Somos el espejo para vernos y sernos. Nosotros, los que somos del color de la tierra. Aquí, ya no más la vergüenza por la piel. La lengua, el vestido, la danza, el canto, la historia... Aquí, el orgullo de sernos el color que somos del color de la tierra. Aquí, la dignidad que es vernos sin ser vistos, siendo el color que somos del color de la tierra". Sub-comandante Marcos.

“Urbi et orbi”

Por favor, léalo despacio, mientras hace memoria.

“Urbi et orbi” ¿Le suena conocido?

Qué tal si, a estos tres vocablos en latín, le agregamos el siguiente contenido en castellano:

Todos los seres humanos somos iguales. Todos los seres humanos contamos con los mismos derechos”.

“Urbi et orbi”, es entonces, la proclama de la norma moral extraída de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 que, todo Estado, más que, obligado, debe respetar.

“Urbi et orbi” ¿Lo recuerda usted? O, acaso ¿lo desconocía?

Acaso y, de una manera muy conveniente, al Estado mismo y a quienes le conformamos, se nos hace tal vez, menos complicado el generar olvidos desde la base de la inacción, la negligencia, la omisión... la impunidad, ante la sangre indígena derramada con premeditación y cobardía.

Es así que, el Estado mismo, el que, sin pena alguna y, con conocimiento de causa, ha venido desprotegiendo a muchos, para favorecer los intereses de unos cuantos, perpetuando así, administración tras administración, las vulnerabilidades de ciertos grupos minoritarios y, por ende, el no cumplimiento de los derechos milenarios de los poblaciones más desposeídas y discriminadas: los pueblos originarios.

Sí, los derechos milenarios de las y los indígenas, para quienes el acceso a la justicia, si bien leí por ahí, en palabras dichas por una especialista en la materia, es oneroso. Es excluyente. Es además, ajeno y politizado. Es, en pocas palabras, peligroso. A tal grado, que la lucha por la autonomía, por la justicia misma, puede atentar contra sus propias vidas. Por el momento, me reservo el derecho de puntualizar al respecto para permitirme ampliar en otros planos.

Hace algunos años, mientras me encontraba haciendo un acopio de algunas recetas, propias de la farmacopea huetar dentro del territorio de Zapatón, ubicado en Puriscal; una poseedora del conocimiento ancestral con profunda tristeza, me dijo:

—Yo quemé el libro en donde guardaba todos los remedios, todas las curas naturales heredadas por mis ancestras. Claro, estaba escrito en español, a mano, pero era un libro gordo, gordo, como una biblia.

Impactada, le pregunté:

—Pero ¿Por qué? Los huetares perdieron la lengua materna hace ya muchos, muchísimos años. Cuando una lengua muere, muere con ella gran parte de su cultura, de su sabiduría. Muere la forma de ver su mundo, la forma de interactuar con el. ¿Qué la motivó a quemar ese tesoro?

—La gente misma. Pasaban por mi casa y me insultaban, me gritaban bruja. Los grandes y, los pequeños también. Nadie quiere mis recetas, solo las que da la Caja. Y, vea, yo mismita a punta de matitas y cogollos, me curé de un cáncer.

Fue entonces, cuando le mencioné la posibilidad de echar a andar un proyecto de recuperación de especies nativas de la zona. Sin imaginarlo, obtuve una respuesta igual de escalofriante.

—Ya ni tenemos guarumo. Pero, ¡qué va! Aquí no tenemos tierra para eso.

Dentro de su mismo y propio territorio, dentro de su heredad, dentro de lo que por ley les pertenece, los huetares ¿no tienen suficiente tierra para atreverse a pensar en desarrollar una empresa de recuperación de especies endémicas en peligro de extinción?

Supe entonces de las grandes fincas en manos de no indígenas, supe de las propiedades que, habiendo sido expropiadas y canceladas en su totalidad por el gobierno de turno, no fueron devueltas por sus dueños no indígenas, a pesar de haber recibido el pago fijado. Supe de las estrategias fraudulentas que los no indígenas utilizan para arrebatar las tierras, a sus legítimas dueñas y dueños. Supe incluso de las incursiones ilegales en donde, algunos vivillos “blancos”, aprovechando el manto oscuro de la noche, les permitía incluso, durante los fines de semana, extraer y extraer recursos que no les pertenece. Supe de las talas ilegales, de la contaminación de las aguas, supe de las cercas que se levantan derribando todo a su paso, de la caza irracional, de los desastres que con sus malos manejos, los no indígenas provocan, sin autogenerarse otro sentimiento más que el de la ambición, la codicia desmedida.

Este panorama desolador se repite de territorio en territorio.

En otra ocasión, con el permiso del Consejo de Mayoras y Mayores, conté: “Los cuentos de Tío Conejo”, narración dirigida a estudiantes bribris y cabécares de Cabagra, Salitre y Ujarrás, hace también mucho tiempo.

Los más pequeños, muy entretenidos se acercaban curiosos, solicitando más historias. Luego, inició la música y los presentes empezaron a bailar un vals. Un vals, como muestra y consecuencia fehaciente de un sistema de educación irrespetuoso, ignorante de los procesos interculturales, el cual, lejos de garantizar el cumplimiento de los derechos históricos de los pueblos originarios, excluye con cinismo y descaro, el poder de su cosmovisión y el uso de sus bienes simbólicos. Los tangibles y los que no lo son.

He de agregar que, bribris y cabécares, aún conservan su lengua materna, por lo tanto... Gran parte de su esencia y herencia ancestral, continúa viva, en resistencia, a pesar del tiempo y el espacio, muy a pesar de la dominación ejercida por el evidente espíritu colonialista del Estado y su “exitosa” estrategia de segregación.

Antes de iniciar el período de emergencia sanitaria, estaba yo en mi casa, cuando recibí la llamada de una mujer Gnäbe-buglé, a quien amo y respeto profundamente. Ella y su compañero de vida, son figuras relevantes en su comunidad. Ambos se encontraban consternados.

En el territorio originario La Casona, un grupo de homicidas, cuyos rostros estaban cubiertos por pasa montañas, habían asesinado a la compañera de otro dirigente. No contentos con ello, los criminales, en mitad de la noche, arrastraron sobre piedra y monte, el cuerpo de la mujer. Al amanecer, lo encontraron justo a la entrada de la escuela de la zona, dilapidado.

Imagino que, la mayoría de ustedes, por no decir todos, desconocían este macabro hecho. Ningún medio de comunicación dio cuenta de ello.

Supongo que las autoridades competentes, también lo siguen desconociendo. Como bien me atrevo siempre a decir: La impunidad, ¡pásala!

Continúo...

El año pasado, a finales de noviembre, recibí con gran alegría, la visita de las y los compañeros cabécares de Bajo Chirripó, territorio originario.

Localizado en el cantón de Matina, Limón. Venían a casa, con el fin de recoger los pasteles, las piñatas, los miles de confites, manzanas, jugos, galletas, bolas de fútbol, en fin... Lo que, entre muchos, logramos recolectar para las niñas y los niños cabécares de la comunidad de Namaldí. Por motivos de salud, en esta ocasión, no les pude acompañar a la fiesta de cierre de fin de curso lectivo. 20 días después, la compañera del líder cabécar, me llamó llorando. Con saña, habían atacado a Leonel García Segura.

Los usurpadores no indígenas, habiéndolo amenazado semanas atrás, cumplieron su palabra.

—Indio, ¡te vamos a hacer picadillo!

Gravemente herido, Leonel fue ingresado de emergencia a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Tony Facio. Intubado, entre la vida y la muerte, así permaneció durante más de 15 días.

No fueron cortes, no. Con el machete, los agresores le abrieron tajos en diferentes partes del cuerpo. La herida más siniestra fue la que, a la altura de la mejilla izquierda, comprometió mandíbula, cráneo y cuello causando severos hematomas y el riesgo continuo de infecciones, igual de graves.

Leonel está vivo de milagro. No hay otra explicación. Habiendo sobrevivido a tan cruel y sanguinario ataque, Leonel, su familia, compañeras y compañeros de la Asociación Cabécar de Desarrollo Integral de Bajo Chirripó, se encuentran ahora y todavía, en grave peligro.

Los usurpadores no indígenas elevaron los tonos y las frecuencias de sus amenazas. Tan así es que, el pasado domingo 5 de junio, mientras regresaban a sus hogares, más de 15 cabécares, en cuenta dos niñitos de brazos, otros dos niñitos menores de 6 meses, fueron cobardemente emboscados en horas de la noche.

El vehículo en el que viajaban, propiedad de la ADI, conducido por el compañero presidente de la misma, Adrián Sanabria Payán, recibió 13 impactos de bala.

A partir de ese momento, nos dimos a la tarea de organizar una reunión a la que estamos tratando de convocar a representantes del gobierno central, señoras y señores diputados, sus respectivos asesores y otros. Se hace urgente el encuentro entre la autoridades y, las lideresas y líderes cabécares de las comunidades de Alto Palmera, Bajo Palmera, Pozo Azul, Serinache y Chumico.

Por desgracia, la convocatoria no ha sido sencilla. La carencia de respuestas de parte de casi todos, denota la falta de sensibilidad, la ausencia de interés. A excepción del demostrado por los asesores de la señora diputada, representante de la provincia de Limón por el Partido Liberación Nacional quien, de paso, al ser consultada por los primeros, contestó de inmediato y positivamente. En representación de la bancada oficialista, la señora diputada por Heredia, también respondió de forma afirmativa. Continuamos en espera de las respuestas del bloque frenteamplista y, de todos aquellos deseen sumarse.

Sabe qué... esta es una bronca país y también, ¡hay que comérsela!

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