Los Juegos Olímpicos de Invierno se han convertido en un evento internacional multideportivo que organiza, cada cuatro años, el Comité Olímpico Internacional (COI). Estos juegos están enfocados en la práctica de deportes de nieve y hielo como el esquí, snowboard, biatlón, bobsleigh o descenso en trineo, curling, hockey, lunge y patinaje, entre otros.

Este evento se organiza desde 1924. A partir de ese momento, los juegos se han celebrado en distintas localidades como Sankt-Moritz, Albertville, Sapporo, Calgary, Vancouver y Sochi. Su última edición se celebró en el año 2022 en la ciudad de Pekín, en China, y fue la primera en la historia que se inició sin que hubiera caído un solo copo de nieve natural. Un estudio de la Universidad de Waterloo en Canadá, señala que, de mantenerse la tendencia en emisiones de gases de efecto invernadero de las últimas dos décadas, solamente una de las 21 sedes anteriores podría volver a albergar los juegos invernales bajo condiciones naturales.

Cambio climático y nieve artificial

Desde la edición del 2006, en Turín, ha habido tres ocasiones en que la temperatura promedio durante todo el evento no descendió de los 0°C. Se estima que esta situación volverá a ocurrir durante la edición del 2024, que tendrá lugar en la sede Milán-Cotina d’ Ampezzo.

Según un artículo publicado en el diario La Vanguardia de España, la temperatura en las ciudades que han sido sede de este evento ha aumentado en el orden de 0.4°C entre las décadas de 1920 y 1950, 3.1°C entre las décadas de 1960 y 1990 y 6.3°C desde la década de 1990 hasta la actualidad. Este panorama hace cada vez más difícil la asignación de una ciudad sede que pueda albergar este evento.

Aún bajo un panorama optimista, solamente ocho sedes podrían repetir la organización de los juegos si se cumple la ambiciosa meta del Acuerdo de París, que consiste en reducir las emisiones globales para limitar el aumento de la temperatura del planeta en 2°C. El panorama es muy turbio, o más bien, muy cálido.

Debido a las condiciones descritas anteriormente, se ha optado por alternativas artificiales que parecen ofrecer una solución a la falta de nieve en las sedes. Durante la pasada edición, en Pekín, los juegos se celebraron por primera vez íntegramente con nieve artificial. Este proceso consiste en la inyección de grandes cantidades de agua pulverizada, a través de máquinas que consumen grandes cantidades de energía generada, usualmente, de la quema de combustibles fósiles.

Como si esto fuera poco, aproximadamente el 35% del agua utilizada se desperdicia, ya que antes de cristalizarse se evapora, se la lleva el viento o se infiltra en la tierra. Este escenario, lejos de ser una solución, incrementa los efectos del cambio climático, provocando así un efecto de bola de nieve. En este caso se trata, paradójicamente, de una bola de nieve artificial.

Para lograr esto, según un artículo de The New York Times, China tuvo que inundar el lecho de un río seco, desviar agua de una reserva importante que ofrece suministro a Pekín y reubicar a centenares de agricultores y a sus familias. En concreto, se estima que, para el evento en Pekín, se utilizó alrededor de un millón de metros cúbicos de agua, lo que equivale a 400 piscinas olímpicas. Esto, sin duda, ha generado un impacto ambiental considerable.

Otros riesgos

La nieve artificial ha generado también otros problemas más allá del ámbito ambiental. Los deportistas aseguran que las condiciones de competición que genera la nieve artificial son más desfavorables y peor aún, más inseguras.

La nieve artificial ofrece condiciones distintas a la nieve natural. Su mayor contenido de humedad hace que se formen capas más compactas y densas de nieve que rápidamente se convierten en hielo, cambiando las condiciones originales para la práctica de los deportes de invierno. Según una noticia publicada por el diario Marca, muchos testimonios de deportistas afirman que la nieve artificial se asemeja más al hielo. Esto provoca que se alcancen mayores velocidades y se aumente el riesgo de tener accidentes graves. Un accidente sobre nieve artificial se asemejaría más a estrellarse contra una superficie de concreto.

Accidentes como colisiones contra cercas, fuertes golpes contra capas de hielo y pérdida de control en las curvas son cada vez más frecuentes en estas superficies. Según el sitio NewsWeek, se reportan desde fracturas de piernas, hombros y costillas hasta lesiones más graves como neumotórax o perforaciones de pulmones. Y es que la nieve artificial que se produce para estos deportes se coloca únicamente sobre las pistas, lo que provoca que las zonas aledañas sean ahora áreas rocosas y secas y ya no aquellas superficies cubiertas por capas de fina nieve, capaces de amortiguar un poco los accidentes.

El Comité Olímpico Internacional se ha comprometido a una serie de compromisos ambientales y de sostenibilidad que conviene analizar en detalle. ¿Está alineada la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno con estos compromisos? No lo sabemos con certeza. Lo que resulta innegable es que debemos considerar el impacto del cambio climático en el desarrollo de cualquier actividad comercial y que, hoy por hoy, el futuro de este evento es incierto.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.