La conservación y protección de la biodiversidad marina va de la mano con el manejo eficiente de las pesquerías. En este último caso, el objetivo primordial es evitar a toda costa la sobreexplotación de recursos pesqueros para asegurar su uso a largo plazo y así garantizar seguridad en los medios de subsistencia de las familias que dependen de estos recursos, así como el acceso a estos recursos a las futuras generaciones.

En Costa Rica ha existido una gran dicotomía entre los objetivos de conservación marina y los objetivos de aprovechamiento sostenible de los recursos pesqueros. En el primer caso, los esfuerzos de conservación de la biodiversidad marina se han fundamentado en paradigmas reduccionistas como el de especies sucedáneas (especies bandera) y deficientes diseños de Áreas Marinas Protegidas (AMPs), muchas de las cuales funcionan solo en el papel.

En el segundo caso, el país presenta grandes problemas estructurales. Uno de estos problemas es la ausencia de carreras en ciencias pesqueras en universidades locales e ingenierías pesqueras en instituciones de formación profesional. Esto ha dado como resultado que el analfabetismo pesquero campee a sus anchas dentro de una institucionalidad profesional y académica desfasada, sin capacidades analíticas como para desarrollar modelos operativos que simulen los procesos de productividad pesquera para evaluar procedimientos de manejo e informar la toma de decisiones. La tónica en el desarrollo de políticas pesqueras sigue siendo la ausencia de conocimiento científico pesquero actualizado para desarrollar orientaciones científicamente coherentes con la compleja dinámica de los stocks pesqueros y las flotas.

Este panorama explica por qué hoy día aparecen especies dentro de los desembarques de las cuales no se sabía de su existencia en términos “oficiales”, ni sobre las cuales se hayan implementado controles de aprovechamiento para controlar su uso y mantener su capacidad regenerativa a largo plazo, ajustando adecuadamente los niveles de presión de pesca.  Tal es el caso de la langosta roja endémica Panulirus penicillatus que ha formado parte en la dinámica de extracción histórica de pesquerías de pequeña escala en el Pacífico Norte de Costa Rica.

La langosta endémica Panulirus penicillatus

Un reciente estudio científico realizado en pesquerías de pequeña escala en las costas guanacastecas, ha identificado especímenes de una subpoblación o población local de langosta (P. penicillatus) que posee un linaje genético muy particular que la hace una especie endémica, ya que solo se encuentra en la parte del Pacífico Oriental Tropical que comprende islas Clipperton, Galápagos, Malpelo, Costa Rica y México. Esto en términos de conservación y manejo pesquero es de gran relevancia; ya que indica que esta subpoblación está restringida a esta área y que, si no se establecen las medidas apropiadas para su protección y aprovechamiento, se corre el riesgo de perder no solo la biodiversidad y acervo genético, sino su potencial como medio de subsistencia para gran cantidad de familias de pescadores que viven en la región.

El estudio encontró que esta especie de langosta ha sido parte de las descargas de flotas pesqueras de pequeña escala desde hace más de 4 décadas e históricamente se ha mezclado y comercializado erróneamente con la otra especie de langosta (langosta verde Panulirus gracilis). Esto puede ser corroborado con los registros de las estadísticas pesqueras oficiales de la región, las cuales solo reportan la langosta verde. Este último punto revela la falencia en las estadísticas pesqueras oficiales que han omitido la existencia de este recurso pesquero durante tanto tiempo, así como la displicencia del ente rector de la pesca que no ha promovido medidas de manejo importantes para garantizar el aprovechamiento racional de ambos crustáceos (p.ej. niveles de esfuerzo ajustados a la biomasa disponible, vedas, cuotas de captura, etc.).

Por si no fuera poco, el estudio científico determina muy bajos niveles de ocurrencia de esta especie de langosta endémica que podrían ser explicados por el estado de sobreexplotación encontrado en la langosta verde a partir de un estudio de evaluación de stock realizado en el 2008, en el cual se comprobó que la población de langosta verde estaba tratando de madurar sexualmente a tallas más pequeñas como un efecto compensatorio a la presión de pesca. El autor del estudio indica que los mismos patrones de explotación que han hecho disminuir la abundancia de la langosta verde, han afectado la biomasa de la langosta endémica, lo cual podría explicar sus bajos niveles de ocurrencia.

Interacciones perjudiciales con flota de arrastre semiindustrial

El estudio demostró que la baja ocurrencia de langosta endémica también puede estar relacionada a la destrucción de montes submarinos someros provocada por la pesca de arrastre semiindustrial que ha sido permitida sin una zonificación basada en caracterizaciones científicas de tipos de fondos marinos. Esto fue confirmado por el Conocimiento Ecológico Tradicional de pescadores de pequeña escala en la región y observaciones directas del autor durante los muestreos a bordo de embarcaciones: “Los mismos capitanes de barcos arrastreros han reportado pérdida de equipo de arrastre en arrecifes rocosos y descargas clandestinas de especies de peces demersales” (p.ej. cabrilla, congrio, pargo) en puertos del Pacífico Norte.

La intensa actividad de arrastre sobre los montes submarinos someros identificados por pescadores de pequeña escala y a través de cartas náuticas (p.ej. Garmin Bluechart Americas) implicaría la disrupción de procesos ecológicos cruciales para especies bento-demersales como las langostas. Por ejemplo, estás estructuras de arrecife son usadas como vías migratorias, zonas de refugio, sitios de alimentación o zonas de paso hacía áreas costeras de rompiente. El estudio subraya que algunos montes submarinos someros han sido utilizados tradicionalmente como caladeros para pesca de escama y buceo debido a que estos sitios pueden tener hasta 20 m de profundidad en la parte más alta del monte. Además, el estudio confirma la existencia de montes submarinos someros más allá de los 70 metros de la gradiente de profundidad y comprenden fondos de alta complejidad comunitaria con organismos endémicos y de alta longevidad, por lo que son zonas muy sensibles al efecto mecánico del arrastre. También resalta la necesidad de una caracterización de los tipos fondos en la plataforma continental costarricense para lograr un manejo espacial del esfuerzo pesquero adecuado y mejorar el diseño de las áreas marinas protegidas.

El binomio: aprovechamiento-conservación

La langosta endémica P. penicillatus representa un caso interesante donde se mezcla la importancia ecológica y comercial de una especia marina. Es evidente que su gestión ha de ser tratada como un binomio en el cual confluyan métodos de evaluación híbridos y políticas de aprovechamiento sostenible y conservación marina. Esto plantea un gran reto para el statu quo costarricense donde han prevalecido iniciativas de conservación y explotación pesquera en un marco de acciones separadas, fragmentadas y hasta antagónicas.

Por ejemplo, el hecho de que langosta endémica no sea una especie carismática, quiere decir que sería incapaz de generar el “marketing” y el activismo que tienen las especies consideradas “bandera” (p.ej. tiburones y tortugas) y que hoy son el combustible de entes conservacionistas locales. Se presagia que al estar enlistada como de “Menor Preocupación” (Least Concern, UICN) no se daría una atención adecuada a su conservación, a pesar de que puede estar al borde de la extinción local. Este es un típico falso positivo resultado del pobre desempeño de la lista de la UICN para “evaluar” recursos pesqueros que demuestra por qué los métodos de evaluación de riesgo de extinción comúnmente aplicados sobre especies bandera de interés comercial (p.ej. tiburones) deben ir acompaños por métodos exclusivos de la ciencia pesquera como la evaluación de stocks.

Así mismo, iniciativas transzonales regionales para la protección de hábitats y conservación de la biodiversidad marina han desentendido la distribución espacial de especies bentónicas como la langosta roja P. penicillatus a lo largo de potenciales zonas fuente (p.ej. montes submarinos someros) debido a la miopía del enfoque conservacionista centrado en la protección exclusiva de especies bandera. Ampliar las agendas conservacionistas con “visión de túnel” hacia soluciones sistémicas que integren los ecosistemas de especies de importancia socio-ecológica (p.ej. especies centrales), pero no-emblemáticas, sería la fórmula necesaria para avanzar, no solo en el rediseño de las áreas marinas protegidas costarricenses, sino también en la recuperación de stocks pesqueros.

El caso de la langosta P. penicillatus ayuda a entender como los alcances de una mala gestión pesquera impactan directamente en los objetivos de conservación marina. También pone en jaque las principales iniciativas locales y espaciales de “gestión” pesquera, las cuales no son lo suficientemente robustas como para garantizar un aprovechamiento a largo plazo de especies de interés comercial.

Recordemos que el éxito en el manejo de los recursos pesqueros se mide a través del nivel de beneficio económico y social que la administración institucional es capaz de garantizar al sector pesquero. Este éxito es posible siempre y cuando existan medias claras de racionalización de la actividad pesquera que establezcan puntos de referencia cuantitativos que aseguren un régimen de pesca capaz de respetar los procesos de renovación de especies comerciales, así como promover la recuperación en aquellas que presentan signos de agotamiento. En contraste, el accionar institucional costarricense ha estado teñido de medidas de gestión “cósmeticas” (p.ej. artes de pesca selectivas, tallas mínimas), discursos vacíos de pesca “sostenible y responsable”, en las cuales predomina la ausencia de corroboración científica sobre la salud de stocks y el control de la capacidad pesquera. Este statu quo fomenta el agotamiento de los stocks y mina el beneficio económico potencial que necesita un sector pesquero sano.

En la práctica, continuará el divorcio entre el aprovechamiento de recursos pesqueros y la conservación marina a la espera de iniciativas integrales, inter y transdisciplinarias, que construyan sinergias entre el reduccionismo conservacionista y la débil biología pesquera existente en el país. Porque sin stocks pesqueros saludables, el futuro de la conservación marina seguirá a medias tintas.

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