Desde el año 2015 se ha venido conversando sobre la urgencia de la aprobación de la Agenda 2030, que propone diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los cuales tienen como propósito garantizar un equilibrio entre el bienestar social, natural, económico y político a partir de la lucha contra la desigualdad y el mejoramiento de las condiciones educativas, salubres, biodiversas y climáticas.

No obstante, el periodo de tiempo establecido está más cerca y los ODS se vislumbran como un futuro incierto y hasta utópico. Según el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2023 de la Organización de Naciones Unidas, se está corriendo el riesgo de que haya una involución sobre las metas planteadas puesto que el 30% de las mismas no han avanzado e incluso han tenido retrocesos. Por lo que para el año 2030 no se estarían cumpliendo con los propósitos planteados.

Por otro lado, algunos teóricos de la ecología demuestran que ningún desarrollo es sostenible a causa de la dicotomía entre crecimiento económico infinito y preservación de la naturaleza. Aunque también hay que dar algo de mérito a la necesidad que constituye la creación de una nueva gestión pública enfatizada en el bienestar social. Es decir, creer en el desarrollo sostenible -aunque resulte un simbolismo y un efecto político placebo- también busca paliar, desde una visión desarrollista, a una necesidad urgente.

Por tal razón, la población está en un punto de incertidumbre y vulnerabilidad. Problemas de salud física y mental, emergencias climáticas, contaminación del aire y del recurso hídrico, así como otros eventos que atañen según la época del año, son algunas de las preocupaciones que se convierten en un círculo vicioso para la sociedad. Pues, si hay contaminación, hay calentamiento global, hay condiciones atmosféricas extremas que inciden nuevamente en la contaminación. Hay afectación a la producción agrícola, lo que impide el desarrollo sano de las personas, condicionando de manera física y mental al bienestar. Y así sucesivamente, impidiendo que las personas gocen de los derechos humanos que se les debe garantizar.

Por el contrario, las formas de ejercer la administración pública no se encaminan a seguir las recomendaciones técnicas para conseguir la armonía necesaria. Pero pensándolo bien, ¿qué se hará cuando la tierra esté seca o sobresaturada a causa de los desastres naturales? ¿Cuándo se destruya todo lo que se ha construido? E incluso, ¿el día que la se genere una afectación severa a la agricultura, que resulta el sustento de cada día? ¿Qué se hará el día en que los paisajes costarricenses dejen de atraer turismo y por ende su generación al Producto Interno Bruto (PIB) del país deje de ser significativa?

En el caso de Costa Rica, según el Análisis de avance en los indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) respecto a las metas globales de la Agenda 2030 de Costa Rica (2022), sólo 17 indicadores demuestran metas sustanciales o completamente alcanzadas y 22 indicadores se caracterizan por un progreso satisfactorio pero que requiere aceleración. Mientras 41 indicadores se encuentran estancados, 6 muestran un retroceso y 18 requieren de información para poder estimar sus logros.

Actualmente, se está tomando la vía corta. Solucionar algunos problemas de forma rápida para ir generando un bienestar relativo de la forma más barata, no obstante, a largo plazo puede resultar la forma más larga y cara. Pues, se pasan destinando fondos a reparaciones inmediatas, pero nadie está trabajando en el compromiso real, en la búsqueda y solución de los problemas desde su raíz.

El discurso actual se centra en pensar la Agenda 2030 para garantizar el futuro de las nuevas generaciones, pero ya hay generaciones jóvenes y adultas viviendo malas experiencias a causa del cambio climático y la crisis ecológica. Tampoco es buen momento para culpabilizar a la otredad, por el contrario, hay que considerar desde la empatía a las poblaciones vulnerables que se están viendo afectadas por el modelo de toma de decisiones actual. Por lo que es necesario dejar de pensar en la parte discursiva e implementarlo con una voluntad política y colectiva que garantice la realización plena de cada ser vivo.

Si el medio ambiente se encuentra correctamente equilibrado, las personas a través de su alimentación y calidad de vida sana se encontrarán en mejores condiciones. Lo que garantiza una producción económica de mayor provecho para todos los sectores sociales. Entonces, ¿qué se espera para realizar una toma de decisiones a partir de un modelo de gobernanza que garantice la inclusión real?

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