Una amplia mayoría de chilenos, alrededor del 62%, ha optado por rechazar el plebiscito sobre una nueva Constitución, que reemplazaría al viejo texto redactado en 1980 bajo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y reformada hasta sesenta veces en democracia. El resultado ha supuesto un duro golpe para el gobierno progresista de Gabriel Boric, el cual ya ha anunciado ajustes en su gabinete y el impulso de un nuevo proceso constituyente donde el Congreso tendrá un papel protagonista.

El contundente triunfo del “No”, donde el 85% de los electores salieron a votar, supone el rechazo a un nuevo texto constituyente que sostenía cambios profundos con una clara posición hacia la paridad de género, la ecología y el reconocimiento de los pueblos indígenas. El texto también reconocía la declaración de que Chile sería un Estado plurinacional, donde cerca del 13% de la población se reconoce como indígena, y la incorporación de nuevos derechos económicos y sociales. Estos fueron algunos de los temas que más rechazo generaron entre la opinión pública.

El nuevo texto tampoco ha logrado encausar el malestar generado tras las revueltas populares del 2019. El proceso hacia la nueva constituyente inició en octubre de 2020 cuando se celebró el plebiscito de entrada, donde un 78% de los electores votó a favor de remplazar la Constitución de 1980. Posteriormente, en mayo de 2021, se escogieron a los 155 miembros de la constituyente cuyo órgano principal venía de fuerzas de la izquierda y colectivos independientes. Tras 12 meses de trabajo se entregó en el mes de julio el texto final de lo que sería la nueva Constitución. Finalmente, tras dos meses de campaña, los electores chilenos han decidido rechazar el nuevo texto donde muchos expertos señalan el rechazo a dicho texto como un plebiscito al gobierno de Boric, dado a su implicación protagónica en favor del “Sí”.

A pesar de que la propuesta constituyente tenía elementos de amplio carácter transformador y progresista, la centroizquierda chilena optó por su rechazo. La derecha no se quedó sola en su apuesta por el “No”, lo cual significaba que los sectores conservadores chilenos apostaban por mantener el statu quo vigente redactado bajo una dictadura militar auspiciada por Estados Unidos que dejó miles de desaparecidos.

A pesar de que Chile cuenta en la actualidad con el gobierno más a la izquierda desde Salvador Allende (1979-1973), la derecha chilena sigue teniendo un peso muy significativo en la política chilena. En las pasadas elecciones incluso el candidato de ultraderecha, José Antonio Kast, fue el triunfador en la primera vuelta de las elecciones, y dado al apoyo de la izquierda tradicional y la democracia cristiana a Boric en segunda vuelta, se evitó la llegada de un gobierno aun mas a la derecha del saliente presidente Piñera.

A pesar de ello, en octubre de 2020 ocho de cada 10 chilenos se encontraban de acuerdo en cambiar la Constitución de Pinochet. Esto suponía en teoría un escenario muy positivo para iniciar el nuevo proceso constituyente, dado a que chilenos de diversas tendencias políticas eran partidarios de formar un nuevo texto constituyente.

Las causas al rechazo del texto sostienen diversas teorías que podrían explicar el aplastante rechazo hacia la nueva Constitución. Algunos analistas consideran el rechazo que generaba que Chile se convirtiera en un “estado plurinacional”, el cual los pueblos indígenas tendrían su propio sistema judicial ancestral. Por otra parte, la propuesta sobre el aborto generó bastante rechazo, en un país donde la legislación vigente tiene un carácter ampliamente conservador, la cual buscaba equiparar los derechos abortivos al nivel de los países europeos más progresistas.

Otro de los elementos que mayor rechazo generó en la ciudadanía fue la posibilidad de la reelección inmediata en las elecciones presidenciales. Esto sin duda representó un punto clave de maniobra para la campaña del “No”, sumado a la fuerte campaña de desinformación impulsada por la derecha chilena la cual utilizaba el discurso del peligro que corría la unidad de Chile y la propiedad privada en la nueva Constitución.

El impulso de una nueva constituyente queda ahora en una encrucijada que puede determinar el futuro del gobierno de Boric. El cambio hacia una nueva Constitución tendrá que verse comprometido con la implicación de la vieja política tradicional. La sociedad chilena tendrá que buscar nuevos consensos que seguramente limitarán la tendencia progresista del texto rechazado.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.