El Arconia es un viejo y lujoso edificio residencial en el centro de Nueva York; decorados cargados, un amplio patio interno y arquitectura neorrenacentista definen su estilo. Bueno, también están las muertes.

No son los típicos casos de muerte natural que se esperan en un edificio de casi 120 años de antigüedad del Upper West Side. No son ancianos que aparecen en su apartamento luego de una semana de fallecidos. Hablamos de caer desde una altura superior a los 50 metros, ser apuñalado en la sala, o ser empujado al vacío por el hueco de un ascensor. Son muertes más coloridas, por decirlo de algún modo.

Pero no entremos en pánico. Este murder mystery es en realidad una comedia, y los astutos Charles, Oliver y Mabel, inquilinos del Arconia, están para resolver cualquier crimen, y de paso grabar un podcast de true crime al respecto.

Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez; un par de boomers y una millennial puede que no hagan la combinación perfecta (la joven no había nacido cuando se estrenó Three amigos! y los ancianos nunca vieron el show de Barney) existen abismos comunicativos y culturales que les separan. Sin embargo; el actor olvidado, el director de teatro venido a menos y la universitaria que desertó de sus estudios tienen mucho en común, son inadaptados y resultan perfectos para liderar una investigación estilo true crime … aunque, a veces, también son perfectos para ser señalados como autores del crimen.

La serie se enriquece con reparto de lujo lleno de veteranos (Shirley Maclaine ya era una estrella de televisión cuando todavía ni existía el control remoto), además de invitados, como un “amigable” Sting, Amy Schumer (siendo Amy Schumer), Cara Delevingne, Paul Rudd y una muy respetable Meryl Streep. Acá lo más destacable es poder ver a Streep fuera de su zona de confort, luego de varias décadas de ser protagonista y mujer fuerte (tal vez su actuación más exigida desde August: Osage County).

El vestuario de Gómez y Short es digno de pasarela, las referencias al teatro, cine y televisión son constantes (y muchas veces ácidas: “soy actor de televisión, me entrenaron para no cuestionar el guión”) y el efecto New York está presente en toda la serie (la tipografía del opening al estilo de la revista The New Yorker, las conservas de pepinillo en vinagre).

A esto se le suma que la estructura de los capítulos se basa en la idea del podcast que da nombre a la serie, Only murders in the building, así que cada uno es narrado por alguno de los personajes. Esta narración en primera persona le da un tono retro de relato clásico policial.

Cada tanto, se pone el foco en alguno de los tres protagonistas. Porque eso sí, que ellos investiguen el crimen no los exime de ser sospechosos (en realidad el 90% del tiempo los sospechosos son ellos mismos), lo que vuelve más retorcido el efecto de true crime.

A pocos capítulos de finalizar la tercera temporada, no es seguro el regreso del trío en una nueva entrega, pero esperemos que nos complazcan con más de esta elegante comedia. Nada está escrito todavía...

En esta época donde las fronteras entre fake y true se desdibujan, y donde el ciudadano común no sabe si habla con el señor presidente o con el fatuo chatbot, es bueno tener claridad.

Los protagonistas de Only murders nos hablan de true crime, solo que este true crime es hipotético, es un fake true crime. Es decir, no se preocupe el espectador, ningún actor ha sido asesinado realmente, no todo lo que parece cierto es real; estamos ante una sátira, una muy graciosa y acertada.

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