En un universo que parece ser infinito, es fácil caer en la ilusión de que los recursos naturales que son utilizados para la materia prima de múltiples artículos para el ámbito empresarial son infinitos, y que no hay límites para el crecimiento y la expansión económica. No obstante, la realidad es que los recursos son finitos y limitados, y las economías que dependen del consumo y el crecimiento ilimitados eventualmente se van a enfrentar con límites ecológicos y económicos. Francisco Álvarez expresa en una frase que: El que crea que en un mundo finito el crecimiento puede ser infinito, o es un loco o es un economista”; con la cual, refleja que vivimos en un universo que aunque se presuma la existencia de múltiples recursos, estos son agotables, y cuando éstos dejen de existir, el universo también.

Es necesario resaltar la frase anterior de Francisco Álvarez puesto que se sabe que en todo país, siempre los economistas y empresarios basan sus estrategias en potenciar el crecimiento económico, pero muchos de estos países lo efectúan con la visión de que el crecimiento no es limitado, quizás por ambición a obtener y generar más, o inconciencia ambiental y humana. Lo que a largo plazo termina por perjudicar cada uno de los indicadores que componen o conforman a la economía; repercutiendo así en la calidad de vida de los seres humanos. En relación con esto, es de conocimiento social que entre mayor sobrepoblación, mayor es el consumo de recursos, y que estos se han estado agotando más rápido de lo previsto. De ahí las múltiples campañas que vemos en redes sociales, en la televisión, e inclusive en las mismas empresas, para proteger los recursos naturales. Sin embargo, ¿han generado las nuevas políticas sobre la protección ambiental que los altos mandos no idealicen estrategias para el crecimiento económico por encima del riesgo natural?

La respuesta a la pregunta anterior parece ser simple, la avaricia de los países por ser una potencia mundial, por obtener ventajas absolutas o relativas, han hecho que nuestra casa común —entiéndase como universo— posea una fecha límite de existencia más acelerada. A pesar de que los números son infinitos, pues no se ha logrado obtener un límite en ellos, sino que son divisibles unos entre otros de manera infinita; desde la física y con base en la teoría de la relatividad de Albert Einstein, el universo puede no ser infinito como parecen ser los números. He ahí la importancia de no caer en la ironía del crecimiento económico infinito.

Para profundizar en la teoría de que la economía es finita, es preciso enfatizar en la parábola de que el infinito es un círculo. Sabemos que en la economía existen distintas fases: recuperación, expansión, auge, recesión y depresión. Donde la primera refiere a una economía estancada, la segunda a una economía en su máximo crecimiento, la tercera, a una economía creciente, pero con ciertos comportamientos que perjudican el crecimiento, la cuarta a una economía en decrecimiento, y la última en una economía en recesión casi permanente con dificultad de crecimiento. Si analizamos estas fases, ligada a la parábola de que el infinito es un círculo, es decir, que los números podrían ser cíclicos; se puede deducir que la economía a nivel mundial se comporta como un número infinito de apariencia cíclica.

En relación con lo anterior, es utópico decir que una economía va a estar siempre en una fase de expansión o de auge, para ello se necesita de recursos ilimitados y de regulaciones que reduzcan las desigualdades, cuando científicamente ya está comprobado que la materialidad es finita. Lo razonable de esta paradoja es pensar que un país posee una economía voluble donde puede estar en cada una de las fases por lapsos limitados y en constante rotación. Efectivamente, dependiendo de las políticas del Gobierno y de las acciones para el desarrollo, unos países pueden permanecer más o menos tiempo que otros en una fase, pero siempre en un determinado momento pasarán de un crecimiento a un decrecimiento —de manera rápida, o paulatinamente—, esto ya que la economía depende de diversos factores que no pueden ser controlados como un conjunto perfecto.

Sabiendo que el universo puede no ser infinito y que la economía puede ser cíclica, es preciso ahondar en la teoría de la relatividad de Albert Einstein, misma que explica el comportamiento del universo como uno finito; donde podría tener una correlación con la economía. En este sentido, mientras que la teoría de la relatividad nos dice que la curvatura del espacio-tiempo-gravedad estaría determinada por la distribución de materia y energía en el universo, afectando de esta forma la trayectoria de los objetos que están en movimiento (Gutiérrez, 2020); una economía exitosa plantea que el análisis del entorno —entiéndase como ambiente y sociedad— es fundamental para la toma de decisiones en una empresa o en un país. En consecuencia, a medida que la gravedad va afectando los objetos en el espacio-tiempo, una mala decisión económica va afectando al entorno. Esto apunta a que, definitivamente, una economía debe ser finita, pero fundamentada en la sustentabilidad para no acelerar la extinción del universo. Sin embargo, ¿Cómo logramos una economía finita con Estados que buscan un crecimiento ilimitado?

Para que una economía sea finita y beneficiosa, es indispensable que los altos mandos conozcan que prevalecen de un mundo con límites, dónde la muerte no es un tema individual, sino que más bien, en el futuro, la existencia humana se extinguirá así como los recursos naturales. A veces, como empresarios, nos vemos envueltos en la magia de las matemáticas, donde una mayor cantidad monetaria implica éxito, poder y satisfacción; pero es necesario encontrar un balance económico con el medio ambiente, de forma que abogue por una mejor calidad de vida que pueda perdurar con el paso de los años.

Ligado con lo anterior, hacer referencia a una economía finita implica un crecimiento económico basado en la sostenibilidad, donde las políticas ambientales no solo se queden como normativas puestas en un papel, sino que sean aplicadas en el Gobierno, de manera que sean creadas para minimizar el uso de recursos no renovables, por aquellos que sí lo son. Definitivamente, en un mundo donde los recursos se van agotando cada vez más rápido; las políticas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ya no son una opción, sino una obligación como país.

Asimismo, para que una economía pueda ser finita, es fundamental el controlar la desigualdad social. Esta es una arista controversial pues no puede haber una economía donde los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, en algún momento esa ambición terminará por extinguir la liquidez. Es necesario que en todo país, exista una estructura de Gobierno que aborde la desigualdad social de forma que se pueda garantizar el acceso a los recursos para una vida en óptimas condiciones. Es indispensable promover políticas públicas a favor de la equidad donde se pueda aplicar una redistribución de la riqueza; apuntando de esta forma, a una mejor educación ciudadana.

Sin duda, una economía finita en un universo de apariencia infinita refiere a un nuevo paradigma donde la sostenibilidad, responsabilidad en la gestión de recursos y la implementación de políticas gubernamentales que involucren estos temas junto a la economía son indispensables y una obligación para la estabilidad de un país; así como para alargar la existencia del universo. Es cierto que estamos a un paso de ello, afortunadamente las potencias mundiales se han percatado del daño que han generado al ecosistema y han estado implementando estrategias para combatir los efectos negativos de la ambición al crecimiento económico; no obstante, hay mucho por mejorar en cultura donde todas las personas nos encontramos inmersas y poco flexibles al cambio.

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