Los niños, niñas y jóvenes del país están cayendo en la indefensión. Tenemos una ministra de Educación que ni está capacitada para su función, ni tiene la más mínima intención de aprender, porque como casi todas las personas que han seguido adelante con el gobierno de Rodrigo Chaves, vino a destruir y a cortar presupuestos en cosas fundamentales.

Aunque la crisis de la educación costarricense no puede endilgársele solo a  Anna Katharina Müller, sí podemos decir que ella no está haciendo mucho para paliarla. Los niños y jóvenes que en 2018 tenían entre 6 y 17 años sufrieron la huelga más larga del sector educación, 89 días sin lecciones y luego enfrentarían los desafíos de la educación pública por la pandemia de COVID–19, sin que esto haya promovido acciones de urgencia en el Ministerio de Educación.

Si nos fijamos en los educadores, algunos están más preocupados por el detrimento de los derechos de infantes y adolescentes, con la complicidad de la Asamblea Legislativa, que por formarlos sólidamente. Los docentes que temen el ataque y las denuncias de sus educandos, en el fondo encubren su mediocridad. De eso son culpables también las universidades privadas, pues algunas funcionan como pulperías de títulos y muchos docentes se están graduando en ellas. La buena y el buen educador, aquellos que ejercen su función a conciencia, con vocación y con ética no tienen que temer.

Por su parte, hasta el momento, la señora Angie Cruickshank Lambert, cabeza de la Defensoría de los Habitantes, señaló el problema de la reforma de la Ley para Prevenir la Revictimización y Garantizar los Derechos de las Personas Menores de Edad en el Sistema Educativo Costarricense, Ley 9999, pero no hizo nada para corregir la situación.

Quitarle presupuesto a la educación pública para darlo a seguridad es otra cosa que no tiene sentido. El problema de seguridad en Costa Rica no se arregla solo con más presupuesto para el Ministerio de Seguridad, si eso fuera así, naciones poderosas como Estados Unidos, con dinero suficiente, habrían acabado con sus problemas de inseguridad y no es el caso. Hay que ofrecer más educación, más empleos dignos. mejor entretenimiento que la pantalla del teléfono o de la tableta.

Rodrigo Chaves le pasa por encima a su obligación de no incurrir en beligerancia política desde su puesto y le dice a los costarricenses, hablando de seguridad, que El Salvador tiene ejército y policía y que él no puede hacer lo mismo que Bukele, pero que eso podría cambiar en 2026, si el electorado tico le diera al presidente mayoría absoluta en la Asamblea; Chaves nunca oyó hablar del Dictum de Acton.  Pensar en llenar cárceles con nuestros jóvenes no resuelve absolutamente nada. La sola mención de un ejército atropella nuestra Constitución y nuestra historia y de nuevo, amenaza a nuestra juventud, porque tenemos claro que no seremos los rosquetes como él y como yo, los que estaremos en sus filas.

Por supuesto, los padres y madres tienen también una gran responsabilidad en todo ello y deben comprender que los centros comerciales no son los sitios de esparcimiento más indicados, cuando queremos inculcar valores y no consumo. Tienen que criar recordando que esos niños y niñas serán los ciudadanos de mañana y saber que la sobreprotección es una forma de abandono. Han de asegurarse, además, de que su ejemplo no arruine el futuro de sus hijos e hijas.

Muchos se quejan de los jóvenes de hoy, pero se olvidan de unas preguntas fundamentales: ¿Quiénes los están formando? ¿Cómo los están formando? Poniéndonos en los zapatos de esos jóvenes podremos sentir el vértigo que les debe causar el desastre de mundo que les estamos heredando.

Toda la sociedad costarricense debe avocarse a pensar en qué forma podemos ayudar a esas generaciones que garantizan nuestra inmortalidad en sus memorias. Toda la sociedad costarricense debe hacer para y desear que, el mañana de las nuevas generaciones cambie su sino que de momento se proyecta deplorable.

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