Por Amy V. Sánchez Morera – Estudiante de la carrera de Administración de Negocios

La globalización es aquel fenómeno inherente a la evolución del capitalismo que se ha venido manifestando a nivel mundial en los últimos 50 años, y ha gestado cambios económicos, culturales, sociales, políticos y tecnológicos con una constante penetración a nivel global. La mundialización de bienes y servicios, fácil y rápida circulación y comunicación pueden considerarse como aquellos que han tenido una manifestación más perceptible para la humanidad. No obstante, en sí, aquel que ha marcado una postura más radical, pero de manera más obsecuente, ha sido la homogeneización cultural.

La dispersión desproporcional de la cultura a nivel mundial se ha manifestado como consecuencia del dinero, como principal determinante de los patrones de la globalización; tanto así que por causa de fenómenos económicos se ha creado una interdependencia económica entre países, intercambios comerciales que aspiran al acercamiento y la transferencia de cultural, e incluso intromisiones políticas que se han ido difundiendo de manera más uniforme a través de los distintos continentes. Siempre con distintos cambios de intensidades, relativos a la velocidad y eficacia. Y es que, como este acontecimiento se internacionaliza de manera atropellada, existen asimetrías y pluralidades que terminan evidenciándose como concentración desigual de riqueza, de tecnología y de poder.

Poniendo en contexto el tema al día de hoy, se podría afirmar que la globalización y el aumento de la movilidad de las personas que tantos beneficios ha supuesto para la sociedad y a la economía en las últimas décadas, se ha convertido en el peor enemigo de la humanidad. En un período menor a seis meses, el ser humano se ha topado con el único adversario capaz de detener casi por completo a la sociedad en general, cancelar las actividades comerciales, los eventos masivos y a la economía global simultaneamente. Con una cifra cercana a las 500 mil muertes y casi 7 millones de personas contagiadas, el COVID-19 es un padecimiento totalmente inesperado para la humanidad. A pesar de que anteriormente se advirtió en diferentes ocasiones de la posibilidad de que la humanidad se viera sumida bajo un virus que alcanzara todos los rincones del planeta, difícilmente —por no decir imposible—, se creyó que en cuestión de meses el ser humano se viera confinado a este nivel.

Su grado de mortalidad y su alarmante grado de propagación han obligado a las autoridades de cada país a recurrir al confinamiento de millones de personas, a la restricción del comercio, la cancelación de eventos masivos, al cierre de fronteras internacionales, creación de barreras, adaptación de hospitales y muchas medidas más. Pero eso ha creado un movimiento nunca antes visto en el que las personas han empezado adaptarse a convivir con una pantalla, parlantes y audífonos, creando valioso contenido, pasando la educación a distancia, los trabajadores laboran desde sus casas, cualquier tipo de producto puede ser entregado a domicilio. En resumen, la sociedad ha aprendido con la presencia de la virtualidad dependiendo de los valores que cada cultura tiene.

Este fenómeno vino a demostrar que no es relevante la hegemonía o el poder adquisitivo de un país si no se trabaja en conjunto, y que esto depende de cada uno de sus ciudadanos y de su compromiso de manera individual, por lo que se ha reestablecido la actividad social sin importar su nacionalidad, color o cultura.

 

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