Era cierto día de enero del presente año, venia de trabajar esa noche, cuando de repente entre las aceras venían dos personas, sí personas en condición de calle no lo olvide, personas, con una expresión humorística que rompía el frio y lo poco acogedora que es la ciudad de San José, ese hombre tenía un humor, una creatividad que no se la encuentras usualmente ni al más ingenioso montuno de la ciudad, Emeterio Viales se queda corto.

El mismo me mira de largo de largo y empieza a humorizar con una sátira sublime de lo que su experiencia en calle logra atestiguar, diciendo lo siguiente en forma de rima, verso y canto, “señor policía municipal que mete los chunches en el carro y luego nadie sabe dónde están” “qué se hacen para donde van” “si yo no tengo agua ni pan” cuanta realidad cantaba aquel hombre sucio y en harapos de lo que su vivencia en calle mira todos los días.

A lo cual le respondí gentilmente, su talento se está desperdiciando, vaya a la Avenida Central y haga esto mismo con la gente, de fijo logra recoger dinero, para su agua y pan, su compañero marginado acuña lo siguiente “yo lo apoyo para mañana es tarde”. Ese hombre que para muchos puede ser un pordiosero, un mendigo o un hijo de la calle me había dado una de las lecciones más grandes a principios de este año, la realidad que también él lee, percibe y entiende, la realidad de la cual se dan cuenta, al ser invisibilizados en el contexto que transitan y viven todos los días.

Ese hombre en sus versos, en su prosa denuncia una realidad que todos los días vemos en San José y en otros cantones del país, la realidad de los tomates, los chiles, las papas, los chayotes, las, medias, los juguetes, la comida clandestina, es decir, la mercancía de las personas vendedoras ambulantes, los chuches, tan indiferentes somos como sociedad,  para no darnos cuenta de que estas personas, las vendedoras ambulantes la pulsean día a día al igual que todos nosotros y nosotras, se es sabido que vivimos en la sociedad de la indiferencia, del individualismo pero día con día nos dirigimos a un nuevo cataclismo ya no natural sino humano.

Como es que por años no se han construido propuestas municipales que permitan reagrupar a vendedores ambulantes por sectores, asignarles un espacio, una calle, algo así como el mercado callejero de chunches, donde tanto el vendedor ambulante pueda vender su mercancía y la gente pueda comprarles sin temor alguno.

Es tan difícil entender que esta gente en su condición de vendedores ambulantes, muchas de ellas mujeres migrantes, que  debido a su condición migratoria no pueden formalizar todo el proceso burocrático para emprender en lo más básico como lo es tener una patente, pagar un local, tener permisos del Ministerio de Salud, pagar un Seguro Social, pagar un Seguro Laboral, tener factura electrónica, ect, no se ve su condición de migrantes, de informalidad.

Encima de toda esta verticalidad que sufren, la represión institucional es echarles  la policía municipal, quienes le despojan de sus mercancías, la política del terror, del miedo, cualquiera que pase cerca de una persona vendedora ambulante se da cuenta del estado de hipervigilancia en la que encuentra, y sobra quienes les han visto echarse una carrera,  a las mismas no solo se les despoja de sus mercancías sino también de sus ingresos, de su alimentación, de su techo, de sus seguridades más básicas, ya que viven el día a día.

Alguien les ha preguntado a estas personas ambulantes cómo se les puede ayudar, alguien ha demarcado un espacio público alguna vez y que este sea el mercado de chunches al aire libre y se les cobre una contribución accesible acorde a sus realidades para ocupar un espacio por día, por semana, por mes, sin que tengan que correr con los tiliches al hombro cuando vienen los municipales o que se les lleven su mercancía, alguien ha preguntado ¿cómo? dar una solución sin hacerlos desaparecer del contexto y reprimirles.

Otra cuestión ética, qué se hacen los chunches decomisados, cuestión ética que plantea ese mendigo en su prosa, en su verso, sí, que se hacen los carritos llenos de verduras, las naranjas, los chayotes, las medias, los chunches cuando la policía municipal los decomisa, donde se depositan o ¿se vuelven comercializar en este juego de los clandestinos? Ha resuelto algo quitarles los chunches a las personas vendedoras ambulantes, verdad que no, la realidad supera la ficción.

Entonces, ¿qué hacer? preguntar señores, señoras con voluntad política de poder ayudar a partir de las realidades de estas personas, ya me imaginé unas cuadras llenas de chuches con esta gente tranquila vendiendo sus productos, garantizando sus derechos más básicos como lo son comida, ropa y techo, formas infinitas de como solucionar un problema las hay, lo que falta es voluntad.

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