“Backfire” es un término en inglés el cual se podría traducir al español como “salió el tiro por la culata”. Lo que ciertas plataformas digitales (Youtube, Google, Facebook, Amazon, Twitter, entre otras) están haciendo al censurar ciertas posiciones, que pueden ir desde ser controversiales hasta ser directamente falsas o dañinas, podría terminar en eso, un desastroso “backfire”.
En los últimos años se ha vuelto bastante común que las plataformas digitales mencionadas anteriormente censuren todo tipo de contenido, especialmente el que promueve la violencia o el que incluye violencia explícita o pornografía. Hasta este punto, creo que la mayoría de usuarios del internet estaría de acuerdo con ese tipo de censura.
Sin embargo, la situación se complica más con otro tipo de contenido, menos blanco y negro, las ideas. Entre este tipo de contenido se encuentran las teorías de conspiración, opiniones en contra de las autoridades, lenguaje de odio, burla, blasfemia y otros más. En esa categoría, se han visto casos de personajes controversiales que terminan censurados como lo son Milo Yiannopolous, Alex Jones de InfoWars o inclusive el ex presidente de los EEUU Donald Trump, por nombrar algunos.
La censura no solamente sucede a nivel de redes sociales, sino que anteriormente plataformas tecnológicas que permiten que los sitios web existan y lleguen al usuario como Amazon Web Services y Cloudflare, han tomado decisiones de remover ciertas aplicaciones de sus servidores alegando que catalogan sus fines como algo malo. Mismo con el caso de Google bloqueando usuarios de sus archivos de Google Docs.
Quizás se sienta intuitivo pensar que las ideas que incitan al odio, insultan o que contradigan las autoridades deban ser removidas del acceso público, y las intenciones detrás de esas solicitudes de censura pueden ser verdaderamente nobles; en otros casos, esas intenciones pueden tener un tinte distinto, como querer que ideas diferentes a las mías no sean diseminadas.
Sea cual sea la motivación, censurar ese tipo de ideas controversiales, lejos de lograr el fin que los usuarios o plataformas podrían desear, que no se haga daño, logran completamente lo contrario. Históricamente, censurar ideas ha llevado a al menos dos resultados no esperados por los promotores de la censura: 1) maximizar el alcance de esas ideas 2) crear cámaras de eco que agudizan y crean posiciones extremas.
El primer punto lleva un nombre: el efecto Streisand. A este fenómeno se le denomina así por una situación que involucró a la famosa Barbra Streisand, en el cual un intento de suprimir un proyecto de fotografía en California llevó más bien a maximizar la publicidad que ese proyecto recibió, atrayendo medios y colocando el tema en boca de miles de personas. El querer censurar algo, lejos de mantenerlo en privado y reducir su alcance, le da publicidad y atrae personas curiosas que quieren conocer sobre qué se les está privando.
El segundo punto es cuando una persona controversial es censurada de una plataforma y la misma opta por irse a canales digitales alternativos más difíciles de censurar o inclusive, creados específicamente para contener ideas controversiales sin resistencia alguna. Este segundo fenómeno se ha visto claramente reflejado con figuras de la derecha política que encuentran en plataformas como Parler un lugar para expresar sus ideas sin censura pero también sin personas que les contradigan o los fake news en grupos de WhatsApp. En estos casos, se agudizan las llamadas cámaras de eco (situación en la cual las ideas son amplificadas al repetirse sin visiones que las contradigan) y estas ideas que inicialmente se querían censurar se convierten en la verdad alternativa de quienes usan esa plataforma.
Por el contrario, si estas ideas controversiales se presentan en canales más públicos como Facebook o Twitter, las mismas pueden recibir resistencia de los usuarios, llevando al debate, mostrando evidencias que expongan las malas ideas y creando un contraste saludable. Además, si resultase que esas ideas son verdaderamente peligrosas, lo que realmente se logra al llevarlas a foros cerrados en lugar de ambientes más accesibles, es que esas personas que las promueven no sufran las consecuencias de sus actos.
Cuando ambos efectos se suman, pueden aparecer escenarios realmente peligrosos. Una persona que podría por curiosidad entretener una idea controversial al observar que un medio la censura, podría sentir mayor interés por esa idea y otras similares, ya que se le está privando de su libertad de acceder al contenido (este efecto se conoce como reactancia psicológica).
Una vez que esta persona decide ingresar a alguna de esas cámaras de eco donde residen las ideas controversiales, topará con cientos de personas que piensan igual y repiten la misma idea con un enemigo en común en mente: “quien sea que les haya censurado”. Este escenario agudiza el sesgo de confirmación de las personas y lleva a que esas relaciones centradas en una idea controversial o dañina se fortalezcan. Tantas voces repitiendo lo mismo sin resistencia tiende además a crear posiciones cada vez más radicales.
Es importante considerar los efectos secundarios que trae la censura, y principalmente como ese tiro sale por la culata, sin lograr su objetivo y más bien agudizando los problemas que supone resolver.
Si bien la censura casi siempre se tiende a abordar desde la perspectiva de libertad de expresión o sobre la controversia al respecto de quién define qué es correcto o incorrecto, este es un tema que va más allá. Se trata además sobre qué le vamos a exigir a quienes brindan servicios de comunicación digital, a quienes expresan ideas al público y a nosotros mismos como receptores y generadores de contenido.
Como en muchas otras cosas, un problema tan complejo como el aquí presente no tiene una solución simple, como podría aparentar la censura. Resolver los problemas que trae la libertad de expresión se pueden resolver con mayor libertad de expresión, pensamiento crítico respecto al contenido que recibimos, responsabilidad sobre quienes exponen y reproducen esas ideas, y con un debate público.
"La censura puede no suprimir opiniones alternativas y más bien generarlas, y al hacerlo, socavar su objetivo" Antoon de Baets (2002)
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