Cuidar, es decir, prestar apoyo y asistencia a otras personas para realizar actividades básicas de la vida diaria, es una de las más elevadas expresiones de humanidad que, al mismo tiempo, es condición indispensable para para la reproducción de la vida y base que sostiene el crecimiento económico. Sin embargo, la reducción del cuidado a una responsabilidad doméstica, que debe resolverse exclusivamente en los hogares, invisibiliza su condición de trabajo y se traduce en la exclusión laboral (y por tanto económica) de las mujeres sobre las que mayoritariamente recae esta responsabilidad. Cuidar es una obligación de la sociedad en su conjunto: del Estado a través de un Sistema público de Cuidados, de la empresa privada que emplea a personas con responsabilidades de cuido, de la comunidad que convive con personas que requieren apoyos.

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el 29 de octubre como el Dia Internacional del Cuidado, oportunidad para reafirmar el compromiso de la Rectoría del Sector del Sector Social con la consolidación de un Sistema público de Cuidados, que ofrezca prestaciones de calidad a las personas dedicadas al trabajo de los cuidados y a las personas que requieren asistencia y apoyos. Cada 29 de octubre deberemos recordar que el cuidar, ser cuidado y el autocuidado son derechos que el Estado y la sociedad debemos cumplir, hacer cumplir, custodiar y promover.

De acuerdo con un informe del Banco Interamericano de Desarrollo en el muy cercano 2040 la población adulta mayor en Costa Rica se duplicará como proporción de la población total. Esta proyección debe ocuparnos con prioridad a quienes tenemos la responsabilidad de desarrollar políticas públicas.

De acuerdo con la Cuenta Satélite del Banco Central de Costa Rica, el trabajo doméstico no remunerado (precondiciones del cuidado, cuidados directos e indirectos), representaría un 25,3% del PIB. En el caso del cuidado directo de personas dependientes, el 80% recae sobre las mujeres.

Como parte de la preparación del país para enfrentar el panorama demográfico que se avecina, en el año 2021 se promulgó la Política Nacional de Cuidados y en junio del año pasado entró en vigencia la Ley de Creación del Sistema Nacional de Cuidados y Apoyos (Sinca) para personas en adultas en situación de dependencia. La implementación de estos instrumentos es una compleja tarea de la que depende articular la dispersa oferta pública de cuidados para personas dependientes, asegurar la calidad de las prestaciones y la creación de servicios indispensables para alcanzar un Sistema de Cuidados exitoso: asistencia domiciliar, teleasistencia, autocuidado, servicios de respiro, entre otros. La responsabilidad que otorgó el legislador al IMAS de albergar la Secretaría Técnica del Sinca nos obliga a repensar el histórico rol institucional ahora desde un nuevo enfoque: la transversalidad que los cuidados tienen en la protección y promoción social.

Consolidar el ahora incipiente Sinca es la principal prioridad en la agenda pública de los cuidados. Su puesta en marcha no será posible solo con el esfuerzo aislado del IMAS; es urgente que el Inamu, el INA, la Junta de Protección Social, el Conapam, el Conapdis y especialmente la Caja Costarricense del Seguro Social, se tracen metas ambiciosas para poner sus intervenciones públicas al servicio de este gran propósito nacional. Es necesario vencer los temores administrativos que despierta trascender del enfoque institucional a una lógica sistémica y animar el compromiso de la sociedad civil para empujar las empinadas reformas institucionales que demanda la creación Sinca.

Mi compromiso como ministra es que, en el año 2026, el Sinca cuente con una oferta de servicios amplia, cuyo acceso sea priorizado a través de un instrumento único de valoración de la dependencia operado desde el Sistema Nacional de Información y Registro Único de Beneficiarios del Estado (Sinirube); aspiramos dejar al país una Secretaría Técnica del Sinca robusta, capaz de cumplir el rol que le ha asignado la historia, involucrando en su quehacer al sector privado para aprovechar las oportunidades de empleo que la economía de los cuidados creará.

Nuestro Sinca tiene aún muchos retos por delante. Sin embargo, hemos aprendido que la construcción de políticas de cuidado es un trabajo que requiere paciencia pedagógica y esperanza indeclinable. Caminamos acompañados y acompañadas por la certeza de que nuestros esfuerzos de hoy consolidarán ese nuevo e impostergable contrato social: un futuro con cuidados.

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