El pasado 25 de abril, la Universidad de Costa Rica realizó un acto de reconocimiento al jurista y profesor universitario ad honorem Walter Antillón Montealegre, por la donación de buena parte de su biblioteca personal a la biblioteca de la Sede de Occidente de dicha universidad.
Se trata de casi 18 mil volúmenes dedicados a la historia, la literatura, la filosofía y el derecho (entre otros temas), reunidos por el profesor Antillón Montealegre a través de toda su vida (en esta breve semblanza se relatan algunas de las facetas biográficas de la biblioteca).
Como parte de la entrega de la donación, la Sede de Occidente de la UCR realizó un acto oficial en el cual don Walter compartió un comentario reflexivo sobre el valor de la vida intelectual y de la academia. La importancia y sensatez de lo que dijo justifica su transcripción[1].
“Nada más quiero insistir en algunas cosas, sobre todo para los jóvenes.
1. Realmente, el tesoro literario de la humanidad es, posiblemente, la obra más maravillosa que los seres humanos han hecho en la historia. Naturalmente que en una colección de libros hay muchos errores, o sea, no todo lo que uno escribe son aciertos. Yo incluso he comprado muchos libros sabiendo que lo que dicen no es cierto. Sabiendo que dicen lo contrario a lo que yo pienso (¡que lo que yo pienso si es cierto, además!).
Pero es que los errores son importantísimos. Es formidable recorrer las páginas de un libro equivocado, sabiendo que está equivocado. ¿Por qué? Porque uno palpa en el libro equivocado, mecanismos válidos. La persona está haciendo un gran esfuerzo por acertar. Él [o ella] no sabe que no acierta. Eso se sabe después (estoy hablando [ante todo] de personas que vivieron hace mil años [o hace tiempo]). Pero lo que es extraordinario es el pensamiento humano. El [inmenso] esfuerzo de los seres humanos en la búsqueda de la verdad.
2. Por eso también es importante que los estudiantes valoren este momento de su vida: el momento académico. El momento académico no es igual que otros momentos que tendrán. Después irán a las profesiones, al trabajo, y van a hacer muchas cosas. [Pero] el momento académico es único. Y es un momento mágico. Es el momento en que tienen la oportunidad de buscar la verdad de una manera desinteresada. Buscarla por ella. Después les va a costar mucho volver a tener esas cosas.
3. A menos que se dediquen a investigar. Si se dedican a investigar, tienen que saber que van a ser pobres, que eso no los hace ricos, ni medianamente ricos. Para nada. Que va ser [y debe ser] una vida austera. Sencilla. De grandes renuncias. Pero que tiene una felicidad interna absoluta, que es encontrarse con la verdad.
[Así,] cuando uno está leyendo una obra, un filósofo por ejemplo, y está avanzando y no entiende y le va costando. De pronto, entendió. De pronto, captó. Se le valoraron las cuarenta páginas anteriores de lectura. Y esa es una felicidad absolutamente increíble, que no puede [lograrse de otra forma].
Usted puede comprarse [un auto caro], puede comprarse [otras cosas lujosas]. Nada va a ser jamás parecido al goce de encontrar la verdad (bueno, la verdad que uno cree que es la verdad, quizás no lo [sea]). Pero, el goce intelectual -esto es lo que quiero decir- el goce intelectual, solo lo da ese esfuerzo. El esfuerzo de enfrentarse con un discurso de un ser humano que te reta y que tal vez podás comprender y podas coincidir.
Esos son placeres que la propaganda de todos los días en la tele, en los otros medios, no mencionan. Porque no los conocen. No tienen idea de que esas cosas existen. Pero esas cosas existen y son extraordinariamente hermosas. Y se encuentran en la Universidad.
Bueno, nada más”.
[1] Nota del autor: He ordenado las ideas que señaló el profesor mediante dividiendo su exposición en secciones. Adicionalmente, he editado unas pocas frases que no fueron concluidas en la exposición oral y agregué algunas palabras que creo son adecuadas para las ideas que el ponente intentaba expresar. Dichos agregados se encuentran entre corchetes cuadrados.
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