Lo primero que incomoda a un dictador es el ordenamiento normativo e institucional, porque esos son los verdaderos frenos a la sed del autoritarista, quién aspira a un régimen autocrático no tiene miramientos en descalificar y destruir el sistema democrático construido  como república independiente.   Larga ha sido la historia y la lucha por mejorar el sistema que nos gobierna, que no es perfecto, pero sí es el resultado del trabajo de muchas personas, y de la evolución institucional que hemos vivido como país.  No vamos a realizar un esbozo histórico del desarrollo de nuestras instituciones, no es el objetivo por el momento.

Precisamente el ataque sistemático ocurre porque representan verdaderos frenos al poder absoluto. Ese es el elemento constitutivo básico para los discursos de odio que escuchamos a diario en la palestra oficial, durante los últimos tres años. 

No hay respeto, ni reconocimiento en el líder autoritario por el estado de derecho, precisamente porque lo detiene en su afán desmedido de hacer su voluntad y nada más su voluntad. La violencia verbal es peligrosa, entre otras cosas porque desde el atril del gobernante tiene poder y tiende a ser imitada por muchos machos alfas, debemos tener presente que las rabietas no hacen a una persona gobernante. Los estadistas generan formas democráticas y con peso moral que los respalde.

Y lo más lamentable es que la materialización de ese brío pasa por cercenar la seguridad social, darle un golpe de muerte a lo que va quedando de la educación pública, otrora baluarte de movilidad social y económica, para poner solo dos ejemplos.  Y de paso descalificar a toda la estructura que políticamente escogimos de forma manifiesta.

La estrategia es fabricar “enemigos” del pueblo, es un viejo ardid, por cierto, que busca colocar como supremo a un salvador, es un mesianismo enfermizo como todos los mesianismos. Porque la gobernanza se hace en conjunto y con la participación de los poderes de la república legítimamente instaurados y escuchando a la ciudadanía, a todos los sectores sociales y no solamente a los que favorecen el pensamiento propio, o sea a los de la capilla. Claro esto lo hace un líder democrático, de los otros, los seudo caudillos no podemos esperar un comportamiento coherente. 

Ese estilo rebusca entre las limitaciones del estado la gasolina para prender discursos que atropellan la dignidad de otras personas y lo más lamentable, de los poderes de la república que hemos escogido de forma democrática como organización política.

Una larga historia de modelos constitucionales y de prácticas que tienden a mejorar y a perfeccionar el modelo son descalificadas con la promesa de librarnos de la corrupción, y con la queja constante de que no gobierna porque el sistema no se lo permite.  

No, no gobierna porque encabeza un grupo rejuntado con el único norte de instaurar un régimen sin controles institucionales que le permitan hacer lo que le plazca, que es precisamente llevarnos a una debacle social, que ya está cobrando víctimas, sino que lo digan las llamadas “listas de espera” de las personas enfermas que ahora se han convertido en “listas de muerte”, porque fallecen esperando las citas, los medicamentos, los tratamiento quirúrgicos o paliativos.

No merecemos tanta ignominia, las personas ciudadanas que hemos crecido en un estado que ha velado por el desarrollo humano a pesar de las limitaciones. Todavía estamos a tiempo de enderezar la ruta, ejercer nuestra ciudadanía y avanzar, nos estamos limitando a defender la herencia de los ancestros que ha sido el estado social de derecho, pero este pueblo debe avanzar y buscar estándares más altos de vida para toda la población y no solamente llorar sobre la leche derramada, las futuras generaciones lo demandan.

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