Estaba leyendo sobre la Revolución Comunista para una clase el otro día y estas palabras seguían reverberando en mi mente. Primero llega el terror y luego se instala el hambre.

Estaba pensando que lo que está sucediendo de nuevo en Rusia, Afghanistan, Filipinas  y otros lugares es una receta para el desastre, no hemos aprendido nada de la historia. Mi abuela solía decir que se necesitan unos 50 años para que la gente olvide su pasado por completo. Con nosotros en el este, parece que solo ha tomado 30 años.

Esta sensación destripada de fatalidad inminente comenzó conmigo en 2015, cuando todos estábamos viendo impotentes cómo cientos de miles de  refugiados sirios llegaban a las costas de Europa huyendo de una guerra cruel. La imagen del niño pequeño llevado por la marea a la costa de Turquía que se compartió en todas partes, y sin embargo, muchos de mis amigos y familiares prefirieron ver para otro lado, incluyéndome a mí. Incluso escuché a la gente hablar sobre la veracidad de las fotos, discutir marcas de zapatos, decían que la gente tenía dinero, que se iban por mejores oportunidades, no por una guerra. Nosotros, como europeos, no les debíamos nada, ni siquiera eran cristianos. Recuerdo haber pensado:  tendremos que pagar por esto y con intereses. ¿Éramos los refugiados hace solo 30 años y ahora discutimos cuánto dinero cuestan los zapatos de un niño muerto?

¿Qué hace que una persona busque refugio fuera de su país, de todos modos? ¿Cuenta morir de hambre a causa del cambio climático? ¿Huir de un dictador o de una guerra contra las drogas que todo lo abarca?  ¿Es necesario que caigan bombas sobre nuestras cabezas, para calificar como refugiados?  ¿Cuál es la distinción entre un refugiado y un migrante económico? Creo que la línea entre las dos categorías de personas que necesitan ayuda desesperadamente se vuelve cada vez más delgada.  Me parece cada vez más que la distinción es la política, una mera herramienta para descartar el sufrimiento de las personas y la desesperada suplica de ayuda cuando sea conveniente.

Permitimos que Alepo sucediera y ahora estamos viendo como espectadores cómo el horror toma a otra ciudad en sus garras. Estamos permitiendo que Mariupol suceda —otro Aleppo— y el horror vuelve a ganar. Todos tendremos que pagar por ello, cada persona muerta, cada niño traumatizado, cuenta. Es así de simple, todos contamos, o todos deberíamos contar. ¿Cuál ciudad es la siguiente en la lista de ataque de Putin? ¿Va a destruir la hermosa Odessa, transformarla en una montaña de escombros, y luego qué más?

¿Cuándo ha funcionado esta estrategia de avestruz? ¿Cuánta más miseria necesitaremos barrer debajo de la alfombra antes de que las vidas comiencen a importar más que el dinero y las ganancias? ¿Despertarán nuestros líderes de nuevo de este letargo,  ofertas rotas y  promesas sin valor que cubren como flores las tumbas recién excavadas, cuando las botas del horror toquen a las naciones que parecen ser las únicas que cuentan una vez más, las personas civilizadas de Europa occidental?  ¿Comenzarán a poner las vidas primero entonces?

A diferencia de la creencia popular, Europa no está entera, Oriente nunca ha contado, meras colonias de déspotas poderosos, al igual que América Latina. La única diferencia es la distancia, estamos más cerca, el olor de la sangre está más fuerte, pero nunca lo suficientemente cerca como para importar. ¿Será esta vez diferente? No estoy segura.

Por otro lado, hay una cosa que parece unirnos tanto en Europa, como en Norte America u otros lugares libres de conflictos mayores en este momento, el odio creciente hacia aquellos que se ven diferentes a nosotros. ¿Cuántos refugiados más necesitan llegar a la puerta de Europa o Estados Unidos para que el horror toque los corazones de las personas?

El sentimiento anti-refugiados está creciendo de nuevo:  “los niños ucranianos reciben ayuda del gobierno mientras nuestros niños pasan hambre”, “los refugiados no quieren trabajar, solo se benefician de nosotros”, entre otras tantas frases. Todo esto liderado por partidos nacionalistas y políticos sin escrúpulos que utilizan una increíble cantidad de sufrimiento por el que pasan niños inocentes para ganar votos. ¡Vergüenza! Y vergüenza para cualquiera que les crea. ¿Cómo se puede mirar a los ojos de un niño que huye de las bombas, dejando atrás todo lo que sabe, incluidos amigos y familiares, y decir que no vale? ¿Cómo?  No aguantare nada de eso, ni más y ninguno de nosotros debería hacerlo. Esto tiene que terminar ahora. Todos tenemos derecho a vivir en paz y cuando se nos quita este derecho, a cualquiera de nosotros, lo menos que podemos hacer es ayudar.

Los candidatos populistas pueden prometer lo que quieran, no les importa cumplir. Si fallan, es culpa del sistema y no de ellos. Una ola de intolerancia extrema se ha permitido crecer como una hiedra venenosa, escalando por nuestra tolerancia al extremo.  ¿Te has preguntado qué pasaría si ellos estuvieran a cargo? No hay que mirar muy atrás en el pasado, algunos de nosotros lo hemos vivido, pero parece que lo hemos olvidado. ¿Qué fue primero después de que los comunistas o los nazis se hicieron cargo? El terror, la prohibición de diferentes visiones de la vida, la eliminación de todos los demás partidos políticos, de la libertad en todas sus formas. ¿Y qué vino después? El hambre, después  de que te roben el sustento y te hagan depender de una máquina corrupta, sin escrúpulos y antidemocrática, el hambre se instala.

¿Podemos cambiar y unirnos bajo los valores de libertad, igualdad y hermandad o nos aislaremos, cada uno en nuestro rincón esperando que esta pesadilla desaparezca?

Estamos conectados, nos guste o no. Un niño pequeño que aparece muerto en la costa de Turquía es nuestro problema, nuestro fracaso, y ahora estamos empezando a pagar por ello.  Y la maquinaria de propaganda vuelve a entrar en acción: los refugiados que llegan de Ucrania son actores, las personas asesinadas en Bucha son muñecos falsos, Rusia solo se está defendiendo y, por lo tanto, una invasión de una nación soberana, así como un asesinato en masa, son aceptables  y así sucesivamente.  ¿Cuánto tiempo crees que tardarán los problemas que envuelven a partes de Europa en llegar a casa? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que la propaganda vuelva a la gente violenta, dispuesta a renunciar a su democracia difícilmente ganada por miedo, miedo a lo nuevo, miedo a lo diferente, solo miedo?  ¿Hasta cuándo ignoraremos a niños pequeños que nos llegan muertos en la orilla del mar, huyendo de la guerra? Estamos conectados, también  es nuestro problema sin importar cuán lejos estemos fisicamente.

No creo que tengamos muchas más oportunidades para unirnos en empatía y luchar por la paz y el estado de derecho antes de caer de un precipicio sin esperanza de supervivencia. ¿Cuánto hambre y desesperación crees que traerá nuestra próxima gran batalla, posiblemente provocada por el cambio climático?  El corazón y los pulmones del mundo ya están bajo un ataque sin precedentes y pronto lucharemos por respirar.

Si dejamos que el extremismo gane alimentado por el odio y aprovechándose de nuestros miedos, sabemos lo que sucederá. Solo piénsalo por un minuto.  No es nuevo, aunque olvidado... Primero llega el terror y luego se instala el hambre.

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