Soy una mujer indígena del clan Tuariwak del Territorio Indígena de Salitre, recuperadora en Salitre, pero actualmente vivo en la recuperación Crün Shürin del Territorio Indígena de Térraba.
En las recuperaciones de tierra y territorio indígena participan familias completas, porque la visión indígena incluye el involucramiento de toda la familia, porque las enseñanzas las transmitimos a través de la práctica. Mi hijo no puede aprender a defender sus derechos si no está viendo ni participando en nuestras luchas. Es por esto que nuestros niños y niñas están en las recuperaciones, y les protegemos porque estamos conscientes del peligro en que ello incurre, puesto que los finqueros se unen, reúnen y alían para agredirnos. Del mismo modo, esto ha generado que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) llegue a decirnos (no lo hace por escrito) que tenemos que salir o de lo contrario nos quitan a nuestros niños y niñas.
Aunque en nuestro territorio hay mucho respeto y nos vemos como hermanos, somos familia en una comunidad, la realidad es que estamos inseguras dentro de este. Cuando somos recuperadoras estamos marcadas, somos vistas como bochincheras, ladronas y definiciones similares, y estamos expuestas a ser ofendidas, agredidas, violentadas por aquellas personas que no están de acuerdo.
Es muy preocupante el desconocimiento, así como el racismo que hay por parte de las personas que se suponen deben defendernos a nosotros los territorios indígenas, ni siquiera conocen las formas cómo nosotros nos regimos en las comunidades y cómo definimos quienes son y no son indígenas. En los territorios no hay mestizos, o somos indígenas o no somos. En cada una de nuestras culturas tenemos bien definido esto, pero tal vez fuera esto no está tan claro.
Nosotras como indígenas somos ese documento que nos hace acreedoras de nuestros territorios. Sin embargo, no tenemos en quien ampararnos, por eso como mujeres decidimos hacer las recuperaciones y lo seguiremos haciendo, porque una de las cosas que nos impulsa es la existencia de sitios sagrados que han sido, en palabras religiosas, profanados. En estos sitios viven determinados espíritus a donde nosotros como indígenas asistimos con respeto, y, por lo tanto, solo ciertas personas pueden ir. Cuando esos lugares están invadidos nosotros perdemos, o en palabras más claras, se nos es arrebatado eso. Y es precisamente porque lo que la persona invasora ve como desarrollo para nosotros es destrucción, alteran nuestros sitios sagrados, ya no se puede pasar ni estar en estos sitios u otras partes igualmente importantes, por eso el territorio en su totalidad debe volver a manos de indígenas.
Nosotras queremos seguir dando vida y seguir viviendo. En estas recuperaciones vemos diferencias: durante la pandemia hubo mínimos casos de infectados, tenemos grandes extensiones de tierras recuperadas donde podemos ir a recrearnos en el bosque, en el campo, en el río, lo que otras personas no podían hacer. Desde las tierras recuperadas colaboramos y compartimos con otras familias lo que cosechamos, se lleva a esas otras familias que por alguna razón no han hecho recuperación. Prácticas culturales que se habían o estaban por perderse las logramos revitalizar. El poder compartir nos hace hermanos. Antes todo era sábana, sin árboles, ahora se ha sembrado muchos alimentos, ha vuelto la vegetación, los animales que incluso de pequeña no había visto, se ha regenerado el suelo, las nacientes, la biodiversidad en general, compartimos más y hacemos intercambios, porque las recuperaciones están basadas en estos principios indígenas.
La tierra no es parte de nosotros, nosotros somos parte de la tierra. Los animales son nuestros hermanos mayores porque nosotros fuimos creados de último. Debemos tener más conciencia, más hermandad, porque el compartimento espiritual que hacemos nos lleva a otras oportunidades. Hoy puedo ver todo el conocimiento con el que crecen los niños dentro del territorio, algo que yo no tuve, crecen con esa espiritualidad más fortalecida en comparación con mi persona. Además, con las recuperaciones le hemos dado otro sentido a las tierras, hemos podido encontrarnos y reencontrarnos con compañeros y compañeras de diferentes territorios. Y las tierras vuelven a su origen ancestral, ahora se conciben desde una visión colectiva y no privada.
En este sentido es importante para nosotras el poder reunirnos entre pueblos indígenas, ya que nos han dividido, al partir y hacer diferencias entre los territorios para controlarnos. Lo único que queremos es que se nos respete, somos defensoras del derecho indígena, lo vamos a seguir siendo y haciendo. Por nuestra madre tierra continuaremos la lucha, en medio de toda persecución. Ha habido ocasiones donde nos reunimos hasta cinco culturas diferentes, para compartir y aprender. Hallamos muchas similitudes entre las historias de vida que cuentan las mujeres en el sur, en el norte, en cualquier lugar donde haya un territorio indígena en el país. Ya es hora de que la población costarricense nos dé un espacio, seamos visibilizadas y respetadas, como mujeres y como culturas, no somos ajenas ni mucho menos inferiores al resto de la sociedad costarricense. Y vale decir, que, si en algún momento nosotras nos equivocamos al igual que cualquier otra persona, tenemos la capacidad y el derecho de ser, crecer, estar y seguir.
Texto a partir de la exposición del foro “Mujeres en defensa de los territorios indígenas: vivencias y denuncias” realizado en Auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales el 8-3-23.
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