En la compleja ruta de la sociedad actual donde la intolerancia, la corrupción o el irrespeto prevalecen, es de suma importancia reforzar valores como el respeto, la honestidad y la justicia.

Costa Rica, además, circula por una vía que dista de los valores cívicos y democráticos por los que tradicionalmente se le ha conocido. Los valores son herramientas de vida que nos dictan la diferencia entre lo bueno, lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Son aquellos principios que nos hacen meditar dos veces sobre nuestros actos, por lo que hoy es cuando los estudios en Educación Cívica del Ministerio de Educación Pública (MEP) deben reforzarse y potenciarse. Esto ayudaría a las generaciones más jóvenes a entender y rechazar las corrientes autoritarias que acechan a una buena parte de América Latina, y que ya se asoman por nuestro país.

Mientras que los estudios en valores cívicos buscan fomentar el progreso colectivo mediante la justicia, la tolerancia, el respeto y la solidaridad, los esfuerzos del MEP en ese sentido se fueron quedando atrás. Es mediante estos valores que se proporcionan las herramientas para lograr el pensamiento crítico y objetivo ante un problema político o social. Sin embargo, hoy en día la conciencia social parece ser relativa, pues no hay criterios claros de lo que es correcto, justo o trascendental.

Transparencia Internacional, la organización no gubernamental con sede en Berlín, revela todos los años la clasificación de los países con mejor y peor percepción en materia de corrupción. Lo hace a través del Índice de Percepción de Corrupción (IPC), el cual se concentra propiamente en el sector público de los países que son analizados por dicha organización.

Un país con un elevado IPC indica una buena percepción de valores democráticos, así como bajos niveles de corrupción. En el último IPC del 2023, Costa Rica continúa estancada en dicho índice, obteniendo 55 de 100 puntos. Está lejos de países como Uruguay con 73 puntos o Canadá con 76 y más lejos aún de países como Nueva Zelanda (85 puntos), Finlandia (87 puntos) y Dinamarca (90 puntos).

La diferencia la marcan varios factores, entre ellos el buen funcionamiento de las instituciones democráticas, lo que incluye una cultura de respeto al Estado de Derecho, como la independencia del Poder Judicial y la seguridad jurídica. Los países que se encuentran por debajo del promedio mundial tienen por lo general un gobierno autoritario donde hay una captura del estado por parte del crimen organizado, haciendo que la corrupción sea su vía de manejo.

Por el contrario, los países que están en el lado alto o positivo de la calificación tienen una interesante relación con el termómetro democrático, es decir que los que se perciben como menos corruptos, tienen sistemas de gobiernos democráticos.

En consecuencia, Transparencia Internacional nos muestra datos muy interesantes que estamos desaprovechando y mientras Costa Rica viene deteriorándose en varios marcadores incluyendo por supuesto el de corrupción, el IPC nos muestra que apostar por una mejor educación en civismo sería una interesante apuesta. Sin embargo, actualmente somos víctimas de nuestra propia ignorancia, esa que hace que los ciudadanos apoyen cada vez más a los gobiernos antidemocráticos haciendo un trueque con la decadencia y la corrupción.

Echando un vistazo a nuestro lamentable historial de corrupción donde figuras políticas han sido acusadas de repartirse dineros y ejercer influencias, los casos no terminan de salir ni de sorprender. Un ejemplo en curso es el de la Sociedad Administradora de Fondos de Inversión del BCR que compró once propiedades a un exdiputado, caso que ya se investiga por supuestos sobreprecios y malos manejos.

Los afectados directos son los inversionistas, pero en todos los casos de corrupción, los perjudicados indirectos somos todos los costarricenses. La corrupción nos pesa a todos, pero irónicamente vamos por la ruta de la antidemocracia y la división de opiniones sobre lo que está bien y lo que está mal.

La educación ya no garantiza una formación lo suficientemente importante en valores cívicos y mientras que el MEP analiza un cambio en la materia curricular de religión, en la que se pretende incluir valores y principios comunes a varias creencias religiosas, me hubiera gustado más ver un impulso en la educación de los valores cívicos que contrarrestan la corrupción. Vale la pena ponerle atención a los datos que nos muestra Transparencia Internacional y darle un nuevo enfoque e impulso, a la menospreciada materia de  Educación Cívica.

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