La acelerada transformación tecnológica está moldeando nuestra sociedad de forma vertiginosa. La inteligencia artificial, el blockchain, la robótica, el Internet de las Cosas (IoT) y las ciudades inteligentes han irrumpido en nuestra vida cotidiana, brindando innumerables beneficios pero también planteando preocupantes consecuencias. El presente se ha vuelto digital y el futuro se vislumbra lleno de incertidumbre, con una creciente digitalización de nuestras experiencias humanas. En medio de este panorama, nos enfrentamos a un desafío crucial: ¿Cómo garantizamos que el avance tecnológico esté al servicio de nuestro bienestar y protección? Quizá los principios del humanismo digital ofrezcan un futuro más equilibrado y prometedor.

La tecnología será cada vez más potente y su uso será tan positivo como lo sean sus propósitos, las consecuencias no dependerán de la propia tecnología sino de quién la implementa y la gestiona. Bajo este escenario, el principal desafío es promover el desarrollo y avance de la tecnología, garantizando una sociedad justa y equitativa, con las personas  en el centro del avance tecnológico, y buscando siempre que los beneficios obtenidos de su uso, superen los riesgos. Este es el propósito que algunas iniciativas han venido impulsando desde hace más de dos décadas.

La declaración de principios de la primera Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, celebrada en Ginebra en el 2003 declaró el “deseo y compromiso de construir una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo, en que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento”. Por su parte, Tim Berners-Lee, el creador de la World Wide Web, preocupado por los efectos de los monopolios privados y públicos sobre Internet, en el 2019 lanzó la iniciativa “Contrato para la Web”, una serie de principios dirigidos a gobiernos, empresas privadas y ciudadanos para guiar las políticas digitales. Específicamente, uno de sus principios establece: "Desarrollar tecnologías que promuevan lo mejor de la humanidad y contribuyan a mitigar lo peor". En total son nueve principios, que crean un marco ético para el desarrollo, la implementación y el buen uso de Internet.

En Viena, Austria, también en el 2019, la comunidad académica redactó y publicó el “Manifiesto de Viena sobre Humanismo Digital”, en el que se declaró la necesidad de que el ser humano esté en el centro del progreso tecnológico, con el objetivo de priorizar el bienestar de las personas en el desarrollo y uso de tecnologías digitales. El humanismo digital, es un pensamiento orientador para el futuro, que no concibe el avance tecnológico como un fin en sí mismo, sino más bien como un medio para alcanzar el bienestar humano, una forma de garantizar el acceso a tecnologías digitales para el mejoramiento de la calidad de vida de las personas.

Como sociedad, enfrentamos una realidad en donde los ideales humanistas ceden ante la automatización, los riesgos digitales no solo persisten sino que aumentan. Derechos como la vida privada, la libertad de expresión, el acceso y la seguridad de la información, la protección de los consumidores e incluso la promoción de la competencia, entre otros, son vulnerados de forma continua a medida que el desarrollo tecnológico avanza, sin contar las amenazas a la democracia y a la misma sociedad surgidos de los fake news, los trolls, la Inteligencia Artificial y los robots.

Estamos ante el desafío de construir un presente y futuro digital orientado hacia las personas, asegurando su bienestar y la protección de sus derechos digitales. Para lograrlo, es necesario contar con marcos normativos que establezcan pautas legales y técnicas para que las organizaciones, tanto públicas como privadas, cumplan con preceptos legales preventivos, que se incluyan desde el inicio del desarrollo e implementación de cualquier tecnología que tenga impacto en las personas. Esto implica, la incorporación de un enfoque de humanismo por diseño y por defecto, fundamentado en la ética, así como en la protección de la vida privada y los datos personales, la identidad digital, la ciberseguridad y la gobernanza de los servicios digitales. Al hacerlo, estaremos trazando el camino hacia una sociedad más justa, libre y equitativa, que fomente el desarrollo tecnológico, el pensamiento crítico y la educación.

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