabras. Sin embargo, es siempre el español el idioma al que regreso y con el que conecto para expresar mis emociones. Ese hermoso baile de palabras impulsado por el recuerdo. Para los que somos bilingües el idioma materno suele tener una ventaja emocional sobre el segundo idioma. Sentimos una mayor intensidad emocional al recordar experiencias vividas en ese idioma.
La Dra. Lera Boroditsky, científica cognitiva, ha venido investigando por muchos años las interacciones entre el lenguaje, la percepción y la cognición combinando diversas disciplinas como la antropología, la neurociencia y la lingüística apoyando la hipótesis de que la cognición humana no es universal sino que depende de la lengua y la cultura. Ella sostiene que la lengua materna moldea nuestra forma de pensar y esta convencida de que cuantos más idiomas sepamos, más completa será nuestra forma de entender el mundo. En la publicación ¿Somos una persona distinta cuando hablamos otro idioma? indica:
Algunos estudios han demostrado que, al revivir recuerdos de la infancia, las personas los describen con más detalle y emoción si lo hacen en su lengua materna, ya que fue la lengua en la que etiquetaron esas experiencias. En contraste, la segunda lengua puede facilitar cierta distancia emocional, lo que permite a los hablantes reducir la ansiedad o el pudor al comunicarse en situaciones complejas, como pueden ser aquellas que impliquen la expresión de enojo o de disculpa”.
Así mismo, la escritora Irene Vallejo dice que somos la única especie que explica el mundo con historias. Trabajamos para que el lenguaje esté vivo y que nos acompañe. Vallejo en su artículo Lenguas de Fuego nos dice que al hablar nos comunicamos, pero también dibujamos fronteras, “en el imaginario colectivo tendemos a jerarquizar los idiomas y los acentos. Los imperios y las regiones más prósperas imponen la música poderosa de su voz, mientras que un halo de fragilidad e intemperie envuelve a las más desprotegidas” lo que conlleva a que unos idiomas sean más populares que otros.
Hace poco leí algo muy cercano a lo que significa el español para mí. La escritora peruana-estadounidense Natalia Sylvester dice:
Hay algunas palabras que sencillamente se sienten más auténticas en español que en inglés. Las llamo palabras del hogar y palabras del corazón porque las asocio con el lugar donde más he crecido utilizándolas: en casa, con la familia”.
Ella recuerda que en Estados Unidos una suitcase es para la ropa y las pertenencias cuando alguien viaja pero, para ella, una maleta significaba que la familia había llegado de Perú, cargada de sabores, texturas y recuerdos del lugar en el que nació. En mi caso es y siempre ha sido Costa Rica. El café, los regalos de la familia y esos tantos otros sabores que viven en mí.
Sabemos que el multilingüismo es un fenómeno cada vez más común en un mundo globalizado. Sería interesante explorar la comprensión emocional en relación al idioma en que nos comunicamos. De cómo el lenguaje influye en cómo pensamos sobre el mundo que nos rodea y nuestro transitar en él. De cómo nos percibimos a nosotros mismos y a los demás según el idioma.
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