"En el corazón de Centroamérica, entre las majestuosas montañas y las exuberantes selvas tropicales, yace un tesoro invaluable que define la identidad de Costa Rica: su agua potable", bonito discurso el que hemos replicado año tras año sin dimensionar el tamaño del monstruo que nos ha pisado los talones por décadas.
En medio de la rutina diaria, es fácil pasar por alto la esencia misma de la vida: el agua potable. Este recurso precioso, que a menudo damos por sentado, es la piedra angular de la existencia humana y, sin embargo, su importancia crítica está siendo subestimada en gran medida. A medida que avanzamos en el siglo XXI, enfrentamos el agotamiento creciente de este recurso vital, un problema que merece nuestra atención inmediata y acciones decisivas.
Creo que no he sido la única que ha pecado de presumir un poco el tema de la potabilidad del agua en nuestro país al hablar con personas extranjeras. Aunque bueno, cada año esa conversación se había ido tornando más incómoda, ya no era “en todo el país podés tomar agua del tubo” si no, “en casi todo el territorio” o “en zonas no tan agrícolas” porque, claro está que, las primeras alertas se han ido generando debido a la contaminación por agroquímicos.
Hace no mucho tiempo me encontraba fuera de nuestras fronteras, compartiendo historias y realidades con personas de países como Ruanda, Namibia y Zimbabue. Como costarricense que creció en una zona bastante privilegiada en cuanto al abastecimiento de agua, me parecían irreales sus historias sobre las horas caminando y haciendo fila para obtener un poco del líquido vital. Y si bien es cierto, gracias a la vida, la situación en Costa Rica no ha llegado a ese nivel, la realidad es que estamos en un punto crítico.
El pasado lunes 22 de enero se encendieron las alarmas. Mensajes y alertas de preocupación sobre el olor y sabor del agua inundaron las redes sociales, grupos y chats. Entre muchísima incertidumbre y rumores, tres días después llegó el comunicado oficial sobre la contaminación del líquido, a mi criterio, las medidas precautorias no fueron suficientes ni oportunas. Pero bueno, ahí estábamos como buenos ticos tomándonos la noticia con humor y optimismo, publicando memes y vídeos.
Deja de ser gracioso el tema, cuando te toca salir a “atajar” al camión cisterna para recolectar un poco de agua potable. Deja de ser gracioso cuando no tenés muchas opciones más que bañarte con agua contaminada por hidrocarburos porque hay que ir a trabajar o cuando estás en una reunión de negocios con un cliente importante, ojalá extranjero, que nota que algo anda mal con el agua que está servida sobre la mesa. No hay forma de dejar de pensar en las personas con movilidad limitada, familias con adultos mayores o niños que a falta de información o soluciones llevan más de 8 días en esta situación.
Acá no pretendo señalar responsables. Pero creo que es una oportunidad invaluable para que sembremos la empatía. Hoy son tres cantones del Gran Área Metropolitana los que están sufriendo esta afectación. Pero existen comunidades enteras en este país que viven en la incertidumbre desde hace años debido a la contaminación de fuentes de agua.
El agua potable es un recurso esencial para la supervivencia humana y el desarrollo sostenible. Aunque aproximadamente el 71% de la superficie terrestre está cubierta de agua, solo el 2.5% de ella es agua dulce, y una fracción aún menor es accesible como agua potable. El resto se encuentra en los océanos, inaccesible para el consumo humano directo. Este desequilibrio resalta la fragilidad de nuestro suministro de agua y destaca la necesidad crítica de gestionar y conservar eficientemente este recurso vital.
El agotamiento del agua potable tiene consecuencias significativas para la salud humana, la seguridad alimentaria y el medio ambiente en general. Sin suficiente agua potable, las comunidades son vulnerables a enfermedades, la agricultura se ve amenazada y los ecosistemas acuáticos se desequilibran. Además, la escasez de agua puede desencadenar conflictos y tensiones entre comunidades y a mayor escala, entre países que compiten por este recurso limitado.
Es imperativo que abordemos este problema de frente y adoptemos medidas para conservar y proteger nuestro suministro de agua potable. Quizá no es atractivo invertir en infraestructura cuando esta se encuentra debajo del asfalto, cuando no es presumible en etapa electoral, quizá no da los réditos políticos que algunos esperan cosechar pero la conciencia pública sobre la importancia del agua debe aumentar, promoviendo la responsabilidad individual y colectiva en la atención urgente al tema. Además, se deben implementar políticas y prácticas sostenibles en la gestión del agua, con un enfoque en la reducción de la contaminación y la promoción de la reutilización y la circularidad del agua.
No quiero dejar pasar la oportunidad para destacar que este episodio de contaminación del agua por hidrocarburos, es un fuerte llamado de atención a que ante un desastre ambiental —causado por influencia humana— no estamos preparados para una respuesta pronta y oportuna. Factor a tener en mente cuando se tocan temas sobre explotación de algunos recursos cuyas repercusiones, queda evidenciado, podrían llegar a ser devastadoras para nuestras comunidades.
La inversión en tecnologías innovadoras y en infraestructuras que mejoren la eficiencia en el uso del agua es esencial. Desde la agricultura hasta la industria, debemos adoptar prácticas que minimicen el desperdicio y maximicen la utilización responsable de este recurso escaso.
En este momento nos estamos sumando a los países que se encuentran enfrentando el desafío global que significa la crisis del agua. La inversión en prácticas sostenibles y la adopción de un enfoque consciente del agua son pasos cruciales hacia un futuro donde todos tengan acceso a este recurso fundamental para la vida.
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