A propósito de lo sucedido con el caso “Gallo Tapado” en donde, presuntamente, funcionarios del Banco Nacional defraudaron a la institución por más de tres mil millones de colones, es importante recordar que ninguna entidad, pública o privada, está exenta de los delitos ocupacionales, salvo que se tomen las medidas pertinentes.
Los fraudes internos u ocupacionales representan una amenaza significativa para la estabilidad y reputación de la empresa. Estos actos ilícitos son perpetrados por empleados de la propia organización y pueden manifestarse de diversas formas, desde malversación de fondos hasta manipulación de información financiera. Comprender las causas subyacentes, las consecuencias y la implementación de estrategias preventivas son cruciales para proteger los intereses de la empresa.
Desde el año 1961, el criminólogo Donald Ray Cressey desarrolló un modelo que hoy en día se mantiene vigente: El Triángulo del Fraude. Este modelo explica por qué personas consideradas buenas y de confianza para la organización, terminan defraudado a la entidad. Dicha explicación se centra en tres elementos:
- Presión o motivación. Se considera que es el primer elemento en aparecer. El empleado tiene dificultades financieras personales, como deudas, problemas de salud o problemas familiares. Esta presión por resolver dichos problemas puede generar que la persona empiece a considerar obtener fondos de manera ilegítima.
- Oportunidad. Al tener la presión citada, la persona percibe que la falta de controles internos sólidos y la supervisión inadecuada crean oportunidades para la comisión de fraudes. La ausencia de mecanismos efectivos para detectar y prevenir actividades fraudulentas facilita la realización de actos ilícitos. Con frecuencia, este paso inicia con un tanteo, de tal modo que se inicia defraudando un monto de poco valor, así cuando la persona siente que su conducta pasó desapercibida, de forma paulatina incrementa el valor de sus defraudaciones.
- Racionalización. La persona desarrolla justificaciones éticas o morales para sus acciones fraudulentas. Pueden convencerse a sí mismos de que están compensando injusticias percibidas, enfrentando circunstancias excepcionales que justifican su comportamiento, o bien, que el monto del fraude no afectará a la compañía. Así, cumpliéndose con los tres elementos, “la confianza rompe el saco”.
Lo primero que se piensa es en el daño financiero, ya que estos fraudes pueden tener un impacto significativo en las finanzas de la empresa. La malversación de fondos, la manipulación de registros contables y otras actividades fraudulentas pueden resultar en pérdidas financieras sustanciales.
Pero no se debe dejar de lado la reputación empresarial. La confianza de los clientes, socios comerciales y empleados se ve afectada negativamente cuando se descubre un fraude interno. La reputación de la empresa puede sufrir daños duraderos, lo que puede afectar las relaciones comerciales a largo plazo.
Además, pueden ocasionar un impacto en la moral de los empleados. La revelación de fraudes internos puede tener un efecto perjudicial en la moral de los empleados que no estuvieron involucrados en las actividades ilícitas. Esto puede generar desconfianza y resentimiento dentro de la organización.
Entonces, si se conocen las causas, cabe preguntarnos ¿qué estrategias se pueden implementar a efectos de prevenir los fraudes internos? Entre ellas, se puede citar el fomento de una cultura organizacional ética, contar con un canal de denuncias adecuado y la aplicación de controles internos sólidos:
- Cultura organizacional ética. Fomentar una cultura organizacional basada en la ética y la integridad es fundamental. Los líderes deben establecer un ejemplo positivo y promover valores que desalienten cualquier forma de comportamiento fraudulento.
- Canal de denuncias. Establecer un canal de denuncias confidencial y accesible permite a los empleados informar de manera segura cualquier comportamiento sospechoso. Esto puede actuar como un elemento disuasorio y facilitar la detección temprana de fraudes internos.
- Controles internos. Implementar controles internos sólidos, como auditorías regulares, segregación de funciones y revisiones periódicas de los procesos financieros, puede ayudar a prevenir y detectar fraudes internos de manera temprana. Por este motivo, es altamente recomendado que las empresas efectúen un diagnóstico para conocer posibles fallas en sus procesos financieros.
Ahora bien, ¿qué se debe hacer una vez que la empresa tiene noticia de la posible comisión de un fraude por parte de uno de sus funcionarios?
Lo más importante es buscar inmediatamente la asesoría legal externa de personas con experiencia en la materia, quienes con el apoyo de auditores forenses podrán realizar una investigación preliminar de los cuales se obtendrá los insumos adecuados para la aplicación de las medidas legales correspondientes.
En conclusión, la mejor medicina es la prevención por medio de un abordaje integral que abarque desde la creación de una cultura ética hasta la implementación de controles rigurosos. La fiscalización periódica y la respuesta proactiva son clave para proteger los activos y la reputación de la empresa en un entorno empresarial cada vez más complejo.
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