En los últimos días, ha empezado a sonar la idea de que Costa Rica firme un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Israel. A primera vista, puede que suene atractivo, pero si nos detenemos a pensar un momento, hay varios motivos para cuestionarlo y decir “pues la verdad es que no es por ahí”.

Hablemos de comercio. La realidad es que Israel no es uno de nuestros principales socios comerciales, las exportaciones alcanzaron solamente $12.9M, mientras que las importaciones $37.7M, según datos del Observatorio de Complejidad Económica. No compran muchos productos costarricenses, y tampoco hay señales de que estén desesperados por hacerlo. Un TLC podría cambiar eso, pero ¿a qué costo? Podría suceder que aumenten las importaciones de productos israelíes mientras nuestras exportaciones a ese país sigan igual de bajas. Es decir, importaríamos más y exportaríamos poco, lo que terminaría generando un déficit aún más grande, cosa que no nos conviene.

En la actualidad los principales productos que se exportan a Israel son dispositivos médicos, bananos y piña, productos electrónicos y café, en ese orden, mientras que los principales que se importan son agroquímicos, tecnología relacionada con la agricultura, equipos médicos y hardware y software especializados. Diría David Ricardo que ambos aprovechan sus ventajas comparativas para comerciar.

Pero recordemos además que los dispositivos médicos que exportamos son producidos por empresas extrajeras, en régimen de zona franca y si bien se puede argumentar que dan empleo, los beneficios reales de estas exportaciones, no los percibimos acá en el país.

Por otro lado, pensemos en nuestra gente. Costa Rica se ha hecho un nombre gracias a sus productos agrícolas, pero el mercado es duro y nuestros productores ya enfrentan bastantes retos, incluyendo los puestos por el mismo gobierno, como “La Ruta de Arroz”. Israel es un país que ha desarrollado tecnología muy avanzada para la agricultura y otros sectores, y eso podría poner a nuestros agricultores en una situación difícil. ¿Cómo van a competir los pequeños y medianos productores con productos de alta calidad y más baratos? Esto podría significar menos oportunidades para quienes ya están luchando por sobrevivir en un mercado global cada vez más competitivo.

Ahora, es cierto que un TLC eliminaría algunas barreras arancelarias, pero no nos engañemos. Las exportaciones costarricenses seguirían enfrentando obstáculos importantes en Israel. Las normas de calidad y los requisitos técnicos en ese país son bastante estrictos, y nuestros productores podrían seguir viendo problemas para ingresar al mercado israelí, ya que las normas fitosanitarias podrían funcionar también como barreras comerciales. Mientras tanto, las empresas israelíes sí tendrían una vía libre para entrar en Costa Rica con sus productos tecnológicos y médicos.

Además, pensemos en la estrategia comercial de Costa Rica. En lugar de perder tiempo y recursos negociando un TLC con Israel, sería más inteligente centrarse en fortalecer las relaciones que ya tenemos con países como Estados Unidos, la Unión Europea, y socios asiáticos como China y Corea del Sur. Ahí es donde realmente está el potencial para crecer. Firmar un tratado con Israel podría terminar distrayendo nuestra atención de estos mercados estratégicos, y eso no tiene mucho sentido.

Pero no todo es plata. También hay que tener en cuenta las cuestiones éticas y políticas. Todos somos testigos del genocidio que se está llevando a cabo en Palestina. Las acciones del gobierno israelí en Palestina han sistemáticas en la violación a los derechos humanos más básicos. Costa Rica siempre ha sido un país comprometido con la paz y la justicia, y firmar un acuerdo comercial con Israel podría parecer una especie de respaldo a sus políticas en la región. ¿Es eso lo que queremos? No solo nos afectaría económicamente, sino que también dañaría nuestra imagen en la comunidad internacional, que ya bastante ha erosionado el gobierno Chaves Robles.

No podemos ignorar que la región en la que se encuentra Israel es una zona de tensiones y conflictos constantes. Esto introduce riesgos adicionales en términos de estabilidad para cualquier acuerdo comercial que firmemos. Si nos metemos de lleno en un TLC con Israel, podríamos terminar expuestos a esos conflictos, afectando nuestras cadenas de suministro y hasta generando presiones políticas que no necesitamos.

Al final del día, la idea de un TLC con Israel puede parecer interesante para algunos, pero no es una prioridad para Costa Rica. Debemos concentrarnos en fortalecer nuestras relaciones con socios que realmente tengan el potencial de ayudarnos a crecer y en mantener nuestros principios. El comercio es importante, pero no podemos sacrificar nuestros valores ni ignorar las posibles consecuencias éticas y políticas de nuestras decisiones. Costa Rica debe ser estratégica y, sobre todo, fiel a lo que siempre ha defendido: la paz, la justicia y el bienestar de su gente.

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