Restos del cohete chino Long March 5B están cerca de impactar algún punto de la Tierra y la comunidad internacional ciertamente no está contenta.

Después de dejar en órbita los primeros insumos para la Estación Espacial China, ese país asiático perdió el control de su nave, dejando a la deriva un aparato de poco más de 22 toneladas. Es probable que en su reingreso se rompa e incinere, aun así, no deja de ser peligroso el que no tenga dirección ni destino conocidos. Se prevé un impacto —en cualquier punto del planeta— en un par de días.

Antes de alarmarnos es importante que entendamos que la probabilidad de que el impacto genere algún daño o golpee a alguien es bastante pequeña (por cuanto el planeta está conformado mayormente por cuerpos de agua, y eso ya supone una disminución sustancial en las probabilidades) pero el riesgo, aunque pequeño, no es insignificante y podría acontecer un lamentable accidente.

Lastimosamente en el Derecho internacional espacial —y en ninguno de los tratados de las Naciones Unidas a ese respecto— se establece una definición colegiada de los términos “objeto espacial” o “basura espacial”; inclusive si leemos sobre el primer concepto nos encontramos que “un objeto espacial incluye partes o componentes de un objeto espacial, así como su vehículo de lanzamiento y sus partes” (y no, la redundancia no es mía).

Esa indefinición jurídica ha significado que no exista una obligación real de los países para mitigar o retirar la basura del espacio, y quizás China, en virtud de ello ha adquirido una actitud desinteresada sobre el errático y potencialmente destructivo reingreso de partes de su aparato; obviando ellos (quizás adrede) que sí existe una responsabilidad del país de lanzamiento por los daños ocasionados sea contra otros objetos en órbita o en la superficie terrestre.

Ahora, resulta que en el Convenio de Chicago (1944) y en lo concerniente al derecho aeronáutico, no se estableció una definición sobre el límite superior del espacio aéreo de un territorio soberano. Solo menciona que “todo Estado tiene soberanía plena y exclusiva en el espacio aéreo situado sobre su territorio” pero sin delimitarlo.  Entonces ¿podría este evento -o cualquier otro similar- vulnerar la soberanía de un Estado?

La respuesta es sí, dependerá solo de cómo perciba la amenaza el Estado que se vea “afectado” (lo entrecomillo porque el proceso de securitización de un asunto no siempre es objetivo); y es que para dirimir problemas en el espacio existen los tratados (que son laxos y hasta considerados como “soft law”), pero que para ello se prevé una activación de los canales diplomáticos y de los mecanismos a los que usualmente recurren los Estados para resolver sus diferencias -eso incluye los medios militares-.

Con respecto al proceso de securitización de una amenaza, es lógico pensar que la manera en que se expone y promueve un tema en particular, será determinante a la hora de trascender con lo propuesto y así -correspondientemente- persuadir al público meta. En términos de seguridad, los actos del habla (los discursos) por lo general incluyen los motivos que han llevado al actor securitizante a determinar que en efecto se trata de una amenaza, expone los riesgos a los que se enfrentaría el objeto referente sin una actuación pertinente, y usualmente, incluye un mensaje persuasivo para ganar adeptos a las ideas y medidas que se difunden. Desde mi perspectiva, existe una diferencia no solo semántica entre decir que se está frente a una amenaza y a aceptar la amenaza. Aún un discurso bien elaborado podría no trascender debido a, por ejemplo, un nivel de confiabilidad deteriorado o poca autoridad del ponente frente al sector que se presenta. Lógicamente la aceptación de la amenaza estará intrínsecamente relacionada con quien la postula. Ahora tiene sentido lo que han advertido algunos medios internacionales sobre que “el Pentágono ya rastrea cohete chino fuera de control…”.

Ciertamente una de las claves para el desarrollo de políticas espaciales que nos retan como humanidad, es sobre el espectro cívico y de seguridad del espacio. (Ojalá nuestra modesta Agencia Espacial lidere algún proyecto en ese sentido) Pero ¿qué podemos esperar de una raza que ya provocó daños irreversibles al planeta donde habita y que desde hace unas pocas décadas ha dejado más de 22.300 objetos basura en el espacio?

A la fecha se contabilizan además cerca de 3200 satélites que ya no están en funcionamiento y es entonces donde me pregunto: ¿Está asegurada la sostenibilidad de nuestra actividad en el espacio ultraterrestre cuando a la fecha ya hemos dejado 8.800 toneladas de “objetos” en el espacio?

Responsabilidad: no la pasemos… ¡Asumámosla! (aún fuera de nuestro planeta).

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