“No podemos negociar los hechos. No podemos negociar la verdad de la situación.” -

Al Gore

Hecho: El cambio climático es fácilmente el mayor desafío que enfrenta actualmente la humanidad, sus efectos son de alcance mundial y sin precedentes. Si no se toman y ejecutan medidas eficaces inmediatas, será más complejo y costoso adaptarse a sus efectos en el futuro. Como especie nos hemos encargado de contribuir con el avance de este fenómeno.

El aumento de la temperatura está provocando el incremento del nivel del mar, una mayor frecuencia de los eventos climáticos extremos y la modificación en los patrones de precipitaciones. Estos cambios implican un impacto negativo directo en el medio ambiente, la economía y la salud humana.

Las empresas tienen un papel importante que desempeñar en la lucha contra el cambio climático. Pueden reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) cambiando a fuentes de energía renovable, mejorando la eficiencia energética y desarrollando productos y servicios más sostenibles. Para eso, es evidente que existen necesidades empresariales que deben atenderse de manera que se pueda fomentar la reconversión industrial y el acceso a mercados cada vez más exigentes a nivel de demandas climáticamente sostenibles. Las demandas de los consumidores se han encargado de acelerar esta transición, cada vez es más común encontrar personas con conductas de consumo responsables y consecuentes con la urgencia de detener lo que ha llegado a ser ya “la ebullición global”.

Este concepto de “ebullición global” implica que la crisis ambiental, el efecto invernadero y el calentamiento global, han llegado a un punto crítico. Esto es fácil de entender para cualquiera cuando analizamos los datos disponibles. Y es que nos encontramos en medio del periodo histórico caracterizado por registrar las más altas temperaturas nunca antes vistas parece que nos hemos impuesto el reto de romper ese récord semana tras semana.

En este contexto, como consumidores tenemos el deber de adoptar un enfoque más consciente y exigente hacia las prácticas empresariales de manera que las empresas que ignoren o minimicen los problemas ambientales enfrenten no solo la posibilidad de perder clientes, sino también riesgos legales y regulatorios cada vez mayores.

En un mundo donde la conciencia ambiental y la urgencia por abordar el cambio climático están en constante crecimiento, la competitividad climática empresarial emerge como un factor crítico para el éxito a largo plazo de las compañías. Ya no es suficiente centrarse únicamente en la maximización de ganancias y el crecimiento económico; las empresas deben adaptarse y abrazar prácticas sostenibles para mantener su relevancia y reputación en un entorno empresarial en evolución.

Sobre esto, creo que es importante destacar que la sostenibilidad ambiental empresarial no es solo una respuesta a la presión externa; también es una oportunidad para la innovación y la ventaja competitiva. Las empresas que adoptan prácticas sostenibles tienen la oportunidad de descubrir formas más eficientes de operar y reducir costos, a la vez que desarrollan productos y servicios que satisfacen las necesidades del mercado. En otras palabras, la competitividad climática no solo implica adoptar medidas ambientalmente responsables, sino también la capacidad de innovar y liderar en la búsqueda de soluciones para los desafíos climáticos globales.

Hay una serie de factores que están impulsando la competencia empresarial climática. Algunos de estos factores son:

  • El aumento de los costos de la energía y el transporte.
  • El ya mencionado aumento de la demanda de productos y servicios sostenibles.
  • La disposición a pagar por de los consumidores para reducir su huella de carbono.
  • Las presiones ejercidas por parte de los gobiernos, tratados y negociaciones internacionales.

La competitividad climática no es una excepción. Las compañías que abrazan la sostenibilidad a menudo se encuentran en una posición única para desarrollar soluciones innovadoras que aborden desafíos ambientales. Esto no solo les permite diferenciarse en el mercado, sino que también contribuye a la creación de un futuro sostenible.

Vale la pena recordarle a las personas que si continuamos con nuestros patrones de consumo contaminantes y extractivistas, llegará el día —que ya no es tan lejano— en el que gran parte de la población no podrá acceder a productos tan básicos como el agua y alimentos. Particularmente para los costarricenses nos ha sido históricamente fácil dar el acceso al agua por sentado. Muchos hemos alardeado con extranjeros de nuestro “acceso universal” al agua potable, pero en pleno 2023 ¿Realmente contamos con ese “acceso universal”?

Por otro lado, seguimos siendo constantemente amenazados con la idea de retroceder en cuanto a nuestra revolucionaria y famosa producción energética. Por ahí andan las ideas de extraer petróleo y gas en nuestro territorio, mal negocio. Es irresponsable vender la idea de que toda la población se beneficiará de esto, se enriquecen quienes invierten mientras por otro lado todos sacrificamos nuestro derecho a un ambiente sano. De nuevo un modelo que avanza a costas de las poblaciones más vulnerables y es que también es imprudente compararnos con países que por décadas han “perfeccionado” ese modelo extractivista (aunque esto es bastante cuestionable y ya hay suficiente evidencia científica que lo refuta), no somos Noruega. La realidad es que somos socioculturalmente y económicamente hablando más cercanos a los países latinoamericanos pero este tema es harina de otro costal.

Otra verdad que no podemos negociar es que las empresas tradicionales que dependen en gran medida de los combustibles fósiles están siendo desafiadas por startups y empresas establecidas que están liderando la transición hacia fuentes de energía renovable. Estas empresas no solo están respondiendo a la creciente demanda de energía más limpia, sino que también están aprovechando nuevas oportunidades de mercado y colaborando con instituciones de investigación para impulsar la innovación en tecnologías verdes. Costa Rica es mundialmente reconocido por estar a la vanguardia en estos temas y estamos desaprovechando como país la oportunidad de mantener y fortalecer este liderazgo, la oportunidad de explotar nuestro potencial.

En la era de la información, la reputación es un activo invaluable tanto para un país como para una empresa. La competitividad climática no solo se trata de tomar medidas internas; también implica comunicar de manera efectiva las acciones y compromisos ambientales a los clientes, inversores y partes interesadas en general. Volviendo al ámbito privado, las empresas que lideran en sostenibilidad no solo obtienen una ventaja competitiva en términos de lealtad del cliente, sino que también atraen a inversores que valoran la gestión de riesgos ambientales y sociales.

La competitividad climática no se trata solo de superar a los competidores en términos de prácticas sostenibles, sino también de colaborar con otros actores en la búsqueda de soluciones conjuntas. Los desafíos climáticos son globales por naturaleza y requieren un enfoque colectivo para lograr un cambio significativo. Las alianzas público-privadas son el camino hacia la innovación y la implementación de soluciones reales y escalables.

En última instancia, esta visión es un reflejo de la evolución de la mentalidad empresarial en un mundo cambiante. Las empresas ya no pueden operar en un vacío, desconectadas de las realidades y desafíos sociales y ambientales que enfrenta la humanidad. La sostenibilidad y la responsabilidad corporativa no son solo tendencias pasajeras, sino pilares que definen la dirección en la que debe avanzar el mundo empresarial.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.