Si fuera posible sumar el agua que hay en los ríos, lagos, acuíferos y embalses de Costa Rica, a cada habitante le correspondería un total de 24.873 m3 de agua al año. Esa cantidad corresponde a un aproximado de 67 m3 de agua al día para cada persona, o mejor dicho, 67.000 litros de agua. Este dato se vuelve más interesante si se compara con la cifra de la Organización Mundial de la Salud sobre la cantidad de agua que necesita una persona al día para satisfacer sus necesidades de consumo e higiene, que corresponde a 100 litros de agua. Por otra parte, es delicado mencionar estos datos, que podrían producir equivocadamente la impresión de que podemos utilizar el agua sin medida. Por el contrario, estos datos pretenden evidenciar la riqueza hídrica que existe en el país, que además consideramos pocas veces.

¿En qué momento del día se consumen alrededor de 100 litros de agua, si por lo general se enseña que sólo es necesario consumir 2 litros para estar saludable? Justamente por esa razón, pocas veces pensamos en las muchísimas actividades diarias que implican el uso directo o indirecto del agua. Esas actividades van desde el momento de ducharse (12 litros por cada minuto que permanece el tubo abierto), el lavado de los platos (8 litros por cada minuto que permanece el tubo abierto), el riego de las plantas (10 litros por cada minuto que permanece el tubo abierto), el uso del servicio sanitario (10 litros cada vez que se jala la cadena), cuando nos lavamos los dientes, las manos o nos afeitamos (6 litros de agua por cada minuto que pasa el tubo abierto), entre muchas otras.

Agua virtual

Además del consumo directo de agua en actividades como estas, en las que el recurso se ve y se utiliza en un contexto más tangible, existe un consumo indirecto, al que se le denomina agua virtual. Este concepto hace referencia al “agua oculta” que se encuentra en los productos, servicios y procesos que las personas consumen todos los días, e intenta poner en evidencia la suma total del agua que se consumió a lo largo de la cadena de valor. El término fue acuñado por el Dr. Tony Allan, al identificar que en países de África del Norte y Medio Oriente las personas lograban satisfacer sus necesidades alimentarias, gracias a la importación de productos provenientes de países sin escasez de agua.

Para explicar mejor el concepto, podríamos utilizar como ejemplo la pasta. Para obtener este producto se requirió de agua en diferentes etapas de su producción. Inicialmente se necesitó para cultivar y regar el trigo, también para producir el combustible de la maquinaria que se utilizó en los cultivos y posteriormente en los vehículos para el transporte. Además, se pudo haber utilizado para crear la electricidad que se requirió en las plantas de procesamiento para convertir el trigo en harina y posteriormente en pasta. Todo este proceso implica que un kilo de pasta requiere de un consumo aproximado de 1.849 litros de agua. Aunado a los procesos anteriores, podríamos reflexionar sobre el agua que consumen las personas involucradas en la producción de la pasta.

Huella hídrica

Aparte del agua virtual existe un término un poco más amplio, la huella hídrica, que hace referencia al impacto hídrico de los productos, servicios y procesos que consumimos y permite evaluar si el proceso productivo es sostenible. Fue creado por el Dr. Arjen Hoekstra, quien junto con el equipo del Water Footprint Network desarrolló la metodología para calcular la huella hídrica. El concepto se subdivide en tres, azul, verde y gris, para lograr así un análisis más completo del impacto que un producto está generando. La huella hídrica verde hace referencia al agua de lluvia o nieve que se utiliza en el proceso productivo. La huella azul se refiere al agua extraída por el ser humano de fuentes naturales o artificiales, que se utiliza en el proceso productivo. Por último, la huella gris alude a la cantidad de agua dulce que se necesita para diluir el agua contaminada de los procesos de producción, de manera que cumpla con los estándares de calidad antes de ser vertida en un cuerpo receptor.

Si regresamos al ejemplo de la pasta, la huella hídrica exacta dependerá del lugar en el que se produzca. Por ejemplo, una pasta hecha con trigo de Italia tiene una huella promedio de 1410 litros/kg, mientras que la huella de la pasta elaborada con trigo de Francia sería de 590 litros/kg. No obstante, utilizando el promedio de 1.849 litros/kg, se podría decir que de ese total un 70% le corresponde a la huella hídrica verde, 19% a la azul y 11% a la gris. Estos datos y conceptos evidencian los patrones de consumo del recurso hídrico escalas que van de lo individual a lo planetario.

El agua hoy

Más allá de los conceptos y los datos, lo importante es entender que utilizamos este recurso hídrico para muchísimas actividades en el cotidiano de formas tangibles e intangibles. Muy pocas veces nos detenemos a pensar en el simple hecho de llenar un vaso con agua potable o lavarnos las manos con agua limpia, en especial en un país en el que la mayoría tiene el privilegio de abrir el grifo y contar con agua potable a un costo muy bajo. Son ínfimas las veces que pensamos en el agua que se necesitó para manufacturar la ropa que llevamos puesta o los posibles 125 litros de agua que se utilizaron en Chile o Argentina para poder saborear una jugosa manzana roja importada.

El agua está presente en todos los ámbitos de nuestra vida y sería fácil pensar que debe ser así, considerando que habitamos el llamado “Planeta azul”. Ese nombre se debe a que la superficie del planeta Tierra está compuesta en un 70% por agua, pero más del 99% no es utilizada por los humanos y otros seres vivos, ya que solo alrededor del 0,3% del agua dulce se encuentra en el agua superficial de lagos, ríos y pantanos. Además de ser un pequeño porcentaje, alrededor del 84% de las poblaciones de especies de agua dulce han disminuido desde 1970, más de la mitad de los humedales del mundo han desaparecido, se estima que el 80% de las aguas residuales globales no reciben un tratamiento adecuado, sólo 17% de los ríos del mundo fluyen libremente y se encuentran en áreas protegidas, entre muchos otros datos poco alentadores.

Tal vez no veamos los flujos de agua que recorren diariamente nuestros planeta, no prestemos suficiente atención al agua que fluye mientras nos lavamos los dientes, ignoremos el nombre del río o la quebrada cercana a nuestra casa y nunca nos hayamos preguntado por el destino de las aguas residuales que producimos. Sin embargo, el tiempo corre. De acuerdo con los datos de la iniciativa internacional The World Counts, nos quedan aproximadamente 17 años hasta que el agua dulce de la Tierra se agote. Tal vez sea un buen momento para hacer visible el papel que juega el agua en nuestras vidas y actuar.

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