¿Cómo se ha transformado la identidad del costarricense desde la década de los años 50?

¿Cuáles son los rasgos más importantes del tico que definen la sociedad de hoy? ¿Son adecuadas esas características para enfrentar los retos sociales, económicos y políticos del país?

El tema es complejo, pero la historiadora Ana María Botey Sobrado, quien fue investigadora del Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) de la Universidad de Costa Rica, disfruta hablar de esto, especialmente de lo que ocurría en el siglo XIX, aunque reconoce estar preocupada por la situación actual del país. La cultura política del costarricense hoy es muy superficial, dice, y solo la reconforta la “veta reformista” que cree sigue estando presente en los ciudadanos.

¿Cómo y cuándo nació la identidad costarricense? Botey explica que construir la identidad nacional fue una labor que llevó todo el siglo XIX y parte del XX. Heredamos algunas características de la sociedad colonial, como el que “las personas valían por el color de su piel o tenían un lugar en el sociedad dependiendo de su color: los peninsulares, los criollos, los indígenas, o los negros”.

La educación, el arte y la cultura fueron también muy importantes y de esto se valió el Estado para construir ese “ser costarricense”. “La reforma educativa de Mauro Fernández, de fines del siglo XIX, iba orientada a uniformar la educación”, reseña.

Esta le da potestad a la secretaría de Educación sobre los contenidos y los profesores. Hay que recordar que la iglesia Católica había tenido un poder muy importante en la educación hasta aproximadamente 1850. “Se introduce la historia de América, la cívica, valores propios del mundo liberal como el respeto a la Constitución”.

La música va a tener un gran papel en la enseñanza de primaria y secundaria, explica Botey, así como el arte. Rememora a varios historiadores como Iván Molina, quienes han destacado cómo el arte definió “lo costarricense como la casita de adobe” y en las exposiciones de los años 20 y 30 se mostraba al costarricense como un campesino que vivía en casas de adobe iluminadas, llenas de plantas y pintadas de blanco con azul, “aunque en la realidad no eran siempre así. Esa fue una idea que fuimos metiéndonos: un país donde hasta 1950 la mayoría era campesina”.

La literatura también fue importante en la formación de esa identidad nacional. “El Moto”, novela de Joaquín García Monge, nos muestra el mundo campesino, y Manuel González Zeledón, conocido como Magón describe las costumbres de la población.

La experta explica que desde 1820 y en las décadas siguientes el costarricense, sobre todo su élite, fue dándose cuenta que su desarrollo histórico era distinto al de otros países centroamericanos, especialmente al de Nicaragua “donde pasaban guerras civiles, enfrentamientos, violencia, entonces frente a esa realidad el político, fue diciendo nosotros no somos así, somos un pueblo pacífico, donde impera el diálogo, la paz, la negociación, lo que no era tan cierto, porque la historia de Costa Rica también está llena de conflictos, pero sí, frente a los demás, lo conflictos de aquí eran como un juego de niños”.  Ciertamente, agrega, en el país hubo una institucionalidad desde 1821 que se fue creando y fortaleciendo.

La imagen de una población blanca la compartieron también viajeros extranjeros quienes, narra Botey, escribieron que el costarricense era “homogéneo, más blanco” porque había menos población indígena, era más mestizo que lo que se veía en Guatemala, Nicaragua, Honduras o en El Salvador.

Entonces nos creíamos los europeos de Centroamérica”.

Todo esto formó el ideario costarricense al que se le agregó luego el que:

éramos más civilizados que nuestros vecinos de Centroamérica … también fuimos acuñando que éramos un país democrático, y como dice Ivan Molina, un sector de la intelectualidad en los inicios del siglo XX comenzó a hablar de la cuestión social, en la primera mitad del siglo 20 hubo mucha lucha social, entonces fuimos incorporando en ese ideario el tema de justicia social”.

Para ahondar en este tema, Botey recomienda leer el libro del historiador Iván Molina, “Costarricense por dicha” el cual da una visión de los procesos que llevaron a la formación de la identidad nacional de las décadas de 1880 y 1890, y cómo se dieron luego profundos cambios en el siglo XX. Además, un artículo escrito por el también historiador Víctor Hugo Acuña titulado “La invención de la diferencia costarricense 1810-1870”.

Para concluir su explicación sobre esas características de los siglos anteriores , Botey recuerda cómo a fines del siglo XIX “la burguesía costarricense se europerizó” lo que provocó una serie de conflictos culturales con la mayoría de la población que era campesina, católica y con raíces muy hispánicas. “Esta élite va a ser partícipe de una cultura secular, de la higiene, del desarrollo de la ciencia, del arte europeo, de hacer de San José una ciudad en pequeñito viendo hacia Europa y esto va chocar con esas tradiciones católicas… la iglesia lograba movilizar a amplios sectores contra estos liberales seculares”. Los liberales impulsan la reforma de la educación laica, el divorcio, el matrimonio civil.

Del mundo europeo a un tico transnacional

¿Cuándo comienza a transformarse la identidad del costarricense? Cambia después de los años 50 cuando ingresa con más fuerza la influencia norteamericana, destaca Botey.

En los 60 la televisión y más tarde todo lo que ya conocemos, la música, el Internet. Todo esto ha transformado al costarricense que se ha transnacionalizado”.

En esos años además ocurren cambios en la educación con la apertura de gran cantidad de escuelas y colegios bilingües que incluso tienen el mismo calendario escolar de los Estados Unidos.

Se perdió el que todo el mundo iba a la escuela pública aunque después se fuera al colegio privado, eso se perdió después de los  años 40 porque se permitió la educación privada en gran escala…  y luego, con la crisis del sistema educativo, las capas medias fueron haciendo todos los esfuerzos por trasladarse a la educación privada. Las élites comenzaron a ir a estudiar a los Estados Unidos”.

El crecimiento en el turismo extranjero, los trabajos en call centers, los centros comerciales, los residenciales privados, también fortalecieron eso que la historiadora llama “cultura transnacional” y agrega, hay una cultura de clase que se ha profundizado.

Esa Costa Rica igualitaria que soñábamos, eso sigue solo en el imaginario de mucha gente porque aquí hay un igualitarismo que llega al irrespeto. No hay respeto a la autoridad sustentado en el igualitarismo”.

Costa Rica, dice, se hizo más rica y transformó su estructura productiva.

Tenemos una sociedad de consumo y las personas valen por el consumo, vales por lo que tenes, por el consumo suntuario de marcas, todo eso nos ha invadido”.

Otro aspecto importante, agregó, es lo que menciona Molina en su libro cuando detalla el surgimiento de otras identidades, por ejemplo, las identidades de género o transgénero, la identidad las comunidades LGTBQ.

También han revivido las identidades étnicas que habían quedado por fuera de la identidad nacional desde el siglo XIX.

Los habían dejado por fuera, a los negros a los indios, porque éramos fundamentealmnente blancos. Entonces hay un esfuerzo ahora de la élite intelectual afrocostarricense para ganar espacios políticos…los aborígenes también, vean las peleas que están dando por la recuperación de tierras, esas identidades se han afianzado”.

Botey cree que la suma de todo esto resquebrajó esa identidad nacional y no titubea al decir que lo que une hoy a la mayoría de la población es la selección nacional de fútbol.

En este momento es de las pocas cosas que unen. Es dolorosísimo, pero es así”.

Reconoce que existen pequeños sectores a quienes los une por ejemplo, la colaboración con los pequeños emprendedores nacionales, con los productos nacionales, lo que abre espacios en algunos grupos de la sociedad, pero asegura que no es la tónica general.

A la experta le preocupa además una “vena autoritaria” que ve en el costarricense. Se alegra de que la reciente encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de agosto pasado mostrará que el apoyo a la democracia es generalizado entre los diferentes sectores de la población, pero no así de que seis de cada 10 entrevistados afirmara que es muy bueno o bueno tener un líder fuerte en el Gobierno, incluso si ese líder no cumple del todo con las leyes para conseguir resultados. “Hace rato hay una vena autoritaria, esa no es nueva y ha sido estimulada por un sector de políticos” que dicen que la inseguridad es el problema número uno de Costa Rica y hacen una crítica constante y de desprestigio del Poder Judicial y a los jueces.

Hay, considera Botey, un sector “que está enfurecido con el papel de las mujeres, con los derechos de la comunidad LGTBQ” y crean odio contra los nicaragüenses, contra los extranjeros.

Se oponen a la migración desconociendo por completo todos los acuerdos internacionales que hay con Acnur (la Agencia de la ONU para los Refugiados) y eso ha sido fomentado políticamente…lo que la gente no entiende es que Costa Rica es un país muy chiquito y muy condicionado por todo lo que pasa en el mundo”.

La política, dice, es una cosa compleja que está totalmente fuera del entendimiento de la gran población de este país, la población no entiende la división de poderes y la cultura política del costarricense es actualmente muy superficial.

Los partidos han tenido un poco de culpa porque la calidad de la representación política ha venido mucho a menos desde hace años, en municipalidades y en la Asamblea Legislativa”.

No le echa la culpa a fallas en la educación cívica sino a toda la educación.

La calidad de los profesores bajó, los gremios no motivan a los buenos profesionales, y el Ministerio de Educación no hace pruebas para que cumplan los criterios mínimos”.

“Yo no soy tan optimista, a mi me preocupa el país, siempre hay una veta buena, reformista, grande en Costa Rica que está en todos los partidos, la cosa es recoger eso”, afirma.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.