La guerra desatada en Ucrania ha vuelto a poner en evidencia la forma en que los grandes medios de comunicación se encargan de elaborar y difundir un relato acorde a lo que supone la percepción de un conflicto armado.

Antes de entrar en detalle sobre este argumento es vital establecer como punto de partida que todas las guerras o conflicto armados se caracterizan por ser injustas e inaceptables. Estas connotaciones negativas nunca han sido motivo suficiente para evitar el inicio de un conflicto armado dado a que tal como lo menciona la teoría realista de las relaciones internacionales, la guerra se ejecuta meramente intereses geopolíticos.

La lógica belicista invoca elementos disuasivos que fomentan la falsa protección de todos aquellos valores que caracterizan el sentido nacional de un país ante una amenaza presente para legitimar una guerra. Es prácticamente imposible generar un discurso pro-guerra sin generar valores o argumentos que pongan en tela de juicio todas aquellas características que definen a una nación. Los estadounidenses han argumentado sin fin de invasiones militares por supuestas causas democráticas, mientras que los rusos han utilizado elementos aún presentes en la memoria colectiva rusa —el nazismo y genocidio— para justificar su intervención militar en Ucrania.

Ahora bien, reconocer que la guerra causa innumerable cantidad de sufrimiento y destrucción en las sociedades difícilmente sería un argumento contradictorio como, por ejemplo, si lo pudiera ser todo aquello que se relaciona entre opiniones políticas acordes al siempre controvertido papel del Estado en nuestras sociedades.

Por ello planteo la siguiente pregunta: ¿Por qué los medios de comunicación construyen relatos acordes a cómo debemos percibir los conflictos armados? O dicho en otros términos y con un ejemplo aún fresco en nuestra memoria: ¿Es válido percibir como “justos” los motivos dados por el gobierno estadounidense para justificar las invasiones militares a Iraq y Afganistán (que dejaron más de medio millón de bajas civiles)?

El cinismo y la hipocresía guían y lideran la construcción del relato que justifica un conflicto armado: “Derrocar a Sadám Hussein en Iraq para instaurar una democracia liberal”; “liberar a los afganos del yugo opresor de los talibanes”; y ahora “desnazificar Ucrania y evitar el genocidio de los ruso parlantes”. Creerse el cuento de las guerras por maravillosos ideales tiende a seducir y aprobar que la (í)lógica belicista sea, como mínimo, un relato compartido para la justificación de un conflicto armado. Los altísimos niveles de aprobación de la guerra, tanto en Estados Unidos, como ahora en Rusia nos demuestran la importancia que el relato de los medios produce en nuestras sociedades.

Al día de hoy es prácticamente imposible encontrar discursos en occidente que legitimen la guerra en Ucrania. Prácticamente ningún medio de comunicación nos brinda información que nos haga justificar lo contrario, y ello viene acompañada de una condena generalizada sobre la injustificable invasión rusa a Ucrania. Lo mismo ocurre en Rusia pero a la inversa: llevan años justificando los motivos para la reciente invasión a Ucrania y los medios de comunicación rusos han justificado y difundido cada uno de los motivos creados por el Kremlin para argumentar lo que ellos llaman una “operación especial”.

Ahora bien, el rechazar y condenar la guerra en Ucrania se ha convertido en una acción contradictoria en estos últimos días. Las potencias occidentales han apostado por el envío de material militar ofensivo a las fuerzas ucranianas, además de las sanciones económicas a Rusia. La respuesta de occidente ha sido clara: apostar por una respuesta que alimenta la guerra, no una que la detenga.

La OTAN y sus aliados son igualmente de responsables de que la guerra haya estallado en Ucrania. Han tenido 25 años para negociar las demandas de Rusia en cuanto a la expansión hacia al este de la alianza militar. Han ignorado los compromisos adquiridos en anterioridad con Rusia y, sobre todo, han menospreciado a Rusia y sus ansias imperiales, aquellas que algún momento justificaron la creación de la OTAN.

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