El título de este artículo es uno de los principales hallazgos de la investigación e informe presentado esta semana por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) llamado Confianza: la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe. La investigación concluye que la carencia de confianza es un problema serio que limita el desarrollo socioeconómico de la región y afecta la capacidad de los países para resolver retos complejos como el cambio climático.

Coincidentemente, esta semana fue publicada la vigésimo segunda edición del “Barómetro de Confianza” de la agencia internacional de relaciones públicas Edelman. Esta es una herramienta de análisis que evalúa anualmente la confianza de un amplio conjunto de actores sociales desde la perspectiva de las comunicaciones. La investigación tomó los datos de una muestra global de 28 países en los que se recogieron las impresiones de más de 36 mil personas entre las que incluyeron ciudadanos latinoamericanos. Las conclusiones de este estudio tampoco resultaron alentadoras.

Los investigadores interpretan que nos encontramos en un mundo que está atrapado en una suerte de círculo vicioso de desconfianza, el cual, es alimentado por una creciente falta de credibilidad tanto en los medios de comunicación como en las instituciones de gobierno. Por su parte, tanto la desinformación como la manifiesta división entre ambos actores sociales, alimentan este dañino ciclo y lo explotan para obtener ganancias comerciales y políticas. Independientemente de los beneficios reportados a corto plazo que obtenga cualquiera de los dos bandos, la renta tiene un costo catastrófico a largo plazo para la sociedad en su conjunto.

Y sí que son malas noticias, el hecho de operar en un ambiente de desconfianza entre las instituciones públicas, las empresas, los medios de comunicación, los colaboradores o los clientes conlleva un precio alto que la mayoría de las veces se traduce en la odiosa burocracia. Trámites y trámites que, como capas de una cebolla, se sobreponen y van generando ineficiencia y, paradójicamente, la corrupción misma. Como una cebolla al ser pelada, la burocracia también nos hace llorar cuando la destapamos.

No confío en el prójimo, entonces temo, por tanto, me protejo

Según el BID, menores niveles de confianza se asocian a democracias más frágiles, menos innovadoras y no dispuestas al riesgo; se relaciona además a ingresos fiscales reducidos, mayor informalidad laboral, mercados financieros más ineficientes, y más onerosas, rigurosas y menos efectivas regulaciones políticas contra el crimen. También, la pérdida de confianza se vincula a una menor disposición a hacer concesiones personales o grupales para combatir el cambio climático, a una menor demanda de bienes públicos e inversiones y a una disminuida intención de participar en esfuerzos colectivos; entre otras limitantes condiciones.

Por otro lado, empresas que operan en ambientes con poca confianza suelen invertir menos en sus colaboradores y participan menos en las cadenas de suministro. Paralelamente, el reporte de Edelman coincide en que en el actual marco contextual ha generado tal colapso de la confianza dentro de las democracias que se percibe un peligroso incremento de la credibilidad en las autocracias.

Como parte de sus conclusiones más relevantes, el Barómetro de Confianza 2022 señala que esta espiral de desconfianza está llegando a crear una dependencia excesiva sobre las empresas para llenar el vacío que las instituciones especializadas no están satisfaciendo, un trabajo que el sector privado no fue diseñado para atender. Además, a falta de liderazgos claros, la confianza, una vez jerárquica, se ha vuelto local y dispersa a medida que las personas confían únicamente en “mi empleador”, “mis colegas” o “mi familia”. Vale la pena recalcar el dato del contrastante y creciente índice de confianza de China de 83%, en comparación con el descendente índice de confianza de un 43% de los Estados Unidos.

¿Cómo restaurar el ciclo de la confianza?

Definitivamente no hay respuestas sencillas para atender la problemática de la desconfianza, pero sí podemos comenzar a construir propuestas y acciones a partir de nuestras creencias y de las recomendaciones relevantes que han sido brindadas por los estudiosos del fenómeno, recomendaciones que, desde mi punto de vista, tienen total sentido práctico, cito cinco propuestas de gran validez:

  1. Restaurar la confianza desde la acción individual, es decir, todo cambio real inicia desde uno mismo, el primer paso es ganar la confianza de otros a partir de acciones dignas de alguien confiable.
  2. Trascender el enfoque individual de corto plazo para aproximarse al enfoque colectivo, al punto de vista del “bienestar nuestro” y el bien común a largo plazo.
  3. Ser realistas y pragmáticos, el propósito es demostrar el progreso tangible y hacer notar cuando el sistema funciona para recuperar la confianza en él.
  4. Generar datos y tomar decisiones basadas en ellos, la información verificable es esencial para cerrarle el paso a la desconfianza.
  5. Trabajar con propósito, valores y sostenibilidad de manera coherente y sistemática.

Como señala Mauricio Claver-Carone, presidente del BID, la confianza ¨también implica ciudadanos comprometidos que den voz a sus opiniones y participen activamente para realzar las democracias y apoyar la construcción de sociedades más inclusivas”.

Comparto esta visión en un 100% y la vivo a través de la práctica, justamente en Próxima Comunicación y Relaciones Públicas, uno de nuestros tres valores organizacionales es un concepto que acuñamos y al que llamamos la “Comprofianza”, originado de una fusión de las nociones de compromiso y confianza, ya que desde nuestro punto de vista organizaciones, no es posible mantener la confianza sin la contraparte del compromiso personal.

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