Imaginemos este escenario; tenemos una reunión con una persona con la que trabajamos que recientemente nos criticó en público ¿cómo nos hace sentir, al saber que tenemos reunión con esta persona y  el equipo de trabajo nuevamente? Seguro nuestras emociones y pensamientos están revueltos, debe haber un fuerte sentimiento de frustración, enojo, ira, incomodidad, desmotivación, sumémosle, que esa persona está más cerca de la jefatura que nosotros (pertenece a odiosa argolla), y no nos sentimos cómodas de ir a plantear o conversar sobre la situación.  ¿Qué hacemos?

Habitualmente en estos casos, dejamos pasar estas conductas una y otra vez, nos vamos a tomar algo con alguna amiga o le conversamos a la pareja lo sucedido, lo tenemos en la mente un par de días más y vuelve a estar presente cuando se repite, seguro, en una semana. El ciclo del estrés y la decadencia de la comunicación comienza su camino hacia el caos, es muy probable que se empiece a pensar inclusive, en la posibilidad de cambiar de trabajo y si no se puede, en hacer lo estrictamente necesario y desconectarme lo más pronto posible, aunque el trabajo me guste, pero ya no estoy feliz. La desmotivación toma camino.

Este, es un escenario común, en mi experiencia pan de todos los días, históricamente un evento que se repite y del que todos hemos tenido en cierta medida responsabilidad, sobre todo si somos los que continuamos con la resistencia a sentarnos a enfrentar de manera asertiva estos temas. Y, en resumen, sufrimos.

Debemos hacer un esfuerzo para enfrentar esas barreras de comunicación que nos paralizan y empezar a sentir, pensar y comunicar, sin miedo.  Para lograr esto, es fundamental conectar con nosotros mismos y con todas las sensaciones que nos hacen daño, y hablarlo.

Sentir: la importancia de la conciencia emocional.

Antes de comunicarnos es fundamental estar conscientes de nuestras propias emociones. Esto nos permite ser más auténticos y evitar malentendidos o conflictos innecesarios. La conciencia emocional es la puerta de la comunicación, es de valientes y de humildes reconocer, qué me enoja, que me hace daño y qué necesito cambiar, así mismo, validar esas mismas emociones en los demás.

Una forma de cultivar la conciencia emocional es practicar la atención plena, observar nuestras emociones sin juzgarlas y así, podemos aprender a comunicarnos de manera más auténtica y consciente.

Pensar: la importancia de la reflexión

En este mundo tan agitado, pensar en automático nos trae más problemas que soluciones, además de estar conscientes de nuestras emociones, es importante reflexionar sobre nuestros pensamientos y creencias antes de comunicarnos con los demás, si lo hacemos podremos conectar de manera clara y efectiva, así se termina el sufrimiento que nos trae lo imaginario, lo que suponemos y no aclaramos.

La reflexión puede incluir la identificación de nuestras propias necesidades y valores, así como también la comprensión de las perspectivas y necesidades de los demás. Al reflexionar sobre estas cuestiones, podemos comunicarnos de manera más efectiva y construir relaciones interpersonales y profesionales más saludables.

Comunicar: la importancia de la autenticidad y la claridad.

Finalmente, para comunicarnos de manera efectiva, es fundamental ser auténticos y claros en nuestras comunicaciones. Esto implica expresar nuestras emociones y pensamientos de manera clara y honesta, evitando juzgar o criticar a los demás. ¿Por qué cuesta tanto hacerlo en el trabajo? El ego, el orgullo y el miedo son los responsables.

La comunicación auténtica también implica estar abiertos a las perspectivas de los demás y escuchar con atención para comprender las necesidades del otro y empezar a comunicarnos de manera más efectiva para construir relaciones interpersonales más saludables.

Sintamos más, pensemos puntualmente (menos) y comuniquémonos para detener el sufrimiento.

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