La moral pública está sujeta a cambios históricos; y está a su vez a la realidad internacional. La identidad colectiva precisamente se construye a partir de estas aristas.
Un caso claro es el de Japón. Japón fue a principios del siglo XX una potencia mundial de corte militarista y expansionista, frecuentemente luchando con Rusia, Corea y China por mayores territorios en Asia Oriental. El principio del fin de esta ruta fue la derrota japonesa tras la Segunda Guerra Mundial: el país perdió todas sus posesiones fuera de Japón propiamente, estuvo ocupado por el ejército estadounidense y tuvo que lidiar con el desastre humanitario causado por el lanzamiento de dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Es interesante analizar el cambio de mentalidad que conlleva esta experiencia histórica, sobre todo en el comportamiento de Japón en el plano internacional. Las fuerzas armadas perdieron mucho poder en la toma de decisiones en política exterior, y el colonialismo perdía legitimidad en el mundo de forma acelerada a mediados de 1950.
El país rápidamente fue cayendo en la cuenta que debía reinventarse si quería ser relevante en el plano internacional. Para ello cambió su identidad colectiva. Según el constructivismo, una escuela de pensamiento en las relaciones internacionales, los Estados tienen identidades colectivas que aprenden de sus experiencias históricas o bien las aprenden al socializarse en la comunidad internacional.
En el pasado, señalan esta teoría, el colonialismo fue aceptado internacionalmente pues las grandes potencias lo practicaban y configuraron sus identidades en está práctica. En la actualidad, muchos países de altos ingresos cooperan con países de bajos ingresos para fomentar su desarrollo socioeconómico; práctica vista como moral y necesaria por la comunidad internacional. Los países emulan las tendencias para ser aceptados plenamente, y hacen de esta forma más populares estas tendencias.
Japón estableció el JICA (acrónimo en inglés de Agencia Japonesa de Cooperación Internacional) en 1974 para canalizar su nueva identidad colectiva. Así las cosas, el país cambió la producción de armas y la invasión de países vecinos por el financiamiento de ayudas a la sanidad pública, la educación, infraestructura y asesoría en muchas partes del mundo. En Costa Rica, por ejemplo, Japón ha estado continuamente en el top 3 de países que invierten más dinero en cooperación internacional dedicada a nuestro país.
El JICA asistió notablemente a la construcción del puerto de Caldera, a la preparación del equipo nacional de natación que brilló en el Campeonato Centroamericano de Natación durante 1976, a la compra de activos médicos en la Caja Costarricense de Seguridad Social y a programas educativos en sostenibilidad ambiental implementados en el Ministerio de Educación Pública.
Así las cosas, Japón constituye un excelente ejemplo de cómo un Estado puede modificar sus intereses en el plano internacional mediante la socialización de nuevas ideas e identidades colectivas. Alemania es otro ejemplo de Estado cooperante al desarrollo con un gran reconocimiento internacional, así como Reino Unido y Francia e inclusive China.
Estos cambios positivos amplían la esperanza de que la realidad internacional se vuelva más pacífica cuando los Estados renuncien a la vía armada como forma de manifestar su poder y tomar decisiones geopolíticas; para más bien cooperar con otros Estados.
Es la única forma de evitar que la guerra desgaste nuestros recursos planetarios sin proveer mayores beneficios para la humanidad en general, sin contar las vidas que se pueden salvar si cooperamos en vez de aniquilarnos entre nosotros; sea por razones políticas o religiosas.
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