Dolor de cabeza, manos adoloridas, mareos, problemas para respirar y agotamiento mental y físico es lo que reportaron algunos estudiantes de quinto grado este 12 de noviembre al finalizar la aplicación de los cuestionarios de contexto de las pruebas FARO 2021. ¿La razón? Según comentan los estudiantes, la excesiva cantidad de preguntas en cada uno de los cuatro cuestionarios que estos niños y niñas de aproximadamente once años tuvieron que responder en un tiempo que, según el instructivo de aplicación de las pruebas FARO, debía de ser de tres horas. Sin embargo, muchos estudiantes a la hora de finalización de la prueba no habían concluido con los instrumentos de evaluación.
Familia, maestros y niños indignados
Resulta frustrante leer la gran cantidad de testimonios (francamente desgarradores) que empezaron a inundar las redes sociales el propio día de la aplicación de los cuestionarios. Padres de familia reclamando a las afueras de las escuelas que dejaran salir a sus niños y directores teniendo que dar la negativa a dicha petición siguiendo las indicaciones de sus superiores.
Docentes narrando en sus muros de Facebook como sus estudiantes sufrieron por horas las interminables preguntas sobre su condición de vivienda y su experiencia en estos tiempos de incertidumbre.
Niños llegando a sus casas desorientados y exhaustos de una prueba sin precedentes en su corta carrera en el sistema educativo costarricense.
La salud mental del niño y la educación: Un recordatorio de don Omar Dengo
Este tipo de situaciones no pueden suscitarse en una institución que tiene a cargo administrar todos los elementos que integran el ramo educativo en nuestro país, como lo establece la Ley Orgánica del Ministerio de Educación Pública.
La relación entre la educación y la salud de las personas es algo harto conocido. Desde el año 1922 el maestro de maestros en Costa Rica, don Omar Dengo, a propósito de la obra de Freeland, realiza una serie de anotaciones sobre cómo la docencia debe preocuparse especialmente por el estado de salud de los estudiantes por encima de la enseñanza, en este caso, de la aritmética. Nos dice don Omar: “Si se quiere obtener los mejores resultados, el maestro ha de hacer cuanto esté a su alcance para evitar estados de ansiedad, de depresión, de tristeza, de tensión mental, en el estudio de la aritmética…”. Y añade: “El equilibrio nervioso del niño es más digno de atención por parte del maestro que sus progresos en matemáticas.”.
Podemos aplicar este consejo de don Omar a cualquier rama de la educación y llegar a las mismas consideraciones: La salud es primero.
Instrumentos poco confiables
Por último, lo más terrible de toda esta situación es que, dadas las circunstancias en que se dio la aplicación de estos instrumentos, los datos obtenidos en ellos resultan “poco confiables”. El manual predilecto para los docentes de Investigación en las universidades de nuestro país es el libro Metodología de la investigación, de Sampieri, Fernández y Baptista. Allí se menciona que existen diversos factores que llegan a afectar la confiabilidad de un instrumento como el aplicado este viernes por el Ministerio de Educación Pública. En particular, uno de eso factores es que el instrumento sea “largo o tedioso”. Esto, según los autores, afecta negativamente este principio básico de la investigación. Es algo que cualquier estudiante universitario en sus primeros años de estudio sabe. Sentencia este libro lo siguiente: “La validez, la confiabilidad y la objetividad no deben tratarse de forma separada. Sin alguna de las tres, el instrumento no es útil para llevar a cabo un estudio.”
Por lo tanto, es verdaderamente peligroso y antiético que el Ministerio de Educación Pública desee utilizar los datos obtenidos en estos cuestionarios para elaborar políticas educativas en nuestro país.
¿La letra con sangre entra?
Goya criticó fuertemente la educación de su época. Con su pintura Escena de escuela o La letra con sangre entra, retrató como el castigo corporal era una práctica común en el sistema educativo de finales del siglo XVIII en España. El dolor era un componente esencial en aquel sistema educativo del que nos jactamos habernos alejados en este siglo.
Sin embargo, hoy hubo caras de tristeza.
Hoy hubo congoja.
Hubo calambres y dolor físico.
Y a pesar de que distintos sectores de la sociedad expresaron su desacuerdo con la aplicación de estas pruebas, hoy nos dimos cuenta de que la terquedad de aplicarlas nos costó caro.
Hoy no es un buen día para la educación costarricense.
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