Hace pocos días, en una lección, una persona estudiante me increpaba, con la siguiente consulta, ¿cuál es el aporte de la filosofía a la educación?  La pregunta tenía la intención de descalificar esta rama del saber, pero creo que el abordaje o la pasión al hablar de la filosofía pudo aportar al conocimiento de esta valiosa “herramienta de vida”.

Actualmente muchas personas vivimos bajo un gran dilema, “no pensar”, se nos invita más bien a una vida frenética, acelerada, donde vorazmente todas las energías deben enfocarse en adquirir bienes, para ser felices, producir y vivir. Bajo esa impronta, el analizar las decisiones, la política, la prensa y todos los mensajes que recibimos, se mira como algo poco útil.

Ahora ¿qué aporta la filosofía? Quisiera referirme en primer lugar, a su aporte a la vida, hay que reflexionar de lo que nos pasa constantemente, reflexionar lo que somos y sobre el cómo debemos de vivir, ya que vivimos de manera colectiva (ética). Tantas enfermedades mentales (ansiedad, depresión, estrés…) y crisis sociales como la violencia, nos llaman la atención hacia una sociedad que ha huido del ahondamiento y que ha olvida su valor fundamental: somos libres y capaces de ser libres.

Una de las crisis mundiales más recientes, la pandemia, cuestionaba en medio de la batalla contra el COVID-19 y las medidas de control que asumieron las naciones, la libertad… Y más aún, nos dio un gran golpe al ego, “somos seres vulnerables”, ya que vivimos bajo la falacia de la autosuficiencia absoluta del ser humano. La invisibilizamos, pero sí, existen la enfermedad, duelos, fracasos, muertes, son experiencias que forman parte de nuestra realidad. Y acá precisamente es donde la filosofía encara esta vulnerabilidad y brinda respuestas integrales y conscientes.

La tentación de aislarnos y de vivir bajo el absoluto del yo, ha propiciado una sociedad desigual, donde los otros no son de mi interés. Pero de nuevo, la vida y las circunstancias nos llevan al otro, a sus problemas y realidades, ya que nos implican y la ética precisamente nos encamina de manera auténtica a los demás y a responderles desde su dignidad, nos hace corresponsables con las personas que nos rodean. Y ya desde mi visión personal, al que está más en desventaja, es algo en lo que personalmente insisto con las personas estudiantes, ya basta de pasar de largo del otro, la indiferencia es la gran enfermedad social, vivimos constantemente descartando a otros. Hay que regresar a la persona, por eso apuesto por una educación que asuma la filosofía personalista de Emmanuel Mounier, donde se interesa por la persona y sus diversas áreas, motivaciones y perspectivas.

El saber filosófico se pone de frente a la persona, nos puede iluminar para esto el gran fenomenólogo Husserl, quien nos invita a no caer en los prejuicios frente al otro, tentación indeleble, debemos ir a la persona concreta, “a la cosa misma” y la mejor manera de no caer en el prejuicio es mediante el diálogo, donde somos capaces de construir verdades compartidas, y la gran acción pedagógica del aprendizaje común y colaborativo. Pero no caigamos en ideales románticos, vivimos tan polarizados, y el diálogo implica aceptar a personas distintas, con diversidad de ideologías, con complejidades, estoy convencido que esta alteridad nos hace crecer como personas.

Vivimos en medio de cambios vertiginosos donde en un abrir y cerrar los ojos la educación se virtualiza, donde los recursos tecnológicos se cambian por los salones de clases y por la magistralidad de la persona docente, pero al mismo tiempo hay errores serios de lectoescritura y análisis textual y en la habilidad de resolución de conflictos, la adicción al celular, nos roba la personalidad y es el gran dispersor de las reuniones sociales.

“La filosofía despierta y quiere desarrollar esta potencialidad del pensamiento humano, lo confronta e inquieta” —esta fue mi respuesta a mi estudiante, de la pregunta con la que inicié este escrito—. Pero además la filosofía, encausa el sentido de la persona, la mira como una obra de arte a desarrollar, no la llena de datos o cifras, es un saber cualitativo, que le invita a que busque su propio criterio, lo que está llamada a ser, no obedece a la intención de un currículo. Cuando la persona se conoce a sí misma, es libre.

La filosofía, no es algo de la antigüedad, (de hecho la OCDE promueve su enseñanza a los gobiernos que pertenecen a su estructura) ni son solamente los diálogos de Platón o los maestros de la sospecha, está presente en nuestras disyuntivas, crisis vocacionales, cuando nos enamoramos o cuando sufrimos la pérdida de un familiar y sobre todo cala en la persona en su dimensión estética, ya que nos encamina proactivamente a ser más inteligentes, a gustar de la razón, el filósofo enseña a pensar, por eso Sócrates era tan famoso en medio de las calles y plazas públicas.

Hoy más que nunca hay un intento de controlar y dogmatizar por medio del pensamiento, la filosofía va a lo profundo, cuestiona lo supuestamente evidente, no hay que creer ciegamente a los líderes de opinión o influencer de moda, debemos cuestionar todo con la intención de la autenticidad, pasando por análisis personal de nuestra existencia (no es estar en contra o criticarlo todo) de modo que podamos trascender y aprender de nuestras propias experiencias, que las interpretemos y ayudemos a resignificar correctamente nuestra vida.

Espero que este breve recorrido nos motive a mirar la filosofía, como Merlí en su serie, con ilusión, abunda el pesimismo, seamos rebeldes entusiastas, con fe en lo que somos y hacemos, solo así tendremos la confianza personal y en la humanidad de optar por construir cambios.

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