En junio de 2015, en su columna del diario La Stampa, el semiólogo italiano Umberto Eco señaló que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que antes hablaban solamente en el bar, después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad”.
Era el mismo Umberto Eco que medio siglo atrás disertaba con sentido del humor, en un célebre ensayo titulado Apocalípticos e integrados (1964), sobre los medios de comunicación masiva y la cultura popular. Era el mismo, pero distinto. Entonces llamó “la invasión de los idiotas” a la comunidad de usuarios que crecía, desde los años sesenta, alrededor de las redes sociales.
En 2015, Eco sabía que casi 3 mil millones de adultos se conectaban diariamente a Internet y que más de dos tercios repartía su tiempo en línea entre Facebook y Youtube. Había visto, como diría cualquier apocalíptico que se respete, el principio del fin.
Hoy, los usuarios de las redes sociales son multitud. Si fuera un país, Facebook sería el país más poblado del mundo, con 2936 millones de usuarios. Le siguen Youtube, con 2291 millones, WhatsApp, con 2000 millones, e Instagram, con 1287 millones de usuarios. Estos números, previsiblemente, aumentan cada día.
Las redes sociales conectan a personas y organizaciones de todo el mundo de manera rápida, sin jerarquías ni límites físicos. Son inmediatas, acortan distancias y permiten compartir información, pero son también lugares propicios para el acoso, las noticias falsas y las teorías de la conspiración. Por otra parte, conectarnos a las redes sociales supone, en buena medida, desconectarse de la realidad. Existe un término para referirse a esto: smobie, que surge de la contracción entre las palabras smartphone y zombie.
Recientemente tuve oportunidad de conversar sobre las redes sociales, en La Telaraña, con Camilo Retana e Ignacio Siles. Camilo es un filósofo que ha recibido en dos ocasiones el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en la rama de ensayo; la más reciente por su libro Contra lo light, que incluye un texto sobre las redes sociales. Ignacio es un investigador del Centro de Investigación en Comunicación de la Universidad de Costa Rica, que ha escrito libros y ensayos sobre las relaciones entre tecnología, comunicación y sociedad.
Es abrumador pensar en las formas en que las redes sociales utilizan, o podrían utilizar, la información confidencial de los usuarios. Información como la edad, los gustos, la localización o el historial de búsqueda, por ejemplo. ¿Se trata de un servicio útil y personalizado o de una invasión a nuestra privacidad, que excede los límites imaginados? ¿Es posible hacer un uso sensato de las redes sociales o estamos condenados a engrosar las legiones de idiotas que fueron señaladas por Umberto Eco? ¿Afectan o benefician las redes sociales a nuestras comunidades? ¿O ambas?
Les invito a escuchar, pensar y disfrutar.
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