En los sistemas naturales, cada parte tiene su lugar y su tamaño. Si la expresión ¨tenés un corazón enorme¨ fuera literal, estaríamos frente a un problema real.
El agrandamiento del corazón, llamado cardiomegalia, es una enfermedad, que puede causar muchas complicaciones, incluso la muerte. Pensemos en los gigantes, la condición médica se llama acromegalia, y ocurre cuando la glándula pituitaria produce gran cantidad de la hormona de crecimiento durante la edad adulta, ocasionando diabetes, hipertensión arterial, deformaciones físicas y disminuye la esperanza de vida hasta en 15 años.
Lo natural es que nacemos pequeños y crecemos hasta cierto punto. En un organismo sano, solo el pelo, las uñas y la nariz nunca dejan de crecer; a los dos primeros los mantenemos a raya fácilmente, y aún no he conocido a alguien que acelere el crecimiento de su nariz; perdería la condición de simetría requerida de los estándares de belleza actuales, e inevitablemente cargaría con el apodo de Pinocho.
En el mundo de los organismos no es posible crecer y crecer y ser saludables.
Las células que tienen la capacidad de crecer exponencialmente son las células del cáncer.
Me atrevo entonces a diagnosticar que nuestra sociedad padece economegalia: una condición que se basa en la ilusión y urgencia del crecimiento económico exponencial, a partir del uso y explotación de recursos finitos.
En el sistema económico, los países, los Bancos Centrales, las empresas, todos buscamos expresar el éxito en números cada vez mayores, ojalá de dos dígitos. Nos parece que es bueno crecer, hacemos proyecciones sin cuestionar cuál es el precio real de ese crecimiento que percibimos deseable en la lógica del modelo lineal.
Hace algunos meses el presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue muy criticado por dar un llamado ¨discurso sombrío¨, cuando dijo:
estamos viviendo el final de lo que podría haber parecido una era de abundancia... el final de la abundancia de productos de tecnologías que parecían siempre disponibles... el final de la abundancia de tierra y materiales, incluida el agua”.
Michael D. Higgins, presidente de Irlanda, dijo esta semana:
Muchos economistas permanecen atrapados en una narrativa de crecimiento inexorable, o en el mejor de los casos una narrativa de 'crecimiento verde'. Una fijación en una eficiencia, productividad y crecimiento perpetuo estrechamente definidos ha dado lugar a una disciplina que se ha vuelto ciega al desafío ecológico, la catástrofe ecológica, que enfrentamos ahora".
Esto es lo que entiendo de la condición: la economegalia tiene un metabolismo desbalanceado, el paciente emite emisiones de Carbono y otros gases perjudiciales 10 millones de veces más rápido de lo que puede capturarlos.
La economegalia no da espacio al descanso y la regeneración de los ecosistemas pues exprime muchos más recursos y más rápido de tierras, minas, bosques y del Océano, de lo que pueden ser regenerados. Es un sistema cansado y con insomnio.
La economegalia es producto de una dieta alta en proteína animal. En este momento la relación de la biomasa (o peso total) de los mamíferos es de 36% humanos, 60% animales domésticos y ganado y, todo el resto de las especies salvajes es de solo 4%, incluyendo ballenas y delfines, elefantes, jirafas y felinos. Y con las aves aún peor, la proporción es de 70% de la biomasa corresponde a pavos y pollos y todas las demás aves son apenas el 30%.
La economegalia provoca pérdida de la memoria. Desde 1972 en Estocolmo, fue la Primera Conferencia de las Naciones Unidas en la que se iniciaron las conversaciones incómodas que evidenciaban que algo no estaba bien en nuestro modelo, y durante 50 años han seguido las reuniones, sin parar, para hablar de lo mismo, olvidando los acuerdos y compromisos del año anterior. Existe toda una colección de nuevas charlas, documentales, películas y seminarios para públicos dementes. Con la COP21 en París aparecieron señales de mejoría, pero no. Hubo recaída y en diciembre próximo la cita será en Dubái.
La economegalia se relaciona con comportamientos esquizofrénicos, definidos como aquellos que pierden contacto con la realidad y muestran deterioro de las emociones. Tal como lo describe Jorge Vargas, coordinador del Estado de la Nación:
le encargamos a la política social revivir los muertos que la economía real genera… y le agregamos una dosis de cinismo cuando echamos la culpa de la desigualdad a esa política social obviando que la raíz profunda está en la economía política intocable¨.
La economegalia presenta una fuerte adicción al consumo de energía, especialmente proveniente de los combustibles fósiles. Como bien lo señala Nate Hagens, director del Instituto para el estudio de la energía y el futuro; cuando se imprime un billete, no se crean al mismo tiempo, mágicamente, los recursos naturales ni la energía que será necesaria para los productos y servicios que se pagarán con ese billete. De tal forma que los sistemas financieros están encadenados a activos que no les pertenecen.
La población mundial alcanzó la cifra de 8 mil millones de personas y sumando. De ellos, aproximadamente un 10%, los más adinerados y ganadores en la repartición de la pandemia, poseen o tienen acceso al 90% de los recursos y generan más del 50% de los impactos ambientales; siendo así, nos queda el 10% de los recursos para resolver las necesidades al 90% de la gente, aquellas personas que aunque tienen impactos ambientales menores, viven en lugares en los que los efectos de la crisis climática serán devastadores.
La medicina para curar la economegalia se escribe fácil: primero, dejar de crecer, y segundo seguir un tratamiento largo de redistribuir y regenerar. Solo entonces podríamos ser dados de alta.
Pero el doctor tiene mala letra y elegimos no entender. La medicina sabe muy amarga para los que debemos tomarla, una cura que representa demasiados sacrificios: cambios voluntarios radicales en el estilo de vida de las poblaciones fuera de la pobreza; reducir a la mitad nuestra demanda de energía contaminante para el 2030, y otra vez cortar a la mitad para el 2040, para llegar al 2050 en punto de equilibrio; eso implica renuncias impensables, y enfrentarse a una inercia de proporciones bíblicas.
La tarea no está fácil, pues según los expertos, en este momento los sistemas naturales están en posibilidad de soportar sanamente a una población de 2 mil millones de personas (tomando como base a una persona de clase media de Europa), y para lograr un verdadero desarrollo sostenible, necesitaríamos regresar al tamaño de la economía de 1990.
En muy poco tiempo, todo el dinero del mundo no alcanzará podrá comprar la salud del planeta y sus habitantes, ni reducir el sufrimiento y la muerte de millones de especies, incluyendo los seres humanos.
Finalmente, la economegalia está relacionada con otra condición en ascenso, la egomegalia. Juntas, propagándose como los mejores virus, provocan metástasis y son la razón por la que muchos consideramos que el colapso social no solamente es inevitable sino que ya se ha iniciado, y que en la próxima década nuestra generación enfrentará la muerte del mundo tal como lo conocemos.
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