Uno se preguntaría, cómo una familia que, con dificultad compra comida, podría invertir en educación. Puedo argumentar ante eso que la inversión no es solamente en dinero, se debe invertir tiempo en educación, en vez de jugar al fútbol durante tardes enteras, mañanas enteras, la niñez y la adolescencia deberían invertir una parte de ese tiempo en instruirse, las madres y padres deberían leer algo más que las tiras cómicas, si es que las leen, ver programas que les instruyan, no solo la basura de los canales de televisión que en poco o nada contribuyen al mejoramiento de la calidad de su cultura.

El Gobierno hace algunos esfuerzos por “educar” a la población, pero se queda muy corto. No se trata solamente de enseñar a repetir que A² + B² = C², requerimos una ciudadanía educada a través de la investigación, el debate, la discusión argumentativa, no esa enseñanza memorística, que sigue siendo el timón de punta inclusive en la Universidad de Costa Rica. Hay un amplio sector de la población que, a pesar de concluir los estudios secundarios, son verdaderos analfabetas. Memorizaron contenidos para reproducirlos en una prueba, al final de la cual no recuerdan casi nada.

Es vital la educación en la transformación de los pueblos, pues es a partir de esta que la ciudadanía asume los cambios en los valores; empero, la falta de esta nos vuelve, como ahora, una sociedad enferma y decadente, donde los sicarios y vendedores de droga se vuelven héroes para muchos jóvenes.

Estamos en una encrucijada, no solo los “educadores(as)” se han maleado, (con muy poquísimas excepciones) en todos los ámbitos de la sociedad y en todas las profesiones, técnicos y oficios encontramos una debacle en las costumbres. La sociedad requiere maestros(as) conscientes de su papel social de transformación hacia una nueva cultura, menos clasista, más integral, más crítica, más justa.

No se trata de valoraciones morales, sino de requerimientos culturales, que permitan a la sociedad equipararse para los rápidos cambios del mundo moderno; hay un constante interés en las políticas públicas para modernizar el sistema educativo (debo excluir a este Gobierno) pero no existe una dinámica clara para acelerar el proceso que requiere el país y es por eso que se dan palos de ciego en las políticas educativas.

Entonces, no basta con darles el recurso, precisa darles primero una formación que los prepare para utilizar la tecnología apropiadamente, se requiere instruirlos en valores para la vida en comunidad.

Son obligatorias las innovaciones en todo el plano educativo para producir y crecer, pero no solo innovaciones tecnológicas. El problema en Costa Rica es que, con los cambios de gobierno, cambian también las políticas, lo cual desacelera todo proceso de innovación que se haya iniciado y que debería ser permanente si se quiere mantener una estructura que cambie los derroteros culturales del país.

Existe otro problema con el sistema educativo y es que los profesionales de la educación no son bien remunerados, pero tampoco están preparados(as) en sus diferentes áreas. En sobradas ocasiones, sus estudiantes descubren que quien les “enseña” no sabe y esto es grave para la credibilidad del profesor(a) y para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Lo indecible es que al Estado parece no importarle.

Desde esta perspectiva se hace difícil dignificar la profesión del profesor(a), especialmente, en primaria y secundaria, no solo porque carecen del conocimiento requerido, sino también porque sus salarios son insuficientes. En escuelas y colegios podemos ver docentes vendiendo ropa interior, perfumes, relojes, hasta rifas y cuanto sea posible para ajustar sus degradantes salarios. En estas condiciones no es posible tener un buen sistema educativo, se requiere fundamentalmente, un cuerpo docente respetable.

Por otra parte, la sociedad costarricense debe facilitar a todas las personas una educación basada en el diálogo, en el uso responsable de la libertad, en el descubrimiento y desarrollo de las propias habilidades, en la autonomía, en la empatía con el otro.

Somos una sociedad marcada por enormes asimetrías, que genera “lisiados de guerra” (sujetos que provienen de hogares con enormes carencias educacionales, afectivas, por ende, económicas). Sujetos que se criaron sin tener un techo que los cobije, una salud integral, que les permita desarrollarse satisfactoriamente, una alimentación adecuada, entonces, en definitiva, nos convertimos en una sociedad fragmentada, amaestrada porque carece de las herramientas intelectuales que le permitan analizar la realidad en la que vive.

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