Reactivación económica, uno de los estribillos más escuchados en nuestros tiempos, ¿para cuándo? Claman algunos políticos, dando la impresión de que un adecuado conjuro legal y económico la puede desatar.  En otras ocasiones le agregamos el prefijo agenda, lo que nos hace pensar en una lista de pasos, que definidos y tomados encenderán ineludiblemente el motor de la economía.  Desde los rincones ultra liberales, por convicción o populismo, escuchamos como la solución pasa por eliminar todo control sanitario de la pandemia, eso nos llevará a la añorada reactivación.

Un análisis de nuestra realidad económica hace evidente lo simplista de esas propuestas.  Como un todo, nuestra economía mostró una gran resiliencia ante la pandemia, fue de las economías de América Latina que menos cayeron en 2020, aun dentro de la OCDE nuestros números son respetables.  No solo eso, con el crecimiento económico de 2021 (cuyos estimados se revisan al alza reiteradamente), seremos de las primeras economías en retornar al nivel prepandémico.

Aunque no nos parezca, globalmente, nuestra economía camina rápido y bien.  ¿Qué ocurre entonces?  Pues que el pastel del crecimiento económico está distribuido de forma desigual. Hablamos del desempleo como un problema generalizado, pero los sectores más dinámicos de nuestra economía están en pleno empleo, creciendo muy por encima del promedio y arrastrando la carreta.  Arrastrándola tan fuerte que inclusive logran compensar el impacto de la pandemia en un sector tan relevante como el turismo.

Hablando de turismo, el problema no es de oferta (la que podríamos estimular) es fundamentalmente de demanda, que no está bajo nuestro control.  Según el Consejo Mundial de Turismo y Viaje el aporte al PIB del turismo cayó de 11.5% a 5.3% de 2019 a 2020.  La caída en ingresos fue más espectacular, de $2362 millones a $763 millones.  ¿Cómo reactivamos el turismo?  En realidad, la respuesta debería ser obvia, siendo un destino sanitariamente seguro.  Si podemos ofrecer un ambiente de bajo contagio, combinado con el acceso, de ser necesario, a un sistema de salud de primer orden, los turistas regresarán.  Mientras tanto para muchos seguiremos siendo ese lugar muy bonito, pero peligroso de visitar.  En esta perspectiva, las restricciones sanitarias son medidas de reactivación económica sostenida en el largo plazo.

Eso nos deja la otra Costa Rica, la que crece lento o no crece.  La de cientos de miles de desempleados. Que ya estaba en crisis antes de la pandemia.  Algunos como parte de un fenómeno mundial, el comercio, por ejemplo.  ¿Las tiendas de ladrillo y cemento, llenas de empleados no venían siendo ya afectadas por el comercio en línea desde antes?  No estaba nuestra industria de construcción, gran generadora de empleo no calificado, en crisis, golpeada por altos costos y la baja demanda.  ¿No estaba afectada nuestra demanda interna por el alto endeudamiento de nuestros hogares antes del COVID-19?  (En este punto entonces la ley contra la usura es también una medida estructural para construir reactivación económica de largo plazo)

La realidad es que somos una economía en transición y que nuestra reactivación y crecimiento económico es dispar.  En el ajuste pueden ser necesarias medidas de mitigación, pero por favor no sigamos hablando de esa famosa agenda de reactivación en una economía que crece, y que, si logra ajustar el efecto pandemia del turismo, estaría creciendo a ritmos no vistos en muchos años, aunque con muchos problemas.

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